Prólogo: El Deseo

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Sirius Black se removió incómodo en su asiento y miró de reojo como Lily amamantaba a su ahijado. Notando su mirada, su mejor amigo James, puso los ojos en blanco.

-En serio, Padfoot. Hace ocho meses que Harry está con nosotros, ¿y todavía no te acostumbras a ver a Lily dándole de mamar? –sonrió con burla.

-No es eso –frunció los labios-. Es qué…

¿Cómo decirlo…?

"¿Quiero un bebé?" ¿Desde que estoy con Harry cada día me ha entrado la nostalgia de querer tener un niño propio, pero no quiero casarme? ¿Quiero ser padre, pero sin la necesidad de tener una mujer (o mago hermafrodita) y pasar por los nueve meses de embarazo? O de última… ¿Estoy pensando seriamente en adoptar un niño? La verdad es que ni él mismo sabía de dónde había salido este sentimiento y estaba un poco horrorizado por el hecho. Él no sabía absolutamente como cuidar de un niño (no podía hacerlo de sí mismo tampoco), pero desde que Harry estaba con ellos e interactuaba diariamente con él, la loca idea de querer criar a un bebé él mismo no le salía de la cabeza.

Y él no era un rebelde sin causa por nada. Si había algo que Sirius Black quería, él lo conseguiría.

-Hola, espero que no lleguemos tarde.

La voz de Remus lo salvó de responder algo que todavía no se había planteado el cómo decirle a sus amigos. Y tal vez, estar cerca de Remus, hiciera que esa idea loca que tenía se fuera un poco de su cabeza. Porque la pequeña gota de agua de Lucius Malfoy que estaba en los brazos de su amigo le quitaban todas las ganas de criar un niño.

Si Harry Potter era cariñoso, risueño y amable, Draco Malfoy era gruñón, demasiado dependiente de su madre y arisco con cualquiera que no conociera. Él parecía tener un particular desdén para todos los Gryffindors que no sean su propia madre. Algo calcado de su padre, si le preguntaban.

-¿Estás aquí, Moony?– dijo con sarcasmo-. No puedo creer que Malfoy le haya sacado el candado a la cadena que te ata a su cama, para que puedas venir.

Remus fulminó a su amigo con la mirada.

-Es por actitudes como la tuya que mi marido no quiere que deje mi casa para venir a visitarlos –gruñó.

-Él tiene razón, no fastidies, Sirius –regañó Lily.

James por supuesto, no salió en su defensa, demasiado temeroso del genio de la pelirroja, así que Sirius se cruzó de brazos y se enfurruñó, maldiciendo el día en que Moony conoció a Lucius Malfoy.

En parte era su culpa, maldición; porque a él se le había ocurrido llevar a sus amigos a la fiesta de compromiso de su prima Narcisa, con el simple objetivo de fastidiar a la familia Black.

En esa misma fiesta, Remus había tenido la posibilidad de ser presentado a Lucius Malfoy y tratarlo. Las chispas habían volado entre ambos, inadvertido para todos. Los Merodeadores y Lily, se enteraron demasiado tarde del gusto del licántropo por lo prohibido, porque cuando quisieron saber por qué su amigo actuaba tan nostálgico, recién él les dijo que su corazón estaba roto, porque al día siguiente su amante secreto y amor de su vida se casaba con otra.

Mucho a su horror, él único que se casaba al día siguiente, era justamente el heredero Malfoy. Y estando tan shockeados por la noticia, no supieron si alegrarse y aliviarse porque el bastardo se casaba o apenarse por Remus.

El alivio ganó, por supuesto.

Ese era el peor de los Slytherins y era mejor que esté bien lejos y casado con otra de su especie.

Pero ninguno de ellos contó con que la mano del Destino intercedería allí. Era rigor hacer exámenes a ambos futuros esposos para saber de su fertilidad, así se aseguraban que la unión traería descendientes, que era lo que más se buscaba en estos matrimonios arreglados. Con la mano del Destino en ello, los exámenes tiraron que Narcissa era prácticamente infértil y debería tratarse mucho para lograr embarazarse.

Quiero ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora