ＥＬ ＨＡＲÉＮ ＤＥＬ ＲＥＹ: 𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾

𝟑𝟐

El mundo estaba en caos. Desde el momento en que la verdad había sido revelada por Vegapunk, nada volvió a ser igual. La sombra de los Dragones Celestiales, que durante siglos habían gobernado con puño de hierro desde las alturas de Mary Geoise, se desmoronaba como un castillo de naipes. La noticia de que Luffy, el capitán de los Sombrero de Paja, había encontrado el One Piece y era ahora el Rey de los Piratas, había sacudido cada rincón del Grand Line y más allá.

Pero no era solo el descubrimiento del One Piece lo que agitaba al mundo. El mensaje de Vegapunk había destapado los secretos más oscuros del gobierno mundial: siglos de manipulación, abusos, atrocidades cometidas en nombre del "orden". La verdadera historia de los Dragones Celestiales había salido a la luz. Eran tiranos, no dioses; usurpadores, no salvadores. Y la gente, por primera vez en la historia, no se quedaba en silencio.

Las revueltas comenzaron en las islas más alejadas, en los confines de los mares controlados por el gobierno. Al principio, pequeñas y contenidas, pero la llama de la rebelión creció rápido. Los pueblos del East Blue, el South Blue, el North Blue, y el West Blue empezaron a alzarse. Las banderas de los Sombrero de Paja ondeaban en cada puerto, en cada ciudad. Ahora, todos miraban hacia Luffy y su tripulación, no solo como piratas, sino como líderes de una nueva era.

—Luffy, el mundo te está mirando—dijo Robin, leyendo los informes que llegaban desde todas partes.—Los Dragones Celestiales están cayendo. Ya no pueden controlar el caos

—No se trata solo de ellos—añadió Franky, con el ceño fruncido.—La gente quiere justicia. Y están pidiendo que se la demos nosotros

Luffy, sentado en la proa del Sunny, miraba el vasto océano. Su expresión era tranquila, pero su mente estaba en marcha. Sabía que esto iba mucho más allá de lo que alguna vez había imaginado. Nunca quiso ser un rey para gobernar, y sin embargo, el mundo había depositado en él la esperanza de un cambio verdadero.

—No somos héroes—murmuró Zoro, afilando su espada.—No podemos resolver todos los problemas del mundo

—Pero el mundo está exigiendo que lo hagamos—replicó Sanji, con una mirada seria mientras encendía un cigarrillo.—No se trata solo de justicia. Se trata de cambiar el sistema que ha mantenido a la gente oprimida durante siglos

—¡Luffy nunca quiso ser un rey de ese tipo!—protestó Usopp, nervioso.—¡Nosotros solo queríamos navegar, encontrar el One Piece y ser libres!

—Pero nuestra libertad—intervino Jinbe, con voz profunda—se ha convertido en el símbolo de la libertad que todos desean. No podemos ignorarlo. El mundo está cambiando, y somos parte de ese cambio, nos guste o no

Nami, mirando el horizonte, habló con calma pero con firmeza.

—Luffy, siempre hemos seguido tu voluntad. Y aunque sé que nunca quisiste ser el líder de una revolución… es lo que hemos provocado. Ahora todos están poniendo sus esperanzas en nosotros. ¿Qué vamos a hacer?

Luffy guardó silencio por un momento, sintiendo el peso de las palabras de sus nakamas. Nunca quiso ser una figura política, nunca quiso gobernar. Lo único que deseaba era ser libre, surcar los mares con sus amigos y vivir la vida según sus propias reglas. Pero ahora, la libertad que él había luchado por obtener se había convertido en una chispa que incendiaba al mundo.

—Nunca quise ser un rey para decirle a la gente qué hacer—dijo finalmente, su voz llena de convicción.—Pero si todos quieren ser libres como nosotros… entonces los ayudaremos a serlo. No vamos a gobernar el mundo. Vamos a destrozar las cadenas que lo mantienen atado.

La tripulación sonrió, sabiendo que esa era la respuesta que habían esperado. Luffy no cambiaría su esencia. No se sentaría en un trono ni dictaría leyes. En cambio, seguiría siendo el hombre que desafiaría cualquier poder que se interpusiera en su camino, el hombre que lucharía por la libertad hasta el último aliento.