Capítulo 20 - El Juicio contra Enry

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HISTORIA - 9 de noviembre de 2991

Astrar se encontraba en la Plaza de la Estatua del General, donde el altar en el que se encontraba la figura del caudillo se veía vacía, debido al ataque que ocurrió en el Baile. La muchacha estaba sentada en uno de los salientes del altar, esperando a que llegara el joven Enry, pudiendo hablar por fin con él, después de llevar toda la semana ocupada respetando a los caídos.

Tras una larga espera, el médico hizo acto de presencia a pocos metros de la chica. Quien puso su vista en él. Enry parecía bastante arreglado, llevando una camisa azul marino, con un cinturón de tela de un tono más oscuro, además de unos pantalones marrones y botas oscuras, que la joven irchena no le había visto llevar ni una sola vez desde que lo conoció.

―Vaya, hola Enry― saludó con cierto nerviosismo ―. Pensaba que no ibas a aparecer.

―Estaba un tanto ocupado. Tenía pacientes en la clínica― explicó Enry mientras se sentaba al lado de Astrar.

―¿Has pensado en contratar más personal?― preguntó Astrar con los ojos puestos en el médico ―. Digo, es solo porque te veo bastante atareado, y creo que eso iría bien para tu establecimiento.

―Lo intento, pero todos los que tienen una formación adecuada prefieren trabajar en el hospital, antes que, en una pequeña clínica de un extranjero que no puede competir en temas de salario― dijo Enry un tanto exasperado ―. Por no decir, que muy pocos querrían trabajar donde se encuentra el Barrio Karzaquistano.

―Te diría de querer echarte una mano― se quedó Astrar mirando a un lado, recordando aquella vez avergonzada ―, pero después de lo de la última vez...

―No quiero que te martirices por ello― pidió Enry poniendo su mano sobre el hombro de Astrar ―. Reconozco que no fue una situación agradable.

―Bueno... te quería preguntar eso― titubeó Astrar al empezar la conversación ―. Ya sabes, tu pasado.

Enry se quedó en silencio unos segundos, momento que aprovechó para coger aire y resoplar, preparándose para el momento que en el fondo sabía que llegaría tarde o temprano, después de tres años.

―No soy vanoriense― confesó Enry ―. Soy un mestizo. Mi padre fue un campesino erdariano, y mi madre era ilakiana.

Astrar se quedó sin palabras por un segundo al escuchar aquello. Aunque, no se quedó en un estado de shock, como si se tratara de algo insólito, pues era algo bastante probable, y, en el fondo de su conciencia, sabía que su secreto resultaría ser algo por el estilo. Lo que la dejó con una cara desencajada era el hecho de que, por esos lazos, estuviese realmente relacionado con aquella rebelión de hace más de medio año.

―Tienes descendencia karzaquistana― dijo Astrar pensando en voz alta, sin medir su tono.

―Supongo que ese detalle te asustará― trató de deducir Enry con la seriedad reflejada en su rostro.

―No― negó Astrar nerviosa ―. Quiero decir, no estoy asustada de saber que tienes descendencia karzaquistana. Es solo que no me lo puedo creer. Es decir, no eres...― Astrar se quedó pensando para no decir algo despectivo, y se fijó en el físico del joven médico ―alto.

―Entre otros aspectos negativos de ese pueblo, ¿verdad?

―Bueno, no quería decirlo― se quedaba Astrar titubeante ante aquella conversación ―, pero es que los karzaquistanos son bárbaros que carecen de compasión por nosotros. Y tú, bueno, eres un santo.

―Antes no era así.

Astrar no sabía que decir al respecto, pues cada novedad que escuchaba de Enry la hacía dudar en querer adentrarse más, en saber quién era ese chico con el que estuvo compartiendo experiencias por tres años.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora