𝟎𝟗

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Luffy lo abrazó con una fuerza apremiante, aferrándose a él como si fuera su único ancla en el mundo. El contacto era feroz, desesperado, casi sofocante. Se mantenía pegado a Law, como una sanguijuela que no soltaba su presa. Entre susurros quebrados, repetía una y otra vez la misma palabra, la misma promesa inconsciente. Law sabía, en el fondo, que todo era parte del frenesí del celo, un instinto arrollador que no distinguía entre deseo y necesidad. No eran palabras cargadas de verdadero sentimiento, no nacían de su corazón, sino del impulso primitivo de marcarlo como suyo, de reclamarlo como compañero en el único sentido que su naturaleza alfa le dictaba.

—¿Es todo lo que sabes decir?—murmuró Law, su voz arrastrando la resignación de quien conoce el peso del momento.

Luffy no respondió con palabras. Su única contestación fue una sonrisa radiante, pero desbordada de infantilidad, ajena a la gravedad que Law sentía o al agotamiento que los embargaba. El alfa, silencioso como un cachorro necesitado, solo podía comunicarse con pequeños gruñidos y sollozos que teñían el ambiente de una especie de vulnerabilidad desconocida. Parecía un niño mimado, esperando algo que no sabía nombrar, solo ansiaba que Law permaneciera a su lado, que no lo soltara.

Cuando al fin se separaron, después de lo que pareció una eternidad, Luffy aún buscaba mantener algún tipo de contacto. Antes de dejarlo completamente ir, sus labios encontraron los de Law en un beso suave pero cargado de intensidad, una despedida silenciosa de ese momento compartido. Luego, con la misma naturalidad, un ronroneo bajo escapó de su garganta, un sonido que vibraba en el aire.

Y allí, en ese instante de intimidad rota, Law sintió la contradicción de lo que había pasado: Entre la crudeza del celo y la tierna fragililad que Luffy, sin saberlo, le revelaba.

Movió su cuerpo con dificultad, y cuando por fin consiguió liberarse de las garras del alfa, notó que la tarde ya había caído. El cielo estaba teñido de tonos suaves, los últimos rayos de sol apenas iluminando el horizonte. Se acercó al armario, tomó una bata ligera y se la colocó sobre los hombros, buscando algo de alivio para el calor que aún sentía en su piel. Caminó hacia el balcón, donde el aire fresco del mar lo envolvió con suavidad, y se recargó en el barandal, inhalando profundamente el aire limpio y salado. La vastedad del océano se extendía ante él, brindándole un momento de calma.

El leve crujido detrás de él fue la única advertencia antes de sentir los brazos de Luffy rodear su cintura. Un suspiro escapó de sus labios cuando notó el calor de su aliento en su cuello, seguido del toque húmedo de su lengua.

—¿Eres un perro?—rodó los ojos, aunque no pudo evitar un escalofrío al sentir a Luffy restregarse contra su cuerpo. Un suave gemido escapó de su garganta—. Puedes hablar, lo hiciste hace un momento... No te comportes como un mimado

Pero Luffy no respondió con palabras. Sus manos grandes y firmes descendieron lentamente por su torso, acariciando la suavidad de la tela hasta llegar a sus muslos. Un susurro apenas audible se perdió en el aire cuando la bata fue levantada, y su cuerpo se tensó en anticipación. Sintió el calor y la presión llenarlo de nuevo, profundo y duro. Los colmillos del alfa rozaron la piel sensible de su cuello, dejando una sensación de ardor agradable, como una promesa no dicha.

Cada embestida era más dura, más certera que la anterior, y su cuerpo se curvaba involuntariamente ante el ritmo incesante. La cabeza de Law cayó hacia atrás, sus labios entreabiertos dejando escapar jadeos y gemidos entrecortados.

—Mierda... Lu...f-fy... Despacio—gimió con dificultad, la voz rota por el placer—. Vas a... destrozarme...

Pero sus palabras parecieron perderse en el viento. Luffy inclinó su rostro, encontrando sus labios en un beso hambriento, profundo. La lengua del alfa exploraba la suya con una necesidad devastadora, una urgencia palpable en cada movimiento. Law apenas podía contenerse, el deseo lo consumía, y sus manos se aferraron al borde del barandal, buscando alguna forma de sostenerse en medio de la tormenta.

EL HARÉN DEL REY:  𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora