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—¿Puedo hacer una pregunta?

Papá ha invitado a almorzar a casa a sus amigos, se irán por la noche en un vuelo de regreso a Nueva York y, por mientras, estaremos los cuatro juntos en casa. Mi padre toma a cargo la cocina, siempre fue esta una fascinación para él y Christopher le da charla con una copa de vino en la mano.

Entretanto, con Margaret nos encontramos en el comedor cortando vegetales para acompañar en ensalada.

Cuando ella me pregunta si puede hacerme una pregunta, me siento un poco incómoda ya que no suele hacerse esa advertencia a menos que las palabras comprometan cierta integridad.

—Sí, claro—digo con la voz más aguda de lo que quisiera.

—Ahora que estás recién graduada del bachiller, ¿no irás a la universidad?

Trago grueso para intentar despojarme de la incomodidad que acaba de plantarme esa pregunta por parte de Margaret. Abro los ojos grandes e intento aventurar una respuesta, sin embargo dejo de cortar vegetales para concentrarme en una respuesta honesta que sea capaz de vencer mi orgullo para responder con integridad:

—Yo... No este año.

Ella se corre el cabello hacia atrás con el dorso de una mano y me mira de frente para insistir:

—¿Por qué? Es cierto que han pasado las inscripciones, pero eres una chica con una inteligencia y un ansia intelectual prodigiosa, Megan. No lo desaproveches.

—Yo... Consideré estudiar escritura en la Universidad Estatal de Nueva York...—le confieso, como si fuese un pequeño dato.

Ella es graduada en Letras y Literatura y trabaja para el departamento de Filología de dicha universidad, pero dicha opción nunca estuvo en mis planes.

—Por todos los cielos, Megan, ¿por qué no me lo dijiste antes?

—Hacía años que no teníamos noticias de ustedes...

—Les escribíamos cada cumpleaños.

—Sí, por Facebook...

—Cielos, Megan, lo siento, en verdad, han sido años agotadores de trabajo y de invertir el tiempo. Déjame ayudarte, por favor.

Niego con la cabeza, acompañando el gesto con mis palabras mientras intento volver a concentrar mi mente en los vegetales:

—¡No, no! Por favor, no. Esto... No es posible.

—¿Por qué?

—Porque debo colaborar con el mercado de mi padre—confieso bajito para que él no escuche, tampoco lo quiero culpabilizar ni responsabilizar de mi futuro profesional si es que existe para mí—. La enfermedad de mamá nos dejó un poco quebrados y tendré que esforzarme para que podamos...subsistir.

—Por todos los cielos—se queja ella, quedándose por demás asombrada—. Deja que te ayudemos, por favor. Tu siempre fuiste como una hija para nosotros, será un placer que podamos colaborar en tu futuro.

—¡Qué! No, no, no, eso no es... Posible. No será necesario que me ayuden, esto es posible controlarse, ahora las cosas podrán estabilizarse, claro que sí.

—Vamos, Megs, ya sabes lo difícil que tienen las cosas en este país las personas que no se gradúan de la Universidad. Es cierto que ya es un poco tarde, pero podrías postular al próximo semestre. ¿Cómo fueron tus calificaciones de graduación de bachiller?

—Por...encima de la media. Con creces. Tuve una beca.

—Ya me lo suponía. Además, lo vi en el instagram de tu madre, te exhibía con mucho orgullo. Hazlo por ella al menos, déjame ayudarte en eso, ¿sí?

Trago grueso y la miro con preocupación.

—Escúchame—insiste ella—: Hace poco fue puesta a la venta una corporación editorial con gran potencial que el departamento entero de filología moría por publicar ahí además de que mantienen un prestigio económico y académico de primera línea. Pero en lo primero comenzaron a andar un poco más flojos. Le propuse a Chris que la compre en su firma y estamos cerrando ya todos los tratos.

—¡Wow! ¡Una editorial propia...! Eso es...¡fantástico!

—Lo sé, un sueño recién cumplido, pero ahora debemos hacer que eso funcione para que el sueño no se convierta en pesadilla. Yo estoy a tope de trabajo con la universidad, pero a Chris no le vendría mal que le echen una mano en la firma para que le orientes en cómo se trabaja en una editorial.

—¡P...pero...yo no tengo el conocimiento experto para eso! ¡Además tendría que establecerme con ustedes en Nueva York!

—¿Y qué tiene eso de malo?

¡Caray!

¡Una editorial y vivir en la Gran Manzana! ¡Es una...locura todo esto! ¡Que alguien me despierte si se trata de un sueño!

—Por favor—insiste ella—. Necesitaremos a alguien de confianza y quién más que tu para eso. Si quieres, puedes intentarlo por un año y luego te pasamos a la universidad, ¿qué dices de la idea?

La miro, completamente sorprendida.

—Al semestre siguiente pruebas con trabajar en la editorial y estudiar—me propone—. Verás cómo te va en el proceso y evalúas con cuál te quedas.

—Yo... No lo sé... Mi padre.

—Chris le ayudará para que siga adelante con su mercado.

El señor Green nos ayudará a ambos de manera netamente económica, supuestamente porque yo sería una inversión trabajando para ellos.

—Además—insiste—. Eres una hija para nosotros, prácticamente. De una u otra forma nos haremos cargo de ti y de que tengas un devenir fabuloso, cariño.

Me lo pienso nuevamente y esta vez me atrevo a preguntar:

—¿Puedo esta vez hacer yo una pregunta?

Ella levanta una ceja, deja los cubiertos y afirma las manos en la mesa para estudiarme:

—¿A ver de qué se trata?

—¿Por qué nunca tuvieron hijos usted y el señor Green?

Margaret suela una pequeña risita:

—Ah, era eso. Pues... nunca estuvo en mis planes. Simplemente porque mi vida se cierne a mi futuro profesional y no querría nunca tener que delegar tiempo a cambiar pañales. Creía que cuando "pase el tren" me arrepentiría, pero acá estoy, se ha pasado ese tren y estoy orgullosa de la persona que soy. Christopher lo aceptó.

Ya, comprendo.

Pero, ¿el señor Green quería o no?

Dejo esa pregunta de lado y ella se encarga de cubrir el silencio con un:

—Eso no quita que podamos quererte como a una hija, cariño. ¿Qué dices? ¿Te vienes a Nueva York para trabajar con el amigo de tu padre? ¿Sí o no?

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora