Law había decidido desayunar con la cocinera de antes, Amelia. A pesar de la sorpresa de verla, ella no hizo preguntas, simplemente le sirvió el desayuno más completo que pudo preparar. Se aseguró de que Law se terminara cada bocado como una madre cuida de su hijo, y le entregó una taza de café recién hecho.
—Debes comer a tus horas, ese cuerpo tuyo necesita más vitaminas—comentó Amelia mientras lo observaba con una mezcla de preocupación y ternura—. Estás demasiado pálido, alteza, aunque tienes una piel sana y cuidada—. Su sonrisa cálida logró sonrojar a Law, quien se sintió incómodamente halagado. Amelia, sin embargo, no se detuvo—. ¿Por qué no comes allá? Aquí debe ser incómodo para ti
Law se quedó en silencio, sin saber cómo responder. Habían pasado tres días desde que Luffy dejó de hablarle más allá de un breve saludo. La distancia entre ellos se había vuelto casi tangible, un abismo silencioso que resonaba en cada rincón del castillo. Incluso la fiesta, que se suponía sería una celebración, había sido una tortura para él. Tuvieron que saludar a la gente y sonreír como si todo estuviera bien, cuando en realidad apenas si cruzaban palabras. Luffy se mantenía cerca de su tripulación, mientras Law se sentía relegado, una sombra en la periferia de la atención del alfa. Riku, por otro lado, seguía en la habitación de Luffy; su aroma, impregnado en el alfa como un perfume persistente, era suficiente para revolverle el estómago.
—No realmente—respondió finalmente Law, picoteando su plato antes de dejar el palillo a un lado y beber un sorbo de su café.
Amelia asintió, dejando el tema. Recogió su plato y lo llevó al fregadero mientras los demás empleados iban y venían por la cocina. Law agradeció la comida y se retiró con su taza en la mano, sintiendo el peso del silencio que había quedado entre ellos.
Al llegar a su habitación, Law se sumergió en los documentos que Caesar había escrito sobre sus invenciones y experimentos. Leyó con detenimiento sobre los niños que había modificado genéticamente y que ahora estaban bajo la custodia de la Marina, sanos y salvos. Pero también encontró detalles que habían sido ocultados: sujetos fallidos, muertes, proyectos a medias que aún hacían eco de los horrores cometidos.
Doflamingo había llamado solo para preguntar por "novedades", a lo cual Law había respondido con medias verdades y mentiras cuidadosamente tejidas. Sabía que, aunque el calculador hombre no estaría satisfecho, tampoco estaba cerca para golpearlo, encerrarlo en el calabozo o azotarlo como solía hacer. Las pesadillas, sin embargo, no lo abandonaban; cada noche se repetían una y otra vez, un bucle interminable de recuerdos tortuosos. Bepo, su amigo en su forma Mink, había pasado una noche con él, acurrucándolo en su pecho y acariciándole el cabello en un intento de reconfortarlo.
Sus pertenencias habían llegado: libros, ropa, pocas cosas en realidad. Apenas llenaban el clóset y la estantería de su habitación. Se cambió de ropa y se puso su gorro antes de buscar a un guardia para que lo condujera hasta donde tenían a Caesar. El científico estaba confinado, esposado con grilletes de piedra marina. Al verlo, una sonrisa torcida se dibujó en sus labios morados.
—Cuánto tiempo, Trafalgar. ¿Disfrutaste tu luna de miel?—se burló.
Law se sentó frente a él, su espada reposando entre sus piernas como una advertencia silenciosa.
—Para tus mierdas. Ahora, habla. Cuéntame más sobre el Smile y lo que planeaba hacer Doflamingo después. Tus archivos son una basura dispersa—agregó, agitando los documentos en el aire con desprecio.
Caesar soltó una carcajada áspera, cruzando los brazos con desafío.
—Ni muerto pienso decírtelo. Solo estás adelantando tu muerte, niño

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EL HARÉN DEL REY: 𝙴𝙻 𝙸𝙽𝙸𝙲𝙸𝙾
FanfictionTrafalgar Law se ve arrastrado a un destino cruel y despiadado, intercambiado como una mercancía en un oscuro pacto para convertirse en el concubino del pirata más poderoso de todo East Blue. Su libertad, su voluntad, todo sacrificado en un juego re...