Capítulo 7: Crecer

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Jiraiya suspiró y decidió que este país no tenía lo que buscaba. En dos años de viaje, no había encontrado ni rastro de su ahijado. El primer lugar a buscar era obviamente el que estaba más cerca de la barrera que separaba a los Países Ocultos del resto del mundo; y ese lugar fue Japón. Pero en la Comunidad Mágica de ese lugar no pudo hallar nada de un bebé rubio adoptado por un mago; después se trasladó a China, que le costó mucho, puesto que tenía mucha cantidad de población, y separada en diez diferentes comunidades alrededor de todo el país. Tampoco encontró nada.

Y ahora estaba en Rusia, porque aquí vivían muchas personas rubias de ojos azules, que probablemente, si querían adoptar un bebé, tendría que ser con las características parecidas. Pero tampoco encontró nada, y si seguía con este patrón, el próximo lugar tendría que ser Alemania.

-Alemania será entonces –masculló mirando el mapa mundial que había comprado-. Espérame Naruto, que este tonto te encontrará aunque sea lo último que haga.

*Grimmauld Place*

-Anda, Naruto, cómete tu desayuno, que papá tiene que ir a trabajar.

-¡No! –gritó Naruto, empujando la cuchara que su papá le alcanzaba. Lo hizo con tanta fuerza que la cuchara saltó de la mano de Sirius, cayendo al piso, por suerte, un elfo doméstico apareció enseguida para limpiarlo. Después de todo, éste era un ritual que se repetía casi diario.

El animago cerró la mandíbula y se contuvo de gruñirle a su bebé. Sus amigos le dijeron que era normal, después de todo, él y Naruto estuvieron prácticamente sin separarse desde que él lo adoptó y ahora que Sirius había decidido volver a su trabajo, hace una semana, la separación trastornaba al pequeño rubio.

-¡No va, papi! –sollozó el rubio, con enormes lágrimas de cocodrilo y su labio inferior temblando.

Sirius casi se derritió en su silla.

-Hay, mi amor –abrazó al niño-. Tal vez puedo llamar para decir que llego un poco tarde...

James puso los ojos en blanco.

No, Sirius! –gruñó Potter implacable-. ¡Naruto tiene que entender que debes trabajar! Ayer llamaste para decir que llegabas tarde y sólo hace una semana que te reintegraste. ¡No voy a dejar que lo hagas hoy otra vez!

Harry siguió comiendo su avena, mirando con curiosidad como su primo Naruto lloraba dramáticamente. ¿Por qué lloraba? Tío Padfoot no le había pegado, gritado o sacado su juguete preferido. Naruto era demasiado llorón para su gusto. Pero era el único niño con el que podía jugar en la casa, así que él lo soportaba.

-Pero...

Naruto lloró más ruidosamente, al ver que su padre vacilaba. ¡Su papi era suyo! ¡Y no iba a dejar que se vaya por tantas horas! ¿Quién iba a hacerle caras divertidas mientras comía su almuerzo? ¡Tipsy era divertida, pero ella no era su papi! ¿Quién iba a acompañarlo al baño cuando tuviera ganas? ¡Apenas había aprendido hace poco y Tipsy tenía manos frías! ¿Quién iba a acariciar su cabeza, leerle un cuento o cantarle cuando quisiera dormir su siestecita? ¡Él quería a papá Sirius para eso! ¡Nadie se comparaba a papi en eso!

-Ve, Prongs, me quedaré cinco minutos más.

-¡No, Sirius Black! –gruñó-. ¡Tú te vienes ahora conmigo!

Sirius lo fulminó con la mirada.

-¿Quieres que lo deje como esto? –Hizo girar la cara de Naruto. James suspiró al ver los ojos azules medio rojos, inundados de lágrimas y el labio temblando.

-Bien –suspiró, derrotado-. Pero si no vienes dentro de cinco minutos, mandaré a Ojoloco por ti.

Sirius recién pudo irse veinte minutos más tarde, sólo porque chantajeó a su ahijado con dulces si es que distraía a Naruto, para que pudiera escaparse. De más está decir, Naruto lloró desconsoladamente cuando se dio cuenta que su papá no estaba. Desesperado por tanto grito, Harry metió la mano en su bolsillo y sacó una rana de chocolate sin abrir. Inseguro de si su padrino se enojaría si le daba eso, Harry sopesó sus opciones. Siendo un niño de cuatro años, la solución era fácil.

Quiero ser padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora