43

297 40 4
                                    


—P...papá...

—¿Hija? Por todos los cielos, hija. ¿Qué es lo que sucede?

El dolor en mi pecho es atroz, no lo tolero más, no sé cuánto más podré permanecer así sin que estalle en mil pedazos.

Ando por la calle en medio de la noche, sabiendo que no es un buen momento para salir a andar a escondidas del señor y la señora Green luego de que se preparaban para irse a acostar. Probablemente ni se dieron cuenta de que he salido. Necesitaba esto, estar sola, aunque sepa que puede que esto sea un gravísimo error.

—Yo... Te... Te extraño, papá—le digo, con el dolor atravesándome la garganta—. Lo siento tanto, realmente creía que podría hacer esto.

Parece alarmarse. El ruido de fondo me indica que tenía el volumen alto de la TV y al escucharme decir esas últimas palabras se ha decidido a bajarle para prestar atención posiblemente a lo que tengo para quejarme.

Bah, no. No no es una queja, posiblemente sea mucho más que eso, no tengo manera de poder describir el dolor que me embarga desde la muerte de mamá, lo cual se ve multiplicado ahora con todo esto que está sucediendo, no estoy segura de qué sea lo que tenga la capacidad de calmar la profundidad de la herida que me carcome ahora.

—De...de qué hablas, a...a qué te refieres con que no sabes si podrás hacerlo, hija... No me asustes, por favor.

La congoja intenta quedar de lado al momento que intento hablarle y decirle las palabras necesarias para poder articular algo coherente:

—Que no puedo, papá... No puedo ser parte de lo que el matrimonio Green...quiere hacerme partícipe. Yo no puedo. No he...no he nacido para esto, me temo que no podré adherir, lo sien...

—Hija. Detente. Por favor. Dime, ¿dónde estás ahora?

—He salido a caminar, me encuentro andando por... No lo sé, por un parque... No conozco mucho de la ciudad.

—Entonces vete a un lugar seguro, ya es casi medianoche, regresa a casa con los Green y lo hablamos por la mañana, ¿vale?

—¡No!—me saltan las lágrimas mientras sigo andando sin parar a paso apresurado—. No puedo, papá, necesito hablarlo ahora y no puede ser ahí dentro con ellos, no puedo ser parte de esto. ¡Ya no más!

—¡Bien! Bien, dime, cuéntame qué es lo que ha sucedido, mientras busca dónde quedarte que esté iluminado y en lo posible que se mantenga alguien de vigilancia cerca.

—Pues, yo... El señor Green y yo...

—¿Ya hicieron la inseminación, Megan?

Que lo diga con esa rudeza me deja de piedra y cuatro palabras se clavan en mi cabeza de la misma manera que lo vine evitando todo este tiempo.

Él insiste.

Parece ser que lo único que le interesa es que su parte del pacto se haya cumplido como es debido y nada más.

"Mi papá me vendió..."

—Hija—reitera del otro lado—, ¿ya está hecho sí o no?

—Yo... Me temo que sí, pero fue por el método más bien...natural.

Un segundo tan potente y profundo transcurre que podría hacer perceptible una caída de alfileres entre los dos en mitad de la comunicación. Dos segundos. Tres. Cuatro. Mientras más pasa, más me atraviesa la desesperación y la crisis de angustia que me invade como en mucho tiempo no había sucedido.

Solo recuerdo que una vez algo así se hizo factible y fue cuando me enteré que no sería una opción el quedarme completamente sola en el mundo sin mi madre para apoyarme y a sabiendas de que papá no podría costearme un futuro universitario, eso solo podría ser factible tomando caminos muy poco viables y por fuera de lo que cualquier sistema pudiera comprender.

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora