(27 de abril de 2991)
Mientras toda la población irchena se encontraba en las calles, celebrando el cuadragésimo primer cumpleaños de su general —pospuesto por la rebelión fallida de los karzaquistanos—, Elenrir y Teomar se encontraban en el exterior de los muros de la ciudad, al oeste. Allí había una pequeña concentración de encinas—cerca de cuatro kilómetros cuadrados de superficie—, cuyo centro tenía una leve elevación de terreno. Por encima de aquella pequeña elevación, se encontraba un enorme y viejo pino, el único que había en esa pequeña parcela de árboles, rodeado de las frondosas encinas del lugar.
En lo alto del terreno, Elenrir practicaba con su hermano adoptivo en el manejo de la espada alrededor del tronco. Aunque más que un entrenamiento, parecía una pérdida de tiempo para el joven elfo de cabello negro y ojos grises, puesto que apenas se movía de su sitio, o hacía algo especial frente a su adversario de ojos azules y pelo dorado, quien lo daba todo para no caer derrotado con tanta facilidad.
Ambos portaban la ropa de entrenamiento sin el brazalete de tela, y —como era costumbre en los entrenamientos, y en los combates—. Teomar tenía el pelo recogido en una trenza que recorría desde donde terminaba la frente hasta la parte de atrás de la cabeza, pasando por arriba, y terminaba amarrada en una gruesa coleta.
El combate acabó con Elenrir haciéndose a un lado, para así hacer que Teomar fallara en su golpe de frente, tropezara con su pie, y, de esa forma, ganar sin necesidad de desarmarlo. En pocas palabras, una victoria aburrida para Elenrir.
Elenrir advirtió a Teomar que tuviera cuidado con su ropa de entrenamiento, ya que, de lo contrario, tendrían que ir a que se lo cosiera su madre. No obstante, Teomar no quiso darle importancia a ello, siendo una cosa en la que concordó Elenrir; de todas maneras, ella fue la que insistió en la idea de que le enseñara a pelear a su hermano, por tanto, todo daño que sufriera habría sido a consecuencia de escucharle.
Una vez que Teomar se levantó, Elenrir se posicionó con su clásico estilo de combate.
—U-una pr-pregunta— dijo Teomar mientras recuperaba el aire en los pulmones —. ¿N-no podrías darme u-un consejo?
—¿Un consejo para combatir?— Preguntó interesado Elenrir, recibiendo la respuesta de su hermano con un asentimiento de cabeza —. Me parece una idea estupenda.
Elenrir no tenía ni idea de enseñar, tampoco para dar consejos, pero lo veía como una oportunidad de poder hacer algo más entretenido, y no tener un entrenamiento tan pesado y monótono.
El joven elfo de cabello oscuro pensaba en lo que podrían hacer, mientras daba la vuelta por la zona, analizando el entorno y las oportunidades que podía aprovechar. Tras unos segundos de búsqueda, sus ojos grises se iluminaron, puesto que, en la parte de atrás del tronco, encontró una gruesa rama que se situaba a unos dos metros de altura. Elenrir sonrió de forma pícara, gracias a que su creatividad le dio una idea.
—Ya sé lo qué podemos hacer— llamó la atención de Teomar—. Verás, el fuerte de la raza de los elfos frente a los humanos... bueno, una de las muchas, ¿sabes cuál es?
—¿L-la agilidad?— respondió Teomar a modo de pregunta con cierto temor a fallar.
—Exacto— contestó Elenrir remarcando cada sílaba—. Verás, creo que ya sé en lo qué fallas. En este mundo hay dos tipos de seres, aquellos que saben adaptarse a cualquier situación y entorno...— dijo señalándose a sí mismo —y los que no—señaló a su hermano —. Creo que tú naciste con el don de luchar con el estilo de combate de nuestra raza, y por eso no eres capaz de dominar esta forma de combate tan agresiva y burda.
—Y, ¿co-cómo debo lu-luchar?— Preguntó Teomar un tanto confuso.
—¿Ves la rama?— Preguntó Elenrir de forma retórica mientras señalaba con la espada —Los hombres pueden saltar desde una altura inferior a medio metro, hasta los dos metros en los atletas mejor preparados. Pero, nosotros podemos saltar con facilidad el metro y medio en los menos cualificados para el combate, hasta los cuatro metros en el caso de los acróbatas.
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Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasiaEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...