—¡Qué rico, Pete!
Tras probar la espuma en la cima de la taza repleta de café con crema que Pete me sirve en mitad de mi jornada laboral donde me toca poner en práctica una nueva instancia de cotejar entre los resultados del estudio laboral con las que implican propuestas para autores nuevos, sumándose a nuestro nuevo sello de Erótica.
Tengo algunos en vista que conozco, pero eso no basta para llegar a proponer algo decente. Mi cabeza aún así divaga un poco hasta que mi compañero deja una taza repleta con las delicias que conoce, poniendo en práctica sus talentos en el ámbito de la cafetería. Al parecer, no solo conoce bien de programas, de negocios y de oportunidades en la veta digital, sino que también parece saber cómo complacerme, habiendo dado en la tecla conmigo en esto que implica mi pasión por esta buena infusión caliente.
—Gracias, siempre fue mi pasión complacer a las demás personas en algo que también me apasiona—decreta, bajando sus auriculares hasta la altura de los hombros e incorporando su computador a mi lado.
Hoy Helia no está, ha tenido que viajar por un asunto laboral ciento cincuenta kilómetros al sur y se ha tomado de paso un fin de semana en ese viaje como compensación, por lo que nuestro equipo solo somos él y yo en esta jornada.
—Pues, me parece muy atractivo pensar en que no existe nada mejor en esta vida como lo que implica la posibilidad de que compartir pasiones permite que las personas crezcan—le cuento, en mi opinión.
Sin embargo, mis ojos echan también un vistazo en dirección a la puerta de la oficina del jefe y lo que fue mi mal gesto respecto del día anterior.
Él parece captar lo que estoy pensando ya que se me adelanta al decir:
—Siento mucho lo de ayer. Un rico café es lo mínimo que puedo hacer por mi colega de trabajo estrella a quien no quiero meter en problemas.
—No, no, no—le digo, limpiándome los labios con una servilletita de papel—. No voy a permitir que te sientas en deuda, tuviste un gesto magnífico que nadie había procurado tener conmigo desde que llegué a esta ciudad y fui yo quien se mantuvo precavida como debiera haber sido en un comienzo.
—Era sabido que no podía incumplir una orden del jefe... El señor Green es muy generoso, pero cuando da una orden, debe ser cumplida a rajatabla y eso no se puede eludir. Es muy claro cuando habla, a final de cuentas.
—Supongo—asiento y luego de un suspiro, él toma mi servilleta y la pasa por mi labio inferior, acercándose a mí y sintiéndome con un poco de penita por su gesto de limpiarme la boca a espaldas de otros de nuestros compañeros en la sala de coworking.
—Si, supones bien—afirma—. Lo siento, tenías un poco de espuma ahí.
—De seguro que eso te estaba avergonzando de mí.
—¿Qué? ¿De qué hablas? ¡No! ¡No pienses en eso! Tu nunca me avergonzarías. De hecho, te comento que pude hablar con el señor Green y estamos todos más que orgullosos de poder tenerte en nuestro equipo. Ya te dije que eres la jugadora estrella.
—Eso es una exageración.
—¿Lo es que el departamento más exigente de la compañía emita una nota de felicitaciones a la chica que lleva apenas una semana y no ha hecho más que terminar la escuela? Imagina lo que serás en cuanto culmines la universidad, eres un activo muy valioso entre nosotros y trataremos de estrujarte.
Suelta una risita a la que convengo de la misma manera.
—Entonces...han hablado—murmuro.
—Sí, creo que nos merecíamos esa conversación.
—¿Y qué tal ha ido? ¿Te he metido en problemas?
Él pone los ojos en blanco y luego me suelta con seriedad:
—Sí y lo puedes remendar de una manera, ¿sabes? Sólo se trata de ponerte en acción para aceptarme una cita este fin de semana.
—¿Una...qué?
—Yo... Solo... Me preguntaba si tenías planes el sábado por la noche. Si querrías cenar conmigo.
Parpadeo tantas veces que siento que me pesan media tonelada las pestañas. ¿Qué clase de arreglo es ese al que llegaron con mi tutor como para convenir que una invitación a cenar podrá resarcir el asunto de que me invitó a salir una noche?
—No lo entiendo, lo siento—le pido una explicación.
—Pues, el problema estuvo en que incumplí una orden del señor Green y fue mi error, estaba cumpliendo un cometido laboral e interferí con un interés personal que fue querer enseñarte la esquina más importante de Nueva York con sus miradores más fascinantes. Me quedé con ganas de que dieras un paseo por la señora de piedra que sostiene la antorcha.
Suelto una pequeña carcajada que detengo de inmediato, no quiero que los demás se piensen que estamos de jarana, pero me resulta llamativo ya que nunca antes escuché a alguien decirle de ese modo a la famosa Estatua de la Libertad.
—Por lo que salir a cenar el sábado, no irá contra las reglas—supongo.
—Touché, nena.
—Pues...no me parece mal, pero debiera consultarlo a ambos esta vez.
—Fabuloso.
Una sonrisa enorme se planta en su rostro luego de que le doy el sí, no obstante, queda dando vueltas en mi cabeza un asunto extra.
El señor Green no mencionó nada de horarios de trabajo ni de que Pete había inclumplido una orden sino que lo que pareció implicarle verdadera molestia fue otra cosa.
Si me tocó.
Si lo hizo antes que él.
Que él quiere ser el primero, pero ¿el primero en qué?
—Pete—murmuro—distrayéndolo en medio de su intento por volver al trabajo—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Sí, claro.
—¿El señor Green es tu jefe y alguna vez se ha puesto...tenso delante de ti?
—Hummm, siempre está tenso ese hombre aunque intente mostrarse relajado. ¿Por qué lo dices?
—Porque a veces se pone duro y creo que debiera ver a un médico.
—¿Duro? ¿En qué sentido? Imagino que te refieres a estresado. ¿O tiene problemas musculares?
—Creo que...problemas musculares.
—Pues, podría recomendarle un lugar donde le ayudarán a relajarse, tienen muy buenos tratamientos.
Sonrío, tranquila, entendiendo que él ya hace esos tratamientos conmigo.
Me alegra poder ser de ayuda.
—Esta bien, descuida.
—¿Hay algo que quieras hablar o que deba saber, Megan?
—No por ahora, pero luego te pediré algunos tips para saber cómo una chica piuede ayudar a un hombre a relajarse.
Él suelta una risita y vuelve la vista a su ordenador.
—No diré mejor en lo que estoy pensando.
Yo también suelto una carcajada.
Parece que él también conoce el problema de "erecciones" que tiene su jefe y mejor será no darlo a conocer a todos, ¡no es mi intención avergonzarlo delante de todos los demás ni seguirnos metiendo en mayores problemas aún!
Pero Pete es hombre y ha de saber cómo se debe hacer para calmar correctamente una erección.
¿Le sucederá?
¿Él también demostrará su cariño a otras personas dándoles de tragar su leche como me hace el señor Green a mí?
ESTÁS LEYENDO
El Socio de Papá
عاطفيةMegan acaba de terminar sus estudios de bachillerato y quiere ayudar a su familia antes de empezar la universidad. Su madre acaba de morir y su padre está con graves problemas en el negocio familiar. Sin embargo, recibe una prometedora propuesta que...