Capítulo 5

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HISTORIA - 20 de abril de 2991

El Consejo se había reunido para hablar sobre los acontecimientos que habían sucedido el día de ayer. Entre aquellos sucesos, entraba con obviedad lo ocurrido en el Barrio Karzaquistano, y la tan horrorosa, como juzgada, gesta del Capitán Gernan, quien masacró a casi una treintena de soldados enemigos haciendo uso de la Valhantej, arma que no debió recurrir debido a sus estrictas normas y condiciones para ser usada.

―Veintiocho enemigos muertos, y un herido. Esa es la cifra de bajas que ha provocado el Capitán Jeigar, empleando la Valhantej, arma que no debió utilizar dado a que el enemigo no cumplía con los requisitos para ser considerado como una amenaza de alto rango― riñó el Maestre Misnar Peiser, mostrando ante todos, el informe que había hecho el líder de la Fuerza Oculta ―. ¿Tiene algo que decir en su defensa, capitán?

―Solo cumplía con mi deber, se me mandó ir a rescatar a los hijos del General, y eso hice― comenzó a decir el joven capitán ―. Mis compañeros murieron cumpliendo con su deber, y yo procuré que aquello no fuera en vano.

―Sí, pero según tenemos entendido, realizó un ataque desesperado contra el captor, teniendo este de por medio al hijo del General― acusó el Maestre ―. Utilizando el arma prohibida, lo cual puso en riesgo la vida del joven inocente.

Mientras aquel viejo gruñía, el capitán juzgaba con su mirada el perfil de su superior, acusándolo de ser el culpable de dar aquella información. Erathor lo miraba de reojo sin decir palabra alguna, pero no se mostraba arrepentido por dar su versión de los hechos, no le daba gusto, pero tampoco podía mentir en un informe.

―Era lo que yo decía― pronunció la Mano Derecha con soberbia ―. ¿Alguien que se dedicaba a ser un asesino desde temprana edad, poniendo en peligro la vida de una persona exenta de culpa? Que inesperado.

Aquella mujer podía notar como la mirada del joven capitán la fulminaba, pero no le importaba, sabía que, en el peor de los casos, ella tendría las de ganar.

―Vivimos en un pueblo, donde ya dependemos de asesinos para garantizar nuestra seguridad― seguía hablando la Mano Derecha ―. Igual el Señor Erathor debería hacer una mejor selección de quienes recluta. El capitán Jeigar Gernan debería ser destituido, y poner a alguien que sea más adecuado a nuestro criterio.

El capitán Jeigar quería gritar todo lo que pensaba, pero su superior se interponía para evitar que caldeara más la situación.

―¿Qué opina de esto, Gobernadora Gaber?― Preguntó el Maestre a la Gobernadora Leaniar Gaber.

―Creo... Opino, que, aunque agradezco en nombre del pueblo de Irchar, las hazañas realizadas por el Capitán Jeigar, no podemos pasar por alto lo que ha hecho― comenzó a decir la Gobernadora ―. Cumplió con su deber de salvar a mi hijo, y el de proteger al Pueblo, pero con el coste de renunciar a aquellos votos que juró cumplir, siendo un par de ellos: El de velar por la seguridad de los suyos, y el de no usar la Valhantej para actos dudosos de buena fe... y si un hombre no respeta sus propias palabras, ¿qué nos puede hacer pensar que lo hará con los que lo rodean?

―No puede mantener algo que rompen todos― habló el General de Irchar ―. Los que se han levantado contra nosotros, no eran de los nuestros. Ellos eran extranjeros, que juraron convivir como acatan las leyes irchenas, y ya se ha visto cuánto vale su palabra. No podemos vivir engañados pensando que todo se va a respetar, vivimos en una guerra, y en la guerra todo vale.

―Pero, mi General, debemos demostrarle al pueblo que romper las leyes tiene consecuencias, como hemos hecho con los dos mil rebeldes que habéis capturado, más los quinientos que fueron masacrados tras su llegada― se quejó el Maestre Peiser ―. Debe tener algún castigo, y ese es, por uso indebido de la Valhantej, ser expulsado de la Orden.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora