𝟐𝟕

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Al despertar, su cuerpo había vuelto a la normalidad, y Law lo agradecía profundamente. Había sido una pesadilla tener a Sanji insistiendo en que comiera, y soportar a un Luffy que no dejaba de refunfuñar ni de agobiarlo con su preocupación. Mientras tanto, Robin había conseguido información crucial de la Isla Vegapunk, cada miembro de la tripulación inmerso en sus propias actividades. Nami seguía trazaando con precisión el camino hacia el One Piece, enfocada como siempre.

Sin embargo, el mundo exterior se tambaleaba en el caos absoluto. Las revelaciones sobre ciertas atrocidades habían cambiado la percepción del pueblo: la Marina ya no era vista como su protectora, sino como un enemigo. Las revueltas brotaban en cada rincón del mundo, enfrentándose a mercenarios y soldados sin descanso. A pesar de ello, ningún adversario había logrado derrotar a los Piratas del Sombrero de Paja.

Law, después de tantas batallas y pérdidas, había encontrado un respiro en la salud recuperada de su tripulación. Bepo había estabilizado su condición, Shachi mostraba mejoría, y Penguin ya estaba de pie, recuperado. Los tres lo abrazaron con fuerza, y Law, incapaz de contenerse, dejó caer lágrimas silenciosas. No lo había perdido todo después de todo. Había motivos para seguir.

Su relación con Luffy también avanzaba, como un barco surcando aguas inciertas pero llenas de posibilidades. Ambos habían comenzado a aceptar lo que sentían, aunque las dudas y los miedos a veces los asaltaran. Era aterrador pensar en perder lo que los hacía felices. Pero tras momentos de lealtad y confianza compartida, lo sabían con certeza: darían la vida el uno por el otro. Su conexión crecía, sus miradas se volvían más prolongadas, y la ausencia del otro se volvía más dolorosa con cada segundo.

Luffy, fiel a su impulsividad, se estiró desde el lugar donde estaba hasta quedar cara a cara con Law, su sonrisa amplia y traviesa.

—Torao, ¿Me darías un beso? Necesito energía—mostró esa típica sonrisa que desarmaba a cualquiera. Descarado.

Law miró a su alrededor, buscando con la mirada cualquier excusa, pero finalmente solo pudo suspirar, llevando la mano a su frente y rozando su cabello con los dedos.

—Eres tan...

Luffy, haciendo un puchero, abultó los labios de forma exagerada. Law no pudo evitar reírse por dentro del gesto, pero al mismo tiempo, ese era el Luffy que tanto le atraía. Con un suspiro de resignación, acercó sus labios a los de Luffy en un suave y breve beso, lo suficiente para calmar su propio corazón, que latía acelerado.

El alfa sonrió de oreja a oreja y, como si nada, volvió a su lugar con una felicidad palpable en el aire. Sin embargo, el momento no pasó desapercibido para la tripulación de Luffy, que rompió en un silbido colectivo de aprobación y burla. Law sintió cómo sus mejillas se encendían en un rubor evidente. Luffy no tenía ni una pizca de discreción, y hacía lo que le nacía sin pensarlo dos veces.

Law, con el corazón aún acelerado, observó a Luffy, y por primera vez, el miedo de perder lo que le hacía feliz no lo asustó tanto. Porque aunque estuvieran en medio del caos, con el mundo en su contra, había encontrado en Luffy una razón para seguir adelante. Y, sin importar las consecuencias, lo protegería, así como sabía que Luffy haría lo mismo por él.

El día avanzaba, pero a Law le costaba concentrarse en algo más allá del recuerdo del beso. Se quedaba pensando en cómo Luffy, sin ningún reparo, lo desarmaba con una simple sonrisa o una petición. En medio de la conmoción del mundo, Luffy parecía ser el único ancla que mantenía a Law en pie, alejando la oscuridad que siempre lo rodeaba.

Estaban en la cubierta del Thousand Sunny, navegando hacia su próximo destino. El viento cálido les acariciaba el rostro, y aunque las revueltas continuaban estallando en distintos rincones del mundo, ese momento en el barco se sentía como un pequeño respiro de tranquilidad.

EL HARÉN DEL REY:  𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾   𝙻𝚄𝙻𝙰𝚆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora