Capítulo 14 - La Batalla del Baile Virgen (Parte 3)

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Desde las alturas, se podía contemplar como parte de los edificios y casas ardían en su interior, después de que sus tejados fueran volados en pedazos por las explosiones de las Lágrimas de Erzon. Las águilas surcaban los cielos de la ciudad sin que los arqueros pudieran hacer algo para evitarlo.

Los pelotones de soldados entraban en sus cuarteles para preparar las armas más efectivas de las que disponían que eran los lanzacohetes. Este era un arma creada por el Imperio Unrack, podía ser transportada por una persona, pesando unos diez kilos; la forma que tenía de activarse era como la de los cohetes pirotécnicos que se usaban en las fiestas―prendiéndose una mecha―, solo que su poder destructivo era muy superior, diseñado para hacer frente a vehículos acorazados, o a enormes bestias.

Su diseño consistía en una cabeza de dragón, que era el cohete, clavada en un grueso y largo agarre de madera, y al volar parecía una bomba volcánica. De ahí viene el nombre de unrackiano que le dieron a ese modelo, "Drag-krakadop", que se traducía de manera literal como "Dragón-bomba volcánica".

A pesar de la destrucción de aquellas zonas que se vieron afectadas, la voluntad de los soldados no se dejaba quebrantar, demostrando una moral alta con una serie de bramidos que se hacían sonar por los miembros de cada grupo. Cuando se encontraban por las calles, gritaban su lema de batalla ―"Victoria, o muerte"― al tiempo que corrían buscando a algún enemigo al que acechar con un armamento más adecuado.

En los edificios, los pelotones se dividían en escuadrones para ocupar todos los puntos estratégicos que fueran posibles. Y, cuando se situaban en la posición y momento adecuado, comenzaban a disparar a todos los jinetes de águilas que tenían a tiro con sus arcos y ballestas, apoyando los disparos de las ballelanzas. Cuando eran alcanzados por aquellos arpones, las bestias no podían hacer nada para evitar caer al vacío, aunque esto era un suceso que pocas veces llegaba a ocurrir. No obstante, cuando la gigante ballesta fallaba, se podía cargar de nuevo con otro largo proyectil, con el cuidado de no agotar todas las existencias de las que disponían de forma repentina; caso contrario para los que usaban lanzacohetes, pues eran armas que se usaban para un solo disparo, y resultaba más fácil de avistar y esquivar para las águilas, siempre y cuando no se encontraran en el rango de la explosión.

Los miembros de la Fuerza Oculta no evitaban hacer acto de presencia en aquella batalla, dando uso de sus armas para desactivar todas las Lágrimas de Erzon que caían cerca de ellos, partiéndolas y privándolas de ese brillo suyo. Otras acciones que realizaban, era esperar desde las alturas a que un águila llegara a pasar de cerca, y tratar de cortar una parte de ellas con la Valhantej para hacer que cayeran, aunque en la mayoría de los casos solo lograban un ligero corte, debido a la velocidad con la que cargaban estos seres.

Sin embargo, aquellos guerreros no eran el único objetivo de los atacantes karzaquistanos, pues bien, los edificios en los que se encontraban, y los civiles, parecían ser sus objetivos principales.

* * *

Conforme avanzaba la noche, la destrucción en la ciudad iba abarcando más terreno, lo que dificultaba la evacuación de civiles que se habían quedado rezagados. Por las calles, algunos pequeños grupos que aún quedaban por guiar hacia un lugar seguro, tenían problemas para avanzar por el lado occidental de la ciudad, y buscaban otra ruta de escape yendo hacia el norte, topándose con pelotones como el del señor Dresar Gront, cuyos integrantes eran un enorme número de civiles protegidos por una gran escolta de guardias. Cerca de la cabeza de aquel rebaño, se encontraba Adlar junto con la familia de Miriar, seguidos de los vecinos que habían sido movilizados para evacuar.

La ruta parecía ser segura, pero se escuchaban las explosiones a menos de un kilómetro de su posición, estallidos de los que no podían alejarse, debido a que buscaban el camino más directo al Refugio. Pese a eso, no corrían con una alta probabilidad de ser atacados, pues contaban con los sistemas de defensa que habían instalado los soldados en los tejados más elevados, por lo que, si recibían alguna ofensiva, serían defendidos y avisados con tiempo.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora