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Me gusta este hombre, pero no estoy segura de si alguna vez se tomó el tiempo de pensar en mí de la misma manera que yo pienso en él.

Hay reunión de equipo en la compañía; Helia yace a un lado mientras que Pete permanece al otro lado. Cada área pasa su reporte, sin estar del todo alerta de mi parte ya que solo pienso en lo que ha sido mi examen médico.

Mientras el señor Green habla, se me traba la voz con cada palabra que intento enunciar. Me saca de quicio la manera en que otras mujeres de otras oficinas le miran, se ve tan atractivo con una mano en su bolsillo enseñando delante de la pantalla donde se visualiza el proyector de altísima calidad.

No sabía que podría llegar a sucederme esto, de ponerme, ¿celosa? Puede que solo sea idea mía, que ni siquiera le estén mirando, puede que no esté en mis planes la opción de que piensen lo mismo que pienso yo al notar la manera en que su nuez de Adán se mueve al hablar, ni tampoco el bulto en su bragueta cómo se arquea al cambiar el peso de una pierna por la otra.

Ni tampoco cómo se relame cuando se le resecan los labios, o la seguridad en su voz mientras otorga las coordenadas necesarias para que los demás puedan orientarse y estar a la altura de su explicación.

Es atractiva la manera en que se mueve de un punto a otro, con la imponencia que tiene su porte, ¿acaso podría estudiar otras alternativas que me hagan creer más en mí misma de lo que las inseguridades me poseen, como si todo el mundo fuese potencialmente peligroso? Es que no puede ser más perfecto y más...¡cabrón! En partes iguales. Lo sé, no suelo decir palabrotas, pero ponerme sucia de conciencia también ha dejado expuesto mi vocabulario, no hay de qué preocuparse.

Una vez que finaliza, lo aplauden, otros le hacen preguntas, pero Pete es quien se luce a continuación con su exposición que sigue el área en la cual el señor Green va tomando apunte al respecto. Sabe mucho acerca de los temas que está abordando, no hay peligro en su manera de hablar o de determinar cuánto me quiere o no, si es que lo hace, pero me pone tensa que estén tan cerca luego de que se confrontaron por mi culpa.

No pongo en duda cuánto me quiere Pete, pero el ambiente puede cortarse como con tijeras cuando el señor Green lo detiene para preguntarle acerca de la exactitud de las métricas, como si pusiera en tela de juicio algunos conceptos.

El reloj es un tic tac que me pone a mil mientras mi amigo le responde como si bateara a cada prerrogativa con una exactitud que me deja atónita.

Sí, estan compitiendo.

¡El señor Green está compitiendo por mí! Absurdamente, porque no sabe que Pete es gay y que está perdidamente enamorado de Richard, aunque este último no encuentre de qué manera confesarle a su esposa que su corazón le pertenece a alguien más. ¿Será Richard realmente bisexual o es solo para ocultar lo que siente por mi amigo? Ya tiene demasiadas cosas de las qué preocuparse y en qué pensar, no basta ahora con la opción de que tengo que exponerlo a dificultades.

—Muchas gracias, Pete—le contesta el señor Green—, has efectuado una exposición brillante. Felicitaciones.

—Gracias, señor Green. Es un honor que me lo diga.

—Te lo mereces, estoy orgulloso de tenerte en mi equipo, Pete. —Definitivamente esas palabras no me las esperaba, de todos los que han expuesto hasta ahora (el señor Green no tiende a ser el primero ni el último, según me explicó Helia antes de entrar)—. Cada una de las personas que están acá tienen un talento muy importante; eso mismo es lo que me hace pensar en que quizá tengo un don—suelta una risita en su exposición y me siento halagada por lo que comenta—, un don para sentenciar cuándo son impecables en sus palabras y cuándo tienen mucho más para dar, cuando pasan a la acción, cuando los efectos saben de qué manera ejecutar correctamente una opción. Yendo a tu trabajo en específico, Pete, creo que tienes mucho para dar. Por ello es que te he propuesto para cubrir el cargo de gerente ejecutivo en la sede de nuestros socios australianos, esta oportunidad ha sido la mejor para darme cuenta de tienes inmensas posibilidades de prosperar en lo que haces.

Todos emitimos un intenso "ooohhh" que nos deja super sorprendidos, ¡caray, Pete se irá a Australia con un cargo del mismo nivel ejecutivo que el señor Green y, probablemente, ganando mucho más! ¡Es una locura!

Pete queda pasmado.

Parpadea.

Sus ojos se llenan de una capa de lágrimas, pestañeando y humedeciendo el contorno de su mirada glacial.

—P...pero... Vaya... Yo...

—¡Los números no le dan miedo, pero ahora sí que se queda sin palabras!—suelta Helia, sumida en el orgullo.

Todos sueltan una carcajada que le quita tensión al asunto.

—Realmente espero que puedas tener la oportunidad de tomar esta opción—asegura el señor Green—, aunque estés a un océano de distancia, seguirás siendo de nuestros predilectos en el equipo...

"A un océano de distancia".

¡OH, NO!

¡EL SEÑOR GREEN QUIERE MANDAR A PETE LEJOS!

¡OH, CARAJO! ¡RICHARD! ¡LE ROMPERÁ EL CORAZÓN!

El Socio de PapáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora