Capítulo 9 - La revelación (Parte 1)

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HISTORIA ― 25 de junio de 2991

Con el pasar de los días, tras aquel extraño y oscuro sueño con los barcos voladores, Adlar fue teniendo algunas noches en las que no soñaba nada raro, había unas pocas en las que tenía sueños igual de raros que el primero, o una serie de visiones a las que no veía ninguna cohesión entre ellas. Pero una noche, el joven ircheno tuvo como una mezcla de ambos, con un despertar que no olvidaría jamás.

En aquel sueño que tuvo Adlar fueron apareciendo de pasada una serie de visiones que no lograba comprender, debido a que no veía nada, y tampoco lograba analizarlos como debía. Pero en otros lograba captar cosas interesantes.

En una visión podía ver cómo águilas gigantes volaban sobre un vasto océano, pudiendo divisar una bandera extraña, una que parecía ser el emblema de las hachas cruzadas karzaquistanas, pero las armas eran de color anaranjado, en vez de rojo, y su fondo era amarillo, en lugar de negro. La siguiente visión fue una en la que aparecían soldados con armaduras grises, gritando cosas incomprensibles, como si estuvieran hablando en un idioma desconocido, bramando tres veces una palabra, algo que sonaba como "Lurra". Tras una sucesión de breves visiones en las que reconocía rugidos de cargas de soldados, ruidos de artillería y explosiones, pudo ver a un ejército de uniformes y armaduras diferentes cargar contra un ejército de armaduras negras, grises, y ciertas criaturas que no había visto antes.

Todo terminó con un soldado que apareció detrás de él de forma instantánea, cortándole la espalda con un sable, haciéndole caer de bruces contra el suelo. Adlar sabía que todo era un sueño, pero el dolor se sentía tan real, podía sentir la sangre corriéndole por la espalda, el agonizante tormento que pasaba al notar como su columna había sido fragmentada por la mitad, y el no sentir sus propias piernas con las que trataba de levantarse. Solo podía mirar al soldado que se plantaba detrás de él, con la espada lista para asestar el siguiente golpe. 

En ese momento pudo identificar la armadura que portaba el soldado, con un diseño que se parecía a la de placas del Ejército Unrack, pero era de un color plateado, en lugar de ser el clásico dorado. Parecía ser un oficial de cargo muy importante, llevando la armadura completa, en vez de llevar unas pocas piezas de hierro bañadas en latón, sobre la cota de malla de hierro.

Su rostro, que permanecía oculto bajo un casco, salió a la luz cuando se lo quitó. Era el rostro de un hombre de unos cincuenta años, su escaso pelo en la cabeza era de color gris oscuro, y contaba con unas gruesas patillas que se unían en un bigote. Adlar no reconocía la cara de aquel hombre, no sabía de quién se trataba. 

Al momento de querer despertar, el joven ircheno veía que no podía salir de aquella situación, a pesar de que se decía a sí mismo una y otra vez que despertara. El soldado, con sus ojos de color verde oscuro clavados su víctima, se preparó para dar la estocada final para matar a Adlar, algo que intentaba evitar el aterrado ircheno mientras se arrastraba con la fuerza de sus brazos.

Cuando se situó encima del joven Romsen, el guerrero se preparó para rebanarle la cabeza con un golpe de espada que se asemejaba al de un leñador para cortar madera. Entonces, un poderoso trueno sonó cerca de su ventana, debido a que un rayo cayó encima de ellos, haciéndose presente con un potente brillo que hacía emerger el relámpago.

El retumbar hizo que Adlar se despertara sobresaltado, con una respiración forzada, mirando todo lo que había a su alrededor, la mesa, su armario, la chimenea... esperaba no encontrarse con nadie más en la habitación, además de su amigo Etgar Cedrid ―quien se había despertado también sorprendido por el impacto del rayo―. Aquel destello no era nada más que el símbolo de la tormenta que estaba cayendo, lloviendo con fuerza, como solían ser las lluvias tropicales que se producían en Irchar, durante la temporada fluvial.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora