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—Confía en mí.

Mi corazón palpita tan fuerte como mi sexo al incorporarse con su miembro erecto entre mis pliegues que arden por recibirlo.

Mentiría si digo que no esperaba que esto sucediera, lo vengo queriendo desde el primer momento que he podido ser capaz de admirarlo con ojos distintos a los de aquella niña que se hacía una idea del amigo de papá como un señor amable y paternal.

Hoy el agua caliente me ablanda los glúteos para relajar la musculatura interna de mi vagina y su verga erecta se posa con la punta hinchada en mi sexo y me hace arrancar un gritito mientras me inclino sobre su hombro, siendo atravesada por una sensación cercana a que él es capaz de romperme.

Sus brazos rodean mi cintura mientras me inclino hacia adelante, segura de que está haciendo todo lo posible por entrar en mí de la manera que pueda ser más agradable, pero no es suficiente contra el deseo y el dolor que colisionan en partes iguales para mí. El calor del agua me invade y ya no sé cuánto sudo y cuánto es la humedad del ambiente lo que me pone así.

—Vas bien, mi amor—asegura él, volviéndose hasta mi pecho y enterrando el mentón entre mis senos.

Lo veo sacar la lengua y tocar con la punta mis pezones puntiagudos que empieza a lamer como tiernas cerezas.

—¡A-aah!—gimoteo, al sentirlo.

Él sigue marcando un camino de lametazos circulares de paso por mi pezón izquierdo hasta derecho a medida que la excitación me va permitiendo abrirle camino a su sexo que se sumerge más y más adentro en mi cuerpo.

—¡Cielos!—pido clemencia, sintiéndolo arrasar con mi estabilidad física y emocional.

—Tranquila—asevera, volviendo su boca a mi rostro y cerrando mis gimoteos contra sus labios que me envuelven—. Te amo, Megan. Eres hermosa, adorable y solo quiero cuidar de ti. ¿Tú sientes lo mismo por mí?

—A...ay...Yo...

Mientras hablo siendo que algo se relaja en mí y termina por entrar al menos la mitad de su verga, me doy cuenta porque su ingle no llega a tocar mis zonas bajas.

—Sí, se...señor—farfullo, presa de la sensación—. Ah, lo amo...

—Te amo. Así dilo, Megs.

—Yo...

—Hazlo por favor.

Se desliza hacia afuera una vez que comienzo a sentir mi musculatura baja acomodándose a su verga para luego volver a entrar y ruego que no se salga de nuevo, principalmente porque comienzo a sentir placer de tenerlo dentro de mí tras el hecho de que me rompa, atravesándome con su miembro viril.

Sale.

Vuelve a entrar.

Es corto el trayecto, no quiero imaginar el daño que me haría sacándola y metiéndola toda, por completo.

—Yo...

—¿Sí, Megs?

—Te amo, señor Green.

—Christopher—asevera en una extraña sensación de tuteo.

—Te amo, Chritopher...—asevero, tratando de sacar la frase de corrido.

—Oh, mierda, Megan, eres increíble—asevera, empujándome con todo mi hemicuerpo superior hasta su torso obligándome a abrazarlo con mis manos ancladas alrededor de sus hombros y mis uñas enterrándose en sus musculosos omóplatos mientras mi mentón reposa en su amplio hombro izquierdo.

—Te amo, amor mío, dónde estuviste todo este tiempo, te amo tanto, eres fabulosa—asevera, entrando y saliendo sin parar, haciendo cada vez más arduo su recorrido.

—¡AH!

—Mi amor...

—¡Señor Green!

El ardor comienza a hacerme sentir como si una corriente de placer me atravesara en cada punto que el dolor no me desgarra, en una lucha por llevarme a colapsar en cualquier instante.

—Megan...

—¡AH, CIELOS!

—Eres tan apretada, tierna y deliciosa...

—¡A-ay! ¡S-señor...Green!

—¿Sí?

—¡Creo que voy...que voy a...!

¡Creo que voy a estallar contra su verga enterrada en mí y eso no está bien, es peligroso, es cochino, no...!

—Hazlo—me invita, volviendo su rostro al mío y me mira a los ojos con sus pupilas más dilatadas que la luna llena—. Hazlo, amor.

—Yo... ¡AY!

Y no lo contengo más, cuando siento que su verga se hincha en mi interior y también se deshace en un estallido que lo lleva a soltar también un gruñido ronco y un gemido desde lo más profundo de su garganta.

—¡AH!—grito, anclando mi boca a la suya y dejándome ir en su verga que, estoy segura, esta vez me ha alimentado con toda su leche espesa, esta vez, desde mi sexo torturado—. A-ahh...

Sus gemidos se convierten en una respiración agitada mientras intento recobrar la cordura y mi boca se encuentra con la suya, envueltos en un abrazo arrasador.

—Mi amor, Megs... Eres fabulosa... Te amo...

—Yo...yo también...lo amo...señor Green...

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora