𝟏𝟓

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Luffy había llegado finalmente a Wano, un país envuelto en una oscuridad asfixiante, bajo el yugo de un tirano que aplastaba la voluntad de su gente. Al mezclarse con los habitantes, habían hecho lo posible por ocultar su identidad, pero el ambiente era opresivo y las cicatrices del sufrimiento eran imposibles de ignorar. El hambre y la pobreza de Wano se sentían en cada esquina; las calles estaban sucias, y los estómagos de la gente vacíos, con alimentos que apenas bastaban para sobrevivir.

Mientras caminaba, Luffy conoció a Tama, una niña que, a pesar de tener casi nada, compartió lo poco que le quedaba. Su generosidad desinteresada tocó el corazón de Luffy, y en ese instante, las palabras sobre Ace resonaron en el aire, como un puñal directo a su alma. El brillo en los ojos de Luffy se apagó, consumido por el dolor de recordar a su hermano perdido. Apretó los puños con tal fuerza que los nudillos se le pusieron blancos, luchando por contener la furia que ardía dentro de él.

"Este lugar... ¡No merece esto!" pensó Luffy, con el pecho pesado por la indignación.

Sin embargo, la ira que lo embargaba no pasó desapercibida para Zoro. El espadachín, con su mirada tranquila pero imponente, se acercó a su capitán, colocando una mano firme en su hombro.

—Lu, debemos atacar con cabeza fría—dijo Zoro, su voz grave y serena cortando el aire tenso—. Si nos dejamos llevar por nuestras emociones, tomaremos decisiones equivocadas. Ya hemos pasado por esto antes, y Torao no nos confió algo tan importante por nada. Debemos conocer mejor a nuestro enemigo, entender sus debilidades antes de actuar

Luffy levantó la vista, pero la oscuridad en sus ojos no había desaparecido. Su voluntad, aunque golpeada, no había sido quebrada. El recuerdo de Ace seguía vivo en su mente, pero las palabras de Zoro lograron calmar el fuego lo suficiente como para pensar con claridad.

—Lo sé...—murmuró Luffy con la mandíbula apretada—. Pero ver esto... saber que Kaido les ha hecho esto... no puedo quedarme de brazos cruzados

La tensión entre ambos se sentía como un hilo a punto de romperse, pero la determinación de Zoro se mantuvo firme. Sabía que su capitán debía ser controlado, no por miedo, sino por estrategia. Los enemigos que enfrentaban eran demasiado poderosos como para permitirse errores impulsivos.

—No vamos a quedarnos de brazos cruzados—replicó Zoro, con una chispa en los ojos—. Pero si queremos derribar a Kaido, debemos ser inteligentes. Este país depende de nosotros... y de eso que Torao nos confió

El viento soplaba entre las ruinas de la ciudad, llevando consigo el eco de los lamentos de su gente. El camino hacia la batalla final se perfilaba en el horizonte, y aunque la ira de Luffy ardía con fuerza, ahora estaba contenida, lista para ser usada en el momento adecuado.

El silencio que siguió a las palabras de Zoro era pesado, cargado de promesas no dichas y la sombra de la muerte. Wano, con sus paisajes marchitos y la desesperanza que pendía en el aire, se sentía como una bestia herida, esperando el golpe final. Los ojos de Luffy recorrieron las desoladas calles, los rostros famélicos de los niños que apenas recordaban lo que era sonreír. En el fondo de su pecho, algo crecía—una furia, sí, pero también un objetivo de liberar a esa gente.

—Zoro tiene razón—pensó—. Pero esto... esto no puede durar mucho más

De repente, un ruido interrumpió sus pensamientos. Unas pisadas rápidas y pesadas resonaban desde un callejón cercano. Luffy y Zoro tensaron sus cuerpos en sincronía, preparados para lo que fuera. Del callejón emergió un grupo de hombres con armaduras negras, claramente soldados de Kaido. No parecían haberse dado cuenta de quiénes eran Luffy y Zoro, pero estaban cazando algo... o a alguien.

—¡Alguien se ha infiltrado en el distrito!—gritaba uno de ellos mientras desenfundaba su espada—. ¡Debemos atraparlo antes de que cause problemas!

EL HARÉN DEL REY:  𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾   𝙻𝚄𝙻𝙰𝚆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora