Capítulo 35: El otro cara de serpiente

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Finalmente llegó al lugar donde McGonagall le dijo que debería ir y se sorprendió al entrar.

-¿Deidara, tío Remus, abuelo? ¿Qué hacen aquí?

-Hola a ti también, otouto –masculló Deidara, cruzándose de brazos.

-Los organizadores han decretado este día en especial para que los campeones tuvieran una visita de su familia –contestó Abraxas.

-Y como tu padre ni padrino pudieron venir, nos pidieron a nosotros que lo hagamos –dijo Remus, abriendo los brazos para recibir al niño que consideraba un sobrino. Harry hizo muecas y abrazó al hombre lobo.

-Ey, lamento la tardanza, pero ya estoy aquí –dijo Bill Weasley, haciendo muecas-. Charlie tuvo algunos problemas con su partida y me pidió que lo ayudara –agregó, parándose al lado de Deidara que ni lo miró.

-Uh, bien –masculló Harry, confundido.

¿Por qué Bill, de toda la gente, estaba allí? No era que no lo considerara familia, pero se le hacía raro que esté allí. Remus rodó los ojos al ver la ingenuidad de Harry, en serio, si era casi obvio. A su lado, su suegro sonrió malicioso. Al parecer, de toda la familia eran James y Harry los únicos que eran inconscientes de que algo había entre Deidara y Bill.

-Ven, Harry, quiero darte algo –dijo Deidara, apartándose con su hermano adoptivo a un rincón. Le entregó un instrumento de metal en las manos.

-¿Qué es esto?

Deidara miró para todos lados y notó que un hombre del ministerio fruncía el ceño en su dirección. Tosió nervioso.

-No te lo puedo decir, pero sé que te va a ayudar para la segunda tarea –susurró-. Pregúntale a Naruto, esto es un instrumento shinobi y él te va a explicar cómo funciona.

Después de decirle eso, Harry asintió, guardó el objeto en su bolsillo y luego los dos muchachos regresaron a donde estaban los otros tres y Deidara congeló al ver a una muchacha muy bonita darle una mirada que no le gustó para nada a su amante. El chico de Iwa frunció el ceño y, sin pensarlo, trabó unos de sus brazos sobre el de Bill.

-¿Deidara? –jadeó William con sorpresa.

-¿Qué? –gruñó, todavía mirando a la rubia. Ella parecía inmune a su mirada y todavía miraba a su Bill.

-Me estás agarrando el brazo –susurró con una sonrisa entre incrédula y emocionada-. Tú nunca deseas tocarme en público.

-Bueno, lo estoy haciendo ahora, ¿hay algún problema?

-No, ninguno. –Bill se agachó y le dio un beso en la mejilla. Este fue el gesto que pareció hacer que la rubia se rindiera, así que Deidara suspiró con revelación, pero no soltó a su amante.

-Espera, ¿ustedes dos...? –preguntó Harry, señalándolos.

-Oh, Harry –suspiró Abraxas-. Espero en verdad que cuando encuentres a tu alma gemela se venga estrellando en tu cara, sino no creo que te des cuenta. Bill y Deidara han estado cojiendo desde hace mucho.

-¡Abuelo! / ¡Suegro! –jadearon tres voces diferentes, escandalizados. Bill rió.

-Es cierto. De hecho, la semana pasada casi nos da un ataque porque creíamos que Dei estaba embarazado –anunció el pelirrojo.

-¡¿Qué?!

-¡No lo estoy! –chilló enseguida el rubio-. No lo estoy –repitió con más calma-. Fue una falsa alarma.

-Eso espero. –Abraxas frunció el ceño. –Porque usted debe saber, señor Weasley que no debe haber ningún bebé antes de una boda.

-No es por mí que no estamos ni comprometidos ahora –se encogió de hombros, dándole una mirada reprobatoria a Deidara.

Quiero ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora