Adlar solo podía ver como la idea que tenía de pensar que estaba ganando se había esfumado al ver que su nuevo enemigo de la provincia de Gunthar masacró a nueve compañeros suyos con una fuerza de seis combatientes, quienes lo miraban desesperanzado, arrodillados, rodeados por los compañeros de la llamada Aintrar Yeidar. La balanza estaba a favor de la gunthariana, tras haber perdido a los cuatro compañeros que eliminó el grupo de Adlar, frente a los doce compañeros que perdió este.
La chica permaneció en el lugar, mirando de frente a Adlar.
―Sabía que, poniéndotelo fácil, te dejarías llevar por tus impulsos― se mofó Aintrar ―. Tu ambición te hace tan predecible.
―¿Cómo sabías que yo pasaría por aquí?― preguntó Adlar.
―Es curioso, el famoso Elenrir, que pertenece a tu barracón, pero ya no a tu grupo, por lo visto..., tenía interés en buscarme. Al ir solo, se adelantó al resto de escuadrones, y se dejó atrapar a cambio de revelarme tal información― explicó Aintrar ―. Te estuvo siguiendo hasta unos metros más atrás de donde nos encontramos ahora mismo, escuchó tus intenciones mientras conversabas con Etgar y con Sorgar, siendo este último al que dejaste al mando de este grupo para que hiciera de cebo y captara la atención de cualquier enemigo.
―Y convenciste al escuadrón que custodiaba la bandera para dejarla desprotegida― interpretó Etgar ―, ¿cómo?
―Yo era la que vigilaba la bandera― contestó Aintrar.
―Espera― interrumpió Adlar ―, ¿dejaste la bandera desprotegida, solo por creer en lo que dijo alguien del bando contrario que te pudo haber engañado para tenderte una trampa?
―Bueno, no soy tan sencilla de convencer, era evidente que no iba a arriesgarme a tragarme tal farol. Así que, dejé que Aedar e Ilar se adelantaran con un pequeño grupo junto con Elenrir, quien me entregó su espada para mostrar no ser una amenaza― expuso Aintrar ―. Ilar es muy hábil trepando a los árboles, y comprobó todo su alrededor. Cuando analizaron el terreno, verificaron las palabras del elfo, y no pude esperar ir a por todas.
―¿Por qué no esperaste a que llegásemos al lugar para acabar con nosotros, cumpliendo con tu deber de proteger la bandera, en vez de arriesgarte a perdernos de vista con ella?― quiso saber Etgar.
―No os iba a perder de vista― dejó Aintrar en claro ―, Ilar tenía órdenes de no dejaros escapar, y, con su reducido escuadrón, acecharos. Con ello, al ver tus fuerzas mermadas, me aseguraría de que vinieses aquí, si es que no terminabais todos eliminados, claro. Pero elegí bien a los guerreros que necesitaba sacrificar en ese encuentro, ni muy superiores a vosotros tres, pero lo bastante efectivos para cumplir con su labor.
―¿Y cuál es el motivo?― inquirió Adlar ―¿Por qué el sacrificio?
―Por dos razones― contestó Aintrar.
―Y yo soy una de ellas― se escuchó una voz al lado de los dos grupos.
Los tres muchachos miraron hacia su izquierda, reconociendo aquella voz. En ese momento, vieron a Elenrir, quien se asomaba entre los matorrales, con la rodilla derecha hincada, mirando a los presentes con una sonrisa burlona.
―Quiero ver cómo os destrozan― siguió hablando Elenrir con una sonrisa maliciosa pronunciada en su rostro.
―Muy buena, chicos― se pronunció Ayar un tanto molesto ante sus dos amigos, viendo que perder a Elenrir como aliado fue una mala decisión.
―Y la segunda razón, es porque no me habría parecido suficiente acabar con vosotros en un diez contra seis― explicó Aintrar encogiéndose de hombros ―, menos cuando se me presentaba la oportunidad de acabar con todos.
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Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasíaEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...