𝟏𝟗

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Luffy arrastraba a Barbanegra inconsciente por el destrozado muelle, su cuerpo enorme rozando el suelo de madera con un sonido sordo y monótono. La figura imponente yacía reducida a un amasijo de carne y huesos, el rostro deformado e hinchado por los golpes que había recibido. Su barba característica, ahora manchada de sangre, apenas se movía con el tenue aliento de vida que aún conservaba.

La tripulación observaba en silencio, rostros tensos y miradas oscilando entre asombro y preocupación. El capitán, su sombrero de paja inclinado sobre el rostro, avanzaba sin detenerse, con la mandíbula apretada y los ojos clavados al frente. La rabia aún chisporroteaba en su mirada, como un fuego inextinguible. Nadie se atrevía a decir una palabra, ni siquiera a acercarse. La tensión en el aire era palpable.

—Enciérrenlo en la celda más profunda que tengamos—ordenó Luffy con una voz ronca, casi irreconocible. Los marinos dudaron un instante antes de obedecer, apresurándose a sujetar las cadenas que rodeaban a Barbanegra y arrastrarlo hacia el interior del barco. Luffy observó a su enemigo desaparecer en las sombras del pasillo, su respiración pesada y agitada mientras trataba de controlar la furia que aún bullía en su interior.

No era suficiente. Aquel monstruo había hecho demasiado daño.

Dando media vuelta, Luffy se dirigió a zancadas hacia la enfermería del navío, empujando a un lado a cualquiera que se interpusiera en su camino. Los gritos de batalla aún resonaban en su mente, los ecos de aquella brutal pelea retumbando como tambores de guerra en sus oídos. Su pecho se contrajo al recordar la escena: Law, ensangrentado y apenas consciente, Penguin tirado, sus cuerpos maltrechos y heridos. Las imágenes aún quemaban en su memoria, impulsando sus pasos apresurados hacia la enfermería.

Cuando llegó, la puerta se abrió de golpe, chocando contra la pared. La pequeña sala estaba abarrotada de médicos y tripulantes heridos, pero todos se hicieron a un lado al ver la figura de Luffy en el umbral. Chopper, inclinado sobre la camilla de Law, levantó la mirada apenas un segundo antes de volver a concentrarse en su paciente.

—¿Cómo está?—preguntó Luffy, su voz un gruñido bajo. Se acercó a la camilla, su respiración entrecortada y los músculos tensos como cuerdas a punto de romperse.

—Está muy mal—respondió Chopper, sin alzar la vista, sus pequeñas manos trabajando frenéticamente para estabilizar a Law. El rostro del omega estaba pálido, los labios apretados en una fina línea de dolor. Un vendaje cubría la mitad de su cuerpo, y su pecho subía y bajaba con un esfuerzo evidente. Cada respiración era un desafío.

Luffy observó las heridas, las costuras de carne abierta y los rastros de sangre seca. Una mueca amarga se formó en su rostro. El odio que sentía hacia Barbanegra le quemaba el estómago, un odio tan visceral que apenas podía respirar.

—¡No puede… no puede terminar así!—La desesperación se coló en su voz, y todos en la sala se estremecieron al escucharla. Nunca habían visto a Luffy de esa manera: tan vulnerable, tan al borde de perder el control. La furia que siempre lo había impulsado, esa pasión que le había permitido derrotar enemigos una y otra vez, ahora se convertía en un arma de doble filo, a punto de desgarrarlo desde dentro.

Chopper negó con la cabeza, un hilo de sudor corriendo por su frente. Sus manos se movían con precisión, aplicando compresas frías, ajustando el goteo intravenoso. Pero había límites a lo que podía hacer con las heridas de Law.

—Estoy haciendo todo lo que puedo, Luffy. Pero su estado es crítico. Hay daños internos y su cuerpo está…—La voz de Chopper se apagó por un momento, incapaz de pronunciar lo que todos temían—. Está luchando, pero no sé si podrá aguantar

Luffy clavó los ojos en Law. Los labios agrietados y pálidos de su compañero no se movían, y las venas sobresalían bajo su piel debido a la presión arterial inestable. Era un cuadro que habría estremecido a cualquier otro, pero no a Luffy. Él no podía permitirse ese lujo. Dio un paso hacia adelante y tomó la mano inerte de Law, sosteniéndola con fuerza.

EL HARÉN DEL REY:  𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora