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—¡Una cena especial para un día especial!—determina Margaret en cuanto llegamos a casa junto al señor Green luego de que me pidió que le acaricie la verga mientras conducía de camino, siempre manteniendo el secreto que se mantiene solo para él y para mí, ji, ji.

Ver el enorme pastel que está sobre la encimera y un enorme pavo glaseado, me hace pensar en qué momento llegó tan rápido Acción de Gracias. Sin embargo, termino por dar con la idea de que pueda ser algo mucho más diferente de lo que estipulaba ya que no ha escondido correctamente los envoltorios del lugar donde lo compró. Además, se mantiene con su atuendo elegante que usa para ir a la Universidad donde lleva a cargo sus labores tradicionales.

El señor Green se encarga de develar la verdad del secreto que esconde mientras suelto una risita que evidencia que también la he descubierto.

—¡Una cena especial!—digo, acercándome a oler el rico aroma que despide ese pavo sobre la encimera en el otro extremo—. ¡Me ofrezco como candidata para partirlo o para poner las cosas en la mesa!

—Esa última opción me gustó más—determina ella.

—Y un beso para mi maravillosa esposa por haber preparado una magnífica celebración en honor a la primera semana de trabajo de la nueva integrante de la familia.

—¿N...nueva integrante...?—murmuro, conmovida.

—Claro—sentencia él.

A lo que ella añade:

—Por un tiempo determinado, pero así es como lo serás, cariño, no te sientas mal. ¡Eres de los nuestros por tiempo limitado!

—Yo... Una familia... Ouch, me siento tan...

Ellos me miran conmovidos y no me aguanto, terminando por ir en dirección donde se encuentran de pie, esperándome.

Envuelvo a tía Margaret en un abrazo y le digo con mucha ternura:

—¡Gracias, en serio! ¡Son grandes personas!

—Oooouuu, cielo—conviene ella, correspondiendo también a mi abrazo y me estrecha con calidez—. Ambos estamos muy a gusto con la idea de poder tenerte acá, en serio, gracias a ti por depositar en nosotros tu voto de confianza.

—Estuve hablando con papá y parece que no me extraña—bromeo.

—Imposible no extrañar a una preciosura como eres tú—comenta el señor Green en el momento que me dirijo a darle también el abrazo que él se merece—. De seguro lo hace para que no te preocupes.

Él me da un beso en la mejilla mientras dura mi abrazo.

Yo sonrío.

Tía Margaret también ríe.

Entonces le doy otro beso, esta vez en la comisura de los labios del señor Green para luego sentir toda su boca cerrándose contra la mía.

En cuanto ambos caemos en la cuenta de que quizás esto sea mucho cariño, opto por apartarme y miro de inmediato a tía Margaret.

Ella parece estar horrorizada como si hubiese visto un fantasma.

—Cariño, por favor—le dice a su marido, tomándome luego a mí de una mano y me aparta de su marido—. ¿Qué...diantres ha sido eso?

¡Tenía que ser un secreto! ¡Y él mismo no ha podido contener su cariño y me ha dado un beso con toda la boca, por poco metiéndome la lengua pero deteniéndose a tiempo de no hacerlo!

—Señora Green—murmuro.

—Amor—dice él—, deja que te explique.

—¿Acabas de besar en la boca a Megan, Christopher?

Luego del silencio sepulcral que se instala, se me ocurre arrojar una frase que nada tiene que ver con seguir las reglas de mantenerme calladita, pero me siento en la obligación de tener que aclarar:

—Es un gesto de cariño, ¡casi paternal!

—Ay, cielos—dice Margaret—, comprendo, es algo de cariño, claro, todo el mundo lo hace pero...—tras un largo suspiro, me pide—: ¿Puedes ir llevando las cosas al comedor y ponerlas en la mesa?

No entiendo muy bien a qué se debe tanta tensión, quizá porque hemos roto los parámetros de mantener las cosas bajo llave, pero en cuanto asiento:

—Sí, de inmediato.

Y tomo las cosas:

—¿Comienzo por los platos?

—Sí, adelante.

Ellos dos se quedab cuchicheando, pero me quedo al otro lado de la puerta, pispeando lo que dicen, cosa que está muy mal:

—¿Qué fue lo que hablamos Christopher? ¿En verdad harás eso?

—¡Solo fue un beso, Margaret!

—Un beso... Sí, solo un beso. ¡Sabes cuánto me preocupa ese plan!

—Descuida, que yo me encargaré de que todo salga a la perfección. Ella es tan dulce como necesaria... Tranquila, cariño, verás que todo irá bien.

Luego de que él corta la conversación, salgo huyendo con los platos en la mano.

—¡AAAAH!

Pegándome un tropezón de camino...

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora