—Cariño, estoy muy orgulloso de ti.
—¡Papá!
En cuanto lo veo entre la multitud de padres luego de que terminamos de recibir nuestros galardones y arrojar al aire nuestros elementos indican haber concluido ya con esta instancia clave en mi vida escolar finalizada, se acerca a mí y me abraza con fuerza. Está tan conmovido como yo, pero la decepción también atraviesa mi pecho al darme cuenta de que ha venido.
—Cariño, eres magnífica.
—G...gracias, papá.
En cuanto termina, observo en todas direcciones, sobre todo en las sillas por si se ha quedado alguien que esperaba que me viera recibir mi premio al mérito estudiantil al cual durante tanto tiempo me estuvo animando diciéndome que soy la mejor y que debo tener fe en mí misma porque todo saldrá bien.
Ella no está aquí.
No ahora.
—Papá—insisto—. Dónde está ella...
—Cariño—su voz se quiebra y la capa de lágrimas que recubre sus ojos se deja caer en dos charcos mientras me explica—: Cariño, lo siento mucho, pero no pudo llegar.
—¿A qué te refieres, papá?
—Cielo... mamá tuvo que entrar de urgencias al hospital. Siento tanto que no esté aquí en este momento con nosotros.
—¡Pero...papá! ¡Me lo tendrías que haber dicho en un primer momento!
—Tu madre no quería arrruinarte la ceremonia de graduación, cariño.
—¡Ella está enferma, no puedo pensar en otra cosa más que en eso ahora!
—Te veías tan feliz sobre el estrado. Ella no hubiese querido arruinar ese brillo en tus ojos, cielo mío.
—Necesito verla.
—Y la verás, pero no ahora.
—¿Por que?
—¿Y si vamos por un café? Hay algo que tenemos que hablar, pero primero imagino que querrás despedirte de tus amigos quienes se ven muy animosos festejando por allá. ¿Qué dices?
—¡Señorita Megan!
La profesora Kinky se aparece desde uno de los costados lista para felicitarme, pero nota que mi gesto acaba de pasar forzadamente de la tristeza y el dolor a un intento de alegría. Ella parece incomodarse, pero le dice de inmediato a mi padre:
—Felicitaciones, señor, tiene usted una hija brillante.
—Muchas gracias, profesora. Sé que es una mujer muy valiosa, brillante y que será grande en lo suyo.
—Soy su profesora de Literatura... O lo era. Quiere ser escritora y lo hace fenomenal, sin duda que será grandiosa en eso, solo es asunto de poner a germinar esa semilla de talento que tiene.
Papá baja la cabeza.
Ella se vuelve a mí y me pregunta algo que me tiene con muchos interrogantes y no hace más que ahondar en las heridas.
—¿Y, Megan? ¿Ya sabes dónde vas a estudiar? Imagino que más de una universidad ha de haber aceptado tu solicitud.
ESTÁS LEYENDO
El Socio de Papá
RomanceMegan acaba de terminar sus estudios de bachillerato y quiere ayudar a su familia antes de empezar la universidad. Su madre acaba de morir y su padre está con graves problemas en el negocio familiar. Sin embargo, recibe una prometedora propuesta que...