Debo irme a la oficina en taxi ya que no es buena idea el tener que quedarme en casa esperando a que llegue él con su esposa. Le he dejado un mensaje al señor Green para saber si hay algo con lo cual pueda yo colaborar en los quehaceres domésticos, en ayuda que ella necesite o en algo extra que sea necesario para la oficina, sin embargo, no lo encuentro en línea. Decido darme una ducha, sacar las sábanas, darle la vuelta al colchón dejando escondida la mancha de sangre, pongo un par de sábanas nuevas y a las manchadas las escondo al fondo de mi placard en una bolsa. Estoy segura de que lavarlo no será suficiente.
Una vez que ya estoy segura de que no hago más falta por ahora en este lugar, me pido el taxi y me encamino hacia la oficina. Una vez que llego, Helia me arremete a preguntas por el estado de salud de Margaret.
—Santo cielo, Megan, ¿cómo estás tú? ¿Cómo está ella? Me enteré de lo sucedido, no sabes cuánto lo lamento. Bah, no con detalles, sino que tuvo un accidente doméstico y por eso el señor Green no puede venir hoy.
—¿Un accidente doméstico? Oh, sí—. No sé por qué tengo la sospecha de que no han contado los detalles y no seré yo quien tome la decisión de exponerme. "Le rompí la mano a la esposa de mi jefe, a mi tutora, a quien se ha encargado de que tenga una plaza asegurada en el próximo semestre de mi universidad.
—Sí, eso supe—le admito—. Fue muy temprano, cuando desperté ya estaban saliendo y no pude saber muy bien qué había sucedido.
—Oh, comprendo. Ya. Espero que mejore.
Pete llega desde la cocina con sus auriculares grandes sobre los hombros, lleva dos tazas humeantes en las manos y el aroma a café impregna nuestro alrededor.
—Megan, qué suerte que dejé bastante café listo preparado en el espresso.
—Oh, Pete. Gracias.
—¿Está bien la señora Green?
—Creo que lo estará.
La jornada transcurre con normalidad hasta unos momentos antes del almuerzo en que tengo la obligación de asistir al departamento de estudios de mercado en persona.
En palabras de Helia:
—El señor Green lo hace por ti, pero esta vez será importante que asistas en persona a llevar los documentos y que recibas las devoluciones del jefe del departamento. O del subjefe, no sé quién lo tomará ahora en responsabilidad.
—Es que no conozco a esas personas, me sentiré un poco perdida.
—Es en el piso siete. ¿Te acompaño?
Le dirijo una sonrisa agradable, repleta de calidez que él conviene con suma notoriedad. Sé que tiene cosas que hacer y no lo quisiera molestar demasiado, pero también soy consciente de que si meto la pata con esta gente, será como interferir en los planes de quienes tienen la máxima potestad de tomar decisiones para la firma.
—Sí, está bien—adhiere.
Él suspende su PC y se va conmigo hasta el piso en cuestión. La gente acá viste traje y es mucho más elegante y esboza mayor prudencia que en nuestra oficina, me pongo tensa en cuanto doy cinco pasos de corrido en dirección donde me lleva Pete, quien sobresale entre los demás que llevan camisa, saco y zapatos, él se regodea con alegría llevando puestos sus tenis, los auriculares sobre los hombros y camisa holgada por fuera del pantalón sin importar no encajar con el resto, quisiera tener esa confianza en sí mismo con la que él se muestra.
—Ven—me señala, pasando entre dos cubículos.
Llego a discernir que el señor Green es quien tiene la política moderna de que puedan ser mucho más desestructurados sus trabajadores jóvenes a fin de explayar mucho mejor sus talentos para la firma, siendo tan variadas las disciplinas en las que cada uno nos dedicamos.
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El Socio de Papá
RomanceMegan acaba de terminar sus estudios de bachillerato y quiere ayudar a su familia antes de empezar la universidad. Su madre acaba de morir y su padre está con graves problemas en el negocio familiar. Sin embargo, recibe una prometedora propuesta que...