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¿Alguna vez te sentiste observada? ¿Alguna vez tuviste la sensación de que alguien te estaba mirando, aún en mitad de la oscuridad de la noche? Así me despierto, segura de que algo estuvo a los pies de mi cama observándome.

Nunca fui de cerrar la puerta de mi habitación cuando se trató de ir a la cama, asunto que esta vez comienza a darme mala espina ya que, en cuanto abro los ojos, siento una congoja horrible. ¿Y si esa sensación fue sentir la presencia de mi madre? Ella nunca fue alguien que decidiera pasársela chismoseando a los demás, siempre me dio mi espacio, pero cerrar la puerta del cuarto podría implicar cosas extrañas así que no quería desatar ninguna mala idea en ellos y decidía mantenerla abierta, a excepción de las ocasiones en que salía de la ducha y me cambiaba acá.

Doy un suspiro, pensando si fue mi madre cuya presencia extraño con todas mis fuerzas, elucubrando una idea que podría parecer un borde denso entre lo paranormal y la locura. ¿Y si todo esto fue una señal de que la decisión de irme a Nueva York es la correcta? ¿Y si vino para decirme que todo estará bien y que no tengo nada de qué preocuparme? Recuerdo entonces que el matrimonio Green se han quedado esta noche en casa para irse mañana conmigo y que hay una posibilidad de que la luz encendida del pasillo sea porque ellos no conocen el camino hacia el baño que queda en el otro extremo. ¿Existe alguna posibilidad de que alguno de ellos haya pillado a mi madre espiándome mientras dormía, para darme una señal de que estoy tomando la decisión correcta?

En el silencio de la noche, percibo que alguien tira la cadena del baño y deduzco que no estaba en lo errado mi idea de que podría haber sido ella.

Me cubro con la sábana hasta la cintura para cubrirme las piernas ya que tengo la blusa y los pantalones cortos de mi pijama y espero a que pase.

Descubriendo así que el cuerpo de metro noventa del señor Green se pasa por el pasillo vistiendo sólo la tela de su bóxer, marcando su atlético cuerpo bronceado, de nadador y empresario en el ámbito deportivo, entre otros rubros a los que se dedica en inversión. Algo presiona fuerte mi pecho en cuanto noto que cruza y arroja un vistazo en mi dirección al interior del cuarto.

—¡S...señor Green...!—le digo, tratando de mantener el tono como un cuchicheo a fin de no alterar a nadie.

—Megan—me dice él, con la voz baja.

Nunca antes lo había visto de esta manera al amigo de papá, pero es cierto que la tela apretada de su ropa interior se encuentra formando una tienda de campaña que me deja la boca seca.

¡Santo cielo! ¡De seguro se debe a que necesito beberme un vaso con agua de esos nocturnos que me ayudarán a no deshidratarme por un sueño invasivo!

—S...señor—murmuro en cuanto él avanza caminando en mi dirección. Mis ojos pasean de sus ojos a la oscuridad de mi habitación, tratando de no volverme loca con tal de evitar mirarlo a la cara o a sus pectorales, a sus abdominales definidos a la perfección o a sus ardientes brazos anchos o al bulto que le debe estar incomodando en la tela que lo aprisiona debajo de la cintura—. ¿P...puedo hacerle una pregunta...? Dis...disculpe.

Por un instante, en el paso de la luz del pasillo a la oscuridad de mi cuarto, estoy segura de que su bulto ha marcado una pequeñísima mancha de humedad que deduzco ha sido una gota de orina que puede haberle quedado al guardarse su aparato reproductor masculino nuevamente en su ropa interior y yo estoy aquí incomodándolo y siendo una absoluta molestia para su intento de volver a descansar con su esposa en el cuarto donde dormían mis padres y ahora él se los ha cedido con la cama matrimonial optando por dormir en el sillón de la sala.

—Dime, Megs. Puedes decirme y preguntarme todo cuanto desees, lo sabes.

—Yo...

Él sigue caminando y se sienta a los pies de mi cama. Corro rápidamente mis pies para evitar el contacto con su parte de atrás en el momento que se ubica para darme contención en medio de una noche que me ha resultado demasiado compleja como para no pensar en lo mucho que deseo la cercanía con él.

Inspiro hondo y le digo al fin:

—¿Usted vio algo de camino al baño?

Puedo notar cómo frunce el entrecejo y me contesta:

—No estoy seguro, lo dudo. ¿Por qué?

—Me...me pareció que había alguien observándome... Fue solo una idea tonta, lo siento mucho....

Él traga grueso, incómodo y me explica:

—Quizá fue un sueño demasiado vívido, Megan. No tienes de qué preocuparte. —Se acerca más y con su mano corre un mechón de cabello que cae en mi rostro hasta incorporarlo a un costado de mi oreja—. No tengas miedo que una vez que estés con nosotros en Nueva York estarás a salvo, tenemos cámaras de seguridad en todo el edificio y podrás tener tu privacidad.

—¿Privacidad?—pregunto.

—Claro. Podrás dormir con la puerta cerrada. ¿O la dejas abierta por algo en especial?

—Yo... Por la luz.

—Oh, lo veo. Entiendo. Como una buena niña pequeña siempre acostumbraste a dormir con una luz encendida, ¿cierto?

Asiento con un movimiento de cabeza, un poco embebida con su perfume que me llega a tan corta distancia.

—S...sí—confirmo.

—Bien, cariño. Descuida. Será como decidas que sea, Margaret y yo no interferiremos en tu privacidad.

—¿Las cámaras están en la habitación...también?—en cuanto le suelto la pregunta, me siento tonta y arrepentida así que le excuso de inmediato—. ¡Pregunto...porque no me molestaría, sino...!
—¡Ja! Descuida Solo hay en la sala y la entrada al apartamento del edificio. Es bastante amplio y muy bonito, no tienes de qué preocuparte, estarás a salvo con nosotros, en verdad... Ahora es mejor que descanses, ¿sí?

—Sí, siento mucho la molestia—le digo.

Acto seguido se acerca, reposa un beso en mi frente y se aparta. En cuanto está nuevamente de pie frente a mi, noto que la tienda de campaña de su bulto le está torturando aún más.

¡Rayos! ¡Le he incomodado! ¡Qué tonta! ¡Debe de estarle doliendo y todo por mi mísera culpa!

—Buenas noches—me dice.

Cubro con la cobija hasta mi cuello y le digo:

—Buenas noches, señor Green. Hasta mañana.

Me dirige una sonrisa muy paternal que me deja el corazón conmovido y termina por salir finalmente.

En cuanto estoy sola, elevo una oración en voz muy bajita:

—Mami... Gracias por mandarme al tío Chris y a tía Margaret. Son grandes personas y entendí tu señal. Iré con ellos, estaré al pendiente de papá e iré a la universidad el próximo semestre tal cual tu siempre hubieses querido. ¡El tío Green me lo facilitará! Es un hombre tan bueno.

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora