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La multitud estalló en aplausos cuando el famoso barco apareció en el horizonte, acercándose lentamente al puerto. Habían pasado meses desde la última vez que los habían visto, y la emoción en el aire era palpable. Los habitantes de la isla se arremolinaron en el muelle para recibirlos, entre vítores y saludos, mientras el sol se reflejaba en las olas que lamían la orilla.

Cuando Luffy, junto con su tripulación, Law y sus compañeros, descendieron del barco, los aplausos se hicieron aún más intensos. Luffy, imponente con su gabardina negra ondeando detrás de él y su sombrero colgando despreocupadamente sobre su espalda, irradiaba una energía que contagiaba a todos a su alrededor. A su lado, Law permanecía en silencio, su expresión inmutable como siempre, pero en su interior una lucha silenciosa se desataba. Sabía que ansiaba la libertad, deseaba más aventuras y combates, pero había algo en Luffy, algo en su forma de ser que lo mantenía anclado a su lado. Luffy, por su parte, seguía navegando sin preocupaciones, con la misma pasión y desenfreno que lo caracterizaban desde el día en que lo conoció.

Al llegar al castillo, los guardias les dieron la bienvenida con la misma efusividad que el pueblo. El lugar estaba impecable, cuidado como si hubieran estado esperando su regreso durante todo ese tiempo. Law sabía que esa noche se celebraría una gran fiesta, como ya era costumbre cada vez que volvían a la isla. Y, efectivamente, después de un banquete espectacular preparado por Sanji, el ambiente se llenó de risas y camaradería. El sonido de las copas chocando, las charlas animadas y las carcajadas resonaban por todo el salón. La alegría era contagiosa, y todos parecían disfrutar del reencuentro.

En medio de la celebración, Luffy, con una sonrisa traviesa, se puso de pie y levantó su mano pidiendo la atención de todos. Los murmullos cesaron, y las miradas se centraron en él.

—Bueno, ahora que todos están aquí—dijo con su típica despreocupación—, ¡Quiero compartirles una noticia importante!—Hizo una pausa dramática, mientras su sonrisa se ensanchaba—. Torao y yo… ¡Vamos a casarnos!

El silencio que siguió duró solo un segundo antes de que el lugar estallara en aplausos y gritos de felicitación. Law, parado a un lado de la sala, sintió cómo la sangre le subía a la cara, incapaz de evitar sonrojarse ante el anuncio tan repentino y sin vergüenza alguna de Luffy. Aunque conocía bien al capitán, todavía le sorprendía la facilidad con la que soltaba esas noticias como si fueran cualquier cosa. Shachi y Penguin fueron los primeros en abalanzarse sobre él, abrazándolo con entusiasmo, mientras Zoro, con su botella de sake en mano, se unió a la conversación.

—Yo creí que ya estaban casados—comentó con una risa burlona.

—Esta vez es en serio

—¡Por los novios!—gritó Zoro alzando su botella, y los demás lo imitaron, levantando sus copas al unísono.

Luffy, sin perder el tiempo, extendió sus brazos de goma hacia donde estaba Law, arrastrándolo hasta su lado en medio de risas. Lo abrazó con fuerza y, antes de que Law pudiera protestar, lo besó frente a todos. El salón entero estalló en vítores y silbidos, mientras el rubor en las mejillas de Law se hacía aún más evidente.

—¡Por los novios!—gritó nuevamente la multitud, uniéndose en una sola voz.

Law, aún avergonzado por la exhibición pública, reaccionó como siempre lo hacía. Con un gruñido de frustración, golpeó a Luffy en la cabeza. El alfa no se inmutó ni un poco.

—No cambias, Torao—rió Luffy, mientras lo abrazaba una vez más, esta vez con más suavidad.

La fiesta seguía sin perder intensidad. Después del banquete, el grupo se trasladó al área de la piscina del castillo, donde las luces colgantes iluminaban el agua cristalina y la música se mezclaba con las risas y las conversaciones. La brisa nocturna era fresca, pero no lo suficiente como para detener a los que, sin pensarlo dos veces, se habían lanzado al agua.

EL HARÉN DEL REY:  𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora