Capítulo 21 - Hay que impedirlo (Parte 2)

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Los dos hermanos elfos se encontraban en lo alto de la pequeña colina, entrenando con bastones de madera, con los que practicaban los movimientos de armas largas, aplicando sus ágiles movimientos como su estilo de pelea. Teomar parecía manejarse bien con ese tipo de armas, pues, además de ser el arma principal de todo soldado en el campo de batalla ―por lo que era el arma principal con la que todo recluta entrenaba ―, la especialidad de Teomar resultaba ser un estilo de combate en el que guardaba la distancia, y no tenía que emplear tanta fuerza y resistencia como la que tenía que desarrollar en los combates con espada.

Sin embargo, a pesar de que duraba más tiempo en pie, siempre cabía la posibilidad de que su hermano lograra derribarlo con una barrida, aprovechando cuando el elfo rubio saltaba y aterrizaba en el suelo.

―Tienes que guardar más la distancia, mi brazo es más largo que el tuyo― dijo Elenrir con seriedad, poniéndose erguido.

―L-lo sé...― contestó Teomar exhausto ―, e-es solo que n-ne...

―¿Descanso de cinco minutos?

Teomar asintió con la cabeza mientras jadeaba.

―Bien, descansemos pues― dijo Elenrir mientras caminaba para relajarse bajo la sombra del árbol.

Teomar se fue rápido del lugar, dejando en el suelo su bastón. Quería aprovechar esos cinco minutos para mojarse el cuerpo con un poco de agua proveniente de un estanque que había cerca.

A unos minutos de la colina, se encontraba el pequeño estanque, rodeado por varias encinas, como si se tratara de un muro protegiendo una fortaleza. Se trataba de un estanque creado por aguas subterráneas, viéndose en sus cristalinas aguas una profundidad apreciable, de unos dos metros por lo menos.

Lo poco que abarcaba de terreno se veía limitado por su borde de tierra recubiertos de altas hierbas, siendo un territorio reclamado por varios insectos que pasaban sobre sus aguas, siendo en su mayoría libélulas de gran tamaño, caballitos del diablo, zapateros... entre otros seres parecidos. Aunque estas diminutas criaturas eran las dominantes en multitud, la cadena alimenticia no les impedía ser la presa idónea para anfibios como las ranas, las cuales nadaban en las aguas de la pequeña balsa, o navegaban sobre estas con sus nenúfares.

Teomar llegó corriendo al tiempo que se quitaba la camisa que usaba para entrenar, con las hombreras y casco sujetos en una de sus manos. Cuando posó sobre una enorme mata de hierba, se arrodilló para alcanzar la mayor cantidad posible de agua fresca, y echársela sobre su sudoroso cuerpo, disfrutando de la frescura que sentía en su piel.

Al sentir saciada aquella agradable sensación, se quedó contemplando el panorama del pequeño estanque, todo cuanto pasaba sobre la cristalina agua. Aquella imagen le transmitía paz y la felicidad que él necesitaba.

―¿Te sientes conectado con el agua?― dijo una voz que escuchaba a sus espaldas.

Teomar se sobresaltó al escuchar a aquella persona, que casi parecía haber aparecido de la nada. Cuando la calma fue dominándolo poco a poco, puso sus ojos azules mirando el lugar de donde provenía la voz, percatándose de la imagen del archimago, quien se mostraba reposando, tumbado sobre el tronco de una encina, con una pierna estirada sobre la otra, mostrando la suela de sus botas de piel. Debido a su oscuro atuendo, parecía camuflarse con la sombra que proyectaba el árbol sobre él.

―Te preguntaba si te sientes conectado con el agua― aclaró el archimago ―. Todo el bosque es igual de bello, pero veo que a ti te llama más la atención esta reducida porción de agua.

―N-n-no es raro, e-es un lu-lugar bo-bonito― dijo Teomar con timidez.

―Sí, sí que lo es― habló el archimago mientras se levantaba ―. Pero, hay veces en las que, cuando las personas queremos captar la atención en algo, nos guiamos por lo que nos transmite sensaciones, que nos hace sentir conectados con ello. Cada uno mira algo por sus diferentes motivos: El color; su grandiosidad; la calma que transmite...

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora