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Llevo mucho tiempo desde que me acosté hasta el punto en que por fin he intentado conciliar el sueño para poder entrar en un ligero estado de duermevela, sin embargo, la angustia me empuja a abrir los ojos de golpe con un sacudón que viene acompañado de un dolor en mi pecho como si fuese un puñetazo que viene desde adentro hasta obligarme a saltar de los mundos oníricos donde permanezco sumergida. Segura de la vida que me toca, opto por poner música relajante en mi móvil super bajito para no molestarles a ellos, me la coloco debajo de la almohada, me coloco de costado y comienza una meditación guiada para poder dormir. No me había dado cuenta de que así era, pero el móvil me ha dado la determinación de que es lo que necesito ahora, así es por lo que termino optando finalmente.

"Cierra los ojos" me dice una voz aterciopelada que parece acariciarme con su manera de dirigirse a mí, "imagina que tienes sueño...mucho sueño...ponte en posición de dormir como si fueses a tomar una siesta. Exactamente como si fueses a tomar una siesta." Bueno, pretendo dormir algunas horas de corrido y ya son más de las dos de la madrugada, pero mi cabeza es una máquina que no para de hacerme pensar en cosas tan horribles que me empujan a no poder descansar, así que sí, es lo que más necesito ahora, tomar esa bendita siesta. "A continuación, imagina la persona que quieres ser, un hecho algo fáctico que se pueda concretar, que esa imagen fabulosa inunde tus pensamientos. Imagina que tu silla está en otro lugar, que tú eres esa imagen tan magnífica que tu mente remite ahora mismo" me indica y una imagen clara surge de inmediato.

Una mujer exitosa recibiendo mi titulación universitaria, siendo abrazada por mi madre, pero debo recrear este punto sin ella, ya que no puede formar parte de lo que implica "un hecho fáctico". Ella no puede formar parte de lo fáctico que pueda ser tal idea, así que deslizo solo la imagen de mi padre orgulloso de mí mientras recibo mi titulación y comienzo a hacerme la idea del fabuloso devenir que me espera, habiendo progresado en mi trabajo, siendo una referente joven imprescindible en la tarea. Me imagino así, pienso en que estoy en ese sitio, que soy esa persona, que he podido conseguir todos mis objetivos, pero en lo real también aparece la imagen del señor Green con su esposa desde el público de la universidad, sosteniendo a un pequeño que tiene mis ojos, mi rostro, trago grueso incómoda por lo que me toca, viéndoles tan felices y sabiendo que ese hombre tan atractivo sosteniendo a ese niño hermoso no es más que una pista lejana de lo que yo jamás podré ser, de lo que tuve que entregar para poder tener a cambio esta situación, sintiéndome de pronto una persona horrible saliendo de la ensoñación de golpe en la que me había metido.

Sin embargo, esta vez no consigo sacudirme como en las anteriores ocasiones que quise traer a cuenta una posibilidad de vida que me traiga una cuota de avistajes a mi interior ya que el mundo se vuelve elocuente, pequeño, diminuto, ante los brazos que me sujetan por detrás en un abrazo y el pecho fortísimo en el que mi nuca se afirma. De no ser por la realidad de su perfume y la virilidad de su tacto, hubiese pensado que al fin pude concretar mi estado de sueño, pero estoy despierta. El señor Green está acá conmigo, abrazándome por detrás en mi pequeña cama, los dos apretujados contra la pared de la habitación en la que ellos me dan alojamiento y me dice al oído:

—Chissssst. Tranquila...estarás bien, ya verás.

—Señor Green...

—Calma—. Reposa un tierno beso sobre mi mejilla al descubierto mientras me estruja contra su cuerpo y siento que por fin ese apretón me retrotrae por primerísima vez a algo de calma en medio de un caos tan grande que siento dentro de mí. Siento...empatía de su parte, calidez.

—¿Qué sucede? Su esposa... No estará de acuerdo con que usted esté aquí. —Es evidente que a Margaret no le hace gracia que esté manteniendo tanta cercanía con su marido, antes parecía ser solo un gesto paternal, pero ahora me ha quedado claro que solo fueron flores para luego recibir el puñal, o el verdadero motivo por el cual quieren que me sienta bien entre ellos.

—Tú no te preocupes por ella, verás que estará todo bien, ¿sí?

—Yo...

—Te amo, linda. Te amo.

No me gusta que me diga eso, es lo que se le dice a alguien a quien se aprecia realmente, es lo que debe decirle a su esposa, no a mí. Que vaya a venderles mi vientre para que me inyecten leche paterna, no significa que todo en mi vida ahora signifiquen cosas buenas en absoluto, no sé cuán falso o real es lo que dice sentir por mí ni de qué manera se supone que me quiere a mí, que me ama, porque ya me cuesta pensar en que las cosas ahora puedan ser de manera distinta a lo que el mundo quiere para mí. Yo no soy una chica buena, yo no soy la clase de persona que soñaba ser tiempo atrás, ¿en qué me he convertido? ¿Vender una parte de mi cuerpo a cambio de un beneficio económico? ¿Qué diferencia hay con la prostitución? Tampoco es que una vida de la calle pueda ser un problema o algo que me traiga prejuicios, pero sí estoy segura de que es mucho más complejo de lo que cualquiera se podría imaginar mi condición.

Sus brazos me encierran.

—Señor Green...

—¿Qué pasa, cielo?

—No podía dormir.

—Lo sé, amor. Lo sé. Tranquila. Yo te protegeré para que puedas conciliar el sueño.

—¿Por qué lo hace?

Él emite un corto silencio para luego confesarme:

—Yo... Rayos, no puedo explicarlo fácilmente. Es solo que no quiero que lo que sucedió antes sea motivo de preocuparte, eres una chica maravillosa y tienes todo lo que quiero para ser feliz.

—¿Tengo la posibilidad de dar hijos?

—No lo digas de esa forma, por favor. No eres solo eso.

—Pero es el motivo...por el cual...usted y su esposa me están dando un hogar y se fijaron en mí.

El trabajo, la universidad, el hogar, la comida, las deudas de mi padre con el mercado, las que quedaron con las famacéuticas por la enfermedad de mamá.

—Mírame—me pide—. Megan, date la vuelta por favor.

Si bien la cama es de plaza y media, puedo apenas moverme, siendo yo tan pequeña y él tan inmenso, las proporciones encajan de cierto modo. Una vez que lo tengo de frente, su pectorales firmes quedan delante de mí y el corazón se me ensancha como una represa en cuando siento el suyo palpitando con fuerza. Lleva puestos unos pantalones de pijama, nada más que eso.

Ay, se va a enfermar.

Saco un poco de cobija y lo cubro hasta la cintura.

Él desliza dos dedos por debajo de mi mentón y me levanta el rostro hasta centrar la vista en sus ojos en medio de la oscuridad, la cual se ve obstruida por una tenue luz que llega desde la ventana abierta y la luz del pasillo mientras la puerta de mi habitación permanece semiabierta.

Lo observo.

Y me pierdo en su mirada.

—Megs... Eres una chica con talento. Una chica brillante, hermosísima y grandiosa. No dejes jamás que nada ni nadie te haga pensar lo contrario, ¿estamos? Solo mereces lo mejor en tu vida y no debes subestimar tu trabajo ni la clase de persona que puedes llegar a ser. Es cuestión de que... Demonios.

—¿De qué, señor?

Él parece dudarlo, pero me lo dice al fin. No entiendo por qué le cuesta tanto.

—De que encuentres a alguien que te sepa amar como mereces. Nosotros juramos darte la protección y el amor que sean necesarios mientras esté eso a nuestro alcance, ¿sí? Por eso es que te amo tanto.

Reposa un beso tierno en mi frente, luego en el puente de mi nariz para luego reposar uno dulce y un poco más duradero sobre mis labios con una ternura que me toca el corazón como nunca antes un beso suyo lo consiguió.

Qué va, estoy pensando estupideces. Siempre sus besos me llegan al corazón, pero de alguna manera consigue que el siguiente me haga estremecer aún más que los anteriores como si no hubiesen llevado la intensidad y la fuerza que en verdad llevaron.

—Gracias...señor—le digo con la voz un poco quebrada—. Es muy importante lo que hacen por mí.

—Oh, mi vida.

Y me envuelve nuevamente entre sus brazos, esta vez con mis ojos empañados en lágrimas reposando sobre su pecho, sintiendo por fin algo de la paz que necesito para sentirme a gusto con el sueño que, ahora segura contra él, no tarda en llegar.

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora