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—Ácido fólico—le digo, segura de mis palabras al médico—. O eso creo, no estoy segura de que sea la mejor opción, pero es lo que me recomendaron.

—Está bien así—asegura el obstetra—. Ahora vamos a revisarte. Además, tendrás que pedir un análisis de sangre y otro de orina para tener un panorama general de tu estado de salud.

El tipo parece muy serio, poco amable, pero directo. Supongo que es la actitud que han de tener los médicos de su especialidad, no lo sé, si fuese demasiado cariñoso luego me pondría un poco incómoda que me meta mano, nunca antes hice una visita como estas al médico, pero he de admitir que en esta ocasión es un tanto diferente el panorama al cual asistían mis amigas cuando iba a la escuela. Bueno, "amigas", nunca las tuve en un sentido estricto de la palabra, escuchaba a las chicas en Educación Física que lo decían, pero casi al pasar, no imaginaba que podría llegar a suceder algo así.

No tengo idea de qué podría traer como consecuencia esto, pero estoy segura de que no me haría del todo bien una situación cercana a la incomodidad que me suele generar una persona metiéndome mano de manera íntima.

Una vez que me recuesto en la camilla que me indica, él prepara unos guantes mientras me pregunta y se ubica a mi lado:

—¿Cuándo fue la última vez de tu periodo?

—No lo sé...no lo recuerdo... ¿Cinco semanas quizás?

—¿Tienes a ser irregular?

—No, soy más bien como una regla, cada tres semanas y media, por lo general, ya estoy teniendo mis asuntos...

—¿Tu menstruación?

—Sí, eso.

¿Quiere que lo diga por su nombre?

Acomoda una banqueta a mi lado.

—¿Y quién te asesoró en ácido fólico?

—Una...amiga.

—¿Se puede saber el motivo de un embarazo deseado a tan corta edad?

Inspiro profundamente.

Hago silencio.

Un segundo.

Dos.

El médico me separa las piernas, ni siquiera me toca la ropa luego de que yo misma lo hago y me decido a responderle:

—N-no... Me temo que no puede saberse...

Asiente con un simple "ajá" que ni siquiera le implica abrir la boca para hablar y hace lo suyo al examinarme.

Dios santo, ¡esto es un caos!

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora