HISTORIA - 1 de noviembre de 2991
El poblado de Erniar, era un pequeño pueblo donde vivían decenas de familias a pocos metros de la costa. Se posicionaba cerca de un acantilado, que formaba una barrera natural frente las olas que chocaban contra la piedra, cuyo flanco derecho creaba una suave pendiente que lo comunicaba con la playa, donde disponían de un pequeño puerto con el que reunían la decena de cocas náuticas para realizar las labores de pesca.
Con el amanecer iluminando la isla, se podía contemplar al pueblo de Erniar flanqueado por el este por un arco de árboles y matorrales, de entre los cuales, los hombres de la Fuerza Oculta, junto con soldado regulares, se asomaban a escondidas para poder acercarse lentamente hasta su objetivo. Por fortuna, no sufrieron ningún imprevisto por el camino, como le sucedió al grupo anterior. Ahora, bajo el mando del General, y enfermos de ira por lo ocurrido en su preciada ciudad de Irchar, se mostraban más que dispuestos a lo que sea para lanzarse al ataque.
El señor Erathor miraba por el catalejo los alrededores de la ciudad, nada parecía haber fuera de lo normal, más allá de unos ciudadanos siguiendo su día a día como de costumbre, lo único extraño que podía ver, era que hubiese tantos árboles talados, y una pila de madera por el centro del poblado.
—Creo que se podría decir que no hay karzaquistanos en la costa— dijo el señor Erathor mientras guardaba el catalejo.
—Lo más probable es que se hayan escondido, ya sabemos que son muy hábiles en conocer nuestro paradero— dijo el general Aklar.
—No lo pongo en duda, General— contestó el líder de la Fuerza Oculta —. Me gustaría saber cómo lo hacen, ¿qué tácticas utilizan sus exploradores?
—Por ahora, debemos centrarnos en su posición, y su ventaja es que pueden usar los edificios como posición defensiva, y solo podremos superarlos, si nuestro golpe destroza su escudo— deducía el General de Irchar.
—No estará hablando de...— habló sorprendido el líder Erathor.
—La Valhantej— cortó el General —. Sí, a eso me refiero.
—Pero, General, ni siquiera sabemos si hay un mago entre ellos, desconocemos sus fuerzas— se mostraba reacio Erathor ante aquella idea que estaba proponiendo su superior —. Tampoco controlamos el perímetro, no sabemos dónde se encuentran todos los civiles.
—Pero ellos sí saben lo que se les aproxima— dijo el general Aklar —. ¿Quién sabe? Tal vez, en estos momentos, sepan que el propio general Aklar Romsen se encuentra a pocos metros de ellos. Y habrán oído hablar de la Fuerza Oculta, y de sus habilidades. Incluso sabrán que carecen de la riqueza que nos brindan nuestros aliados, y que nuestras fuerzas son superiores a las suyas... Y si no es así, lo sospechan, pero, pese a ello, se han atrevido a atacar la Ciudad de Irchar con todo lo que tenían. Si queremos vencer en este encuentro, debemos actuar como ellos. No temen perder algo con tal de ganar, y nosotros tampoco lo haremos.
Después de haber ideado una estrategia, el centenar de irchenos cargó con ferocidad poniendo todos los escudos al frente, creando una muralla de metal con ellos. A medida que iban acercándose a los primeros edificios, el muro fue fragmentándose en varios grupos para que cada uno tomara una ruta, al tiempo que los miembros de la Fuerza Oculta daban uso de sus mortíferas espadas para cortar paredes y puertas como si se tratara de un material tan blando como el queso.
No parecía haber nada más que civiles, quienes fueron apartándose hasta los laterales de los caminos cuando veían la presencia de aquellos soldados. A medida que avanzaban, y veían que no aparecía el enemigo, los irchenos pensaban que los karzaquistanos se habían ido del lugar, lo que les hacía bajar la guardia.
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Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasiEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...