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—¡Qué rico!

Una risita se me escapa en medio de todo el calor que me produce esta situación. El señor Green hunde su nariz en mi entrepierna mientras su lengua se entierra en mi vagina haciéndome ver lo maravilloso de la vida ante la sensación cargada de intensidad.

Se me escapa un bramido gutural en el intento, despertando mis zonas más sensibles, algunas ¡que ni siquiera sabía que tenían sensibilidad!

—¿Te gusta así, amor?

"Amor". Me hace mucho ruido que me llame de esa manera, pero sé que me quiere como si fuese mi propio padre.

¡Aunque nunca dejaría que papá haga lo que el señor Green hace conmigo! De solo hacerme la idea me siento incómoda, son amores diferentes, si mi propio padre me chupase la chocha y me pasara la lengua por el botón sensible con pielcita húmeda, creo que jamás podría volver a verle del mismo modo. ¡Rayos, no! ¡Eso no lo haría jamás!

En cambio el sentimiento paternalista de Christopher se mezcla con un amor de amistad tan íntima que jamás lo había vivido con nadie.

—¡Se siente...rico!

Y vaya que ni me esperaba que pudiese sentirse tan bien algo así de cochino, es tan extraño a mi propio tacto esta situación.

—Mmmjjj, y eso que no te haces una idea de la deliciosa que me estoy engullendo aquí abajo, preciosa.

Sus manos me aprietan las nalgas, tomándome por sopresa.

—¡Oh!

El gritito que arranca de mí es tan poderoso que me empuja mi propia cintura contra su boca que me chupa y succiona con brutalidad.

Una vez que parece terminar, no entiendo por qué me queda la sensación de que quiero más, de que no es justo que vaya a dejarme así.

Entonces se vuelve a la altura de mi rostro y dice muy cerca de mí:

—Eres lo más tierno y delicioso que podría existir, sabe a pureza y a dulzura, te amo mi pequeña Megs—sentencia.

¡Y pega su boca a la mía!

No sé qué hacer, pero sus labios agolpados a los míos no son nada en comparación de lo que viene después...enterrándome la lengua a tope en la boca, haciéndome sentir cada uno de mis propios sabores mientras me exploraba debajo y ahora, mientras entra y sale de darse una vuelta por mi propio.

—Me alegra que te haya gustado, mi amor—afirma.

Yo asiento y le dedico una incómoda risita. ¿No es mucho si me besa? Vamos, que alguna vez besaba en la boca a otras personas, pero era algo sumamente inocente y natural. Esta vez, lo siento demasiado desaforado al frenesí que desata en mí que su lengua explore la mía del mismo modo que me masajea entre los pliegues de mi chocha mojada y apretada.

—Gracias, señor—murmuro—. Esto... Yo no sabía que era posible y me hizo usted ver las posibilidades. Gracias, en verdad.

—Sí, mi amor. Pero sabes una cosa, te toca a ti.

Trago grueso al notar las posibilidades de lo que podría acontecer. ¿Estoy preparada para masajear su aparato reproductor masculino metiéndomelo dentro de la chocha? ¿Está mi abertura preparada para eso?

—¿Qué sucede?—pregunta ante mi silencio.

—Yo...—comienzo a dudar.

Entonces el me sujeta el rostro y me mira fijo a los ojos mientras afirma:

—Será nuestro secreto.

—Lo sé, señor.

—Y te amo. Cuidaré de ti como tu cuidas de mí...

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora