46

259 41 7
                                    

Una vez que estamos en su auto, mientras me acomodo en el lugar de acompañante le cuento al señor Green:

—No es necesario que venga a buscarme como a una niñita porque ya le dije a mi papá que venga por mí.

Él sigue atónito, sin poder decir una palabra, de mi parte quedo esperando una contestación que tarda eternos segundos en llegar en medio de nuestro clima de intensa tensión.

—¿Me escuchó?—insisto.

Él parpadea, tratando de despejar las ideas y aclara:

—Ya... Ya hablé con tu padre, no te preocupes.

—¿Por qué haría eso?

—Para detenerlo. Me llamó, está furioso, piensa que me he aprovechado de ti cuando todo lo que hicimos estuvo dentro de lo pactado. Los métodos utilizados fueron los que cambiaron, nada más que eso. Tú estabas de acuerdo.

Trago grueso y siento que las palabras se atropellan en mi boca sin poder salir del estado de estupefacción en el que me tiene la idea de que papá sabe que ya no soy una chica virgen y que este hombre que tengo a mi lado, quien me dobla en edad y mucho más inclusive, me ha metido mano, la verga y todo, hasta el punto en que un hijo pueda alojarse en mí para cerrar con mi parte del trato.

—Esto es una locura—murmuro hacia mis adentros.

—Una locura por amor—me explica él, esta vez buscando mi rostro y volviéndose a mi mirada—. Megan, ese niño se ha concebido en un contexto de amor y nada más que eso, vendrá a un mundo de paz y tu podrás tener tu carrera universitaria. Tendrá ya la vida arreglada y tú también, si no fuese lo mejor para ti, ¿piensas que tu padre no habría accedido a darte lo que te mereces?

—Papá está desesperado—le explico—, tan desesperado como yo y sin un rumbo ante la pérdida de mamá.

Mencionarla hace que se me quiebre la voz y la angustia se apodere nuevamente de mí. Si nada de lo de su enfermedad hubiese sucedido, hoy no estaríamos pasando por una situación como esta, necesitamos echar mano a los fondos de mi educación para poder costearle un tratamiento que no sirvió de nada sino a fin de estirar aún más su agonía y así perderla por completa.

El señor Green solo nos atrapó completamente vulnerables. Y ahora el dineral que papá y yo cobraremos por hacer esto será a costa de poner en jaque mi entera dignidad.. Qué más dam si ya está realizado su cometido.

—¿Estás bien?—me pregunta él—. ¿Estás o no estás bien? ¿No hemos cumplido con protegerte, con darte lo mejor? ¿No tienes un trabajo bien pago y compañeros que te adoran y te hacen sentir fenomenal? ¡Porque yo mismo en persona me he encargado de que puedan saber de tu talento! De que sepan que eres una chica valiosa y que las adversidades de tu vida no acoten tus posibilidades de brillar, Megan. Te amo y eso es por lo que eres, siempre lo he hecho aunque ahora te veo como la mujer que eres, esa magnífica mujer en la que te has convertido.

Mi labio inferior late como si el corazón me lo hiciera tiritar mientras lo escucho, como si se me hiciera el pecho tan pero tan grande que ahora sus palabras consiguen hacerme maleable, dulce y voluble como la miel.

Su mano derecha acomoda un mechón de cabello tras mi oreja, en una caricia que me obliga a mirarlo a los ojos y perderme en ellos.

Fascinada, me muerdo el labio inferior, observando a este hombre millonario, varonil, fornido, con principios, instrucción profesional y un cuerpo tallado en mármol, mientras que su experiencia le termina de dar la candela y la sabrosura que me enciende por dentro como una fuerza magnética a la que no me puedo resistir cuando se acerca a mi boca y con sus labios rozando los míos, promete:

—Te amo tanto, Megan. Eres adorable y sexy, no sé cómo lo logras, pero te veo y quiero ser un hombre capaz de protegerte y de cuidar de ti al mismo tiempo que quiero hacerte mía cada vez.

—Usted...ama a su esposa...

—Te amo a ti y es lo que importa ahora—evade lo anterior.

—Señor Green, tía Margaret me prohibió volver a besarlo...

—Es solo un beso paternal. Como si fueses mi niñita pequeña...

Cuando en verdad no soy eso sino una mujer.

Pero me dejo llevar por su boca y su aliento dulce que me llena los pulmones en cuanto asevera:

—Mi nena hermosa, nena de papá...

Y cierra sus palabras al sellar su boca contra la mía en un beso que sabe delicioso, a promesas, a amor, a una candente forma de amarnos mutuamente el uno al otro de manera precisa.

Me envuelve en sus brazos enormes sin ser consciente de cuánto los he necesitado en el día de hoy, su olor a hombre me inunda, haciéndome saber cuánto lo deseo. Sin embargo, los vidrios polarizados comienzan a empañarse en nuestro calor y nos recuerdan que no s el lugar adecuando para ponerle temperatura al lugar.

El señor Green se aparta de mí, le pone seguro a las puertas y enciende el motor de su coche.

—Vamos a otro lugar.

—¿Dónde?—pregunto.

—Un poco más allá.

Y tras echar un vistazo a diestra y siniestra, arranca hasta alejarnos un poco de la zona de la ciudad donde circula gente todo el tiempo. Si algo tiene en particular la ciudad de Nueva York es que nunca descansa, nunca duerme, nunca cesa su gentío de andar por las calles transitando.

—¿Es hora de ir dónde?—murmuro.

—No importa, vamos.

Entonces aparca a unos cuantos kilómetros, donde parece ubicarse la afluente del río donde se ubica el sector principal para poder llevar a cabo su plan.

Reclina el asiento hacia atrás, luego el mío y sus manos me buscan hasta subirme encima de su cuerpo.

A gran prisa sus manos rebuscan en mi pantalón de joggin bajándomelo y ubicándolo a la altura de mis rodillas, afirmando a los costados.

Una vez en mi lugar, él me penetra con fuerza.

—¡AAAAH!—suelto un grito que se desgarra desde lo más profundo de mi pecho hasta sentirlo con fuerza entrar y salir desde mi sexo. Sus manos me sujetan con fuerza mientras su boca me atrapa.

Los vidrios se empañan.

El asiento se empuja hacia atrás.

El coche se mueve.

Los faros de otros coches pasan alrededor mientras el nuestro se sacude en la orilla del río.

El señor Green me busca, me coge, me embiste con fuerzas mientras se empuja enterrándose en mi interior, llevándome a un éxtasis atroz.

Es prohibido, pero fascina.

Es un pacto perverso pero seduce.

Es el señor Green irresistible para mi...

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora