Capítulo 13 - El preludio (Parte 1)

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HISTORIA – 31 de octubre de 2991

Toda la multitud bailaba bajo la luz de los faroles que habían colgados entre las paredes de los edificios, siguiendo el ritmo de la música que resonaba por las estructuras de los grisáceos edificios de piedra. En ese momento, se realizaba un baile colectivo, donde decenas de personas bailaban formando amplios círculos, que contenían otros pequeños círculos en su interior, los cuales giraba en un sentido, para después cambiar hacia el sentido contrario; mientras el resto de la aglomeración lo contemplaba y componía el ritmo mediante palmadas.

Después de mucho tiempo esperando, el señor Dresar se encontraba bostezando del aburrimiento, abriendo su amplia boca, que se dejaba ver tras la corta barba de color castaño claro. Una vez que dejó de mirar al gentío de personas, situado desde una posición elevada para ver a sus chicos, utilizó su anillo de comunicación.

―Contactar con gema amarilla― pronunció Dresar a su anillo, después de darle tres toques, para comunicarse con su superior.

La gema se puso de color amarillo. No tardó en obtener respuesta, al escuchar la voz del general Breutar Ulbert.

―¿Desea saber la hora, señor Gront?― preguntó la voz de Breutar.

―No me llames así, esas formalidades me molestan― criticó el Jefe de la Guardia ―. Y sí, necesito saber la hora.

―Quedan treinta minutos para la media noche, quince más, y los sacas de allí― informó el general.

―Recibido― dijo Dresar ― ¿Cómo va todo por ahí?

―Están de fiesta la mayoría de los guardias, no sé si cortarla ya, ¿usted qué cree?

―Déjelos relajarse, por ahí no creo que corran peligro, seguiré con mi guardia. Corto.

Su anillo dejó de brillar después de dar los tres toques, tornándose la piedra transparente.

Adlar se encontraba mirando de reojo al Jefe de la Guardia, vio que se distrajo por unos segundos, hablando por el anillo más veces de lo habitual, lo que eso significaba que el tiempo estaba a punto de acabarse. No había de otra que ejecutar el plan cuanto antes.

El joven ircheno reunió a sus amigos Etgar y Ayar para llevar a cabo la planificación.

―Chicos, necesito que os llevéis de aquí a Astrar y a Yudiliar, hacia distintos puntos de la plaza― explicó Adlar a sus amigos.

Los dos amigos tornaron sus caras a unas más serias que denotaban desesperación y preocupación.

―Ay, no, ¿qué vas a hacer ahora?― se quejó Ayar.

―Por favor, Adlar, no cometas otra estupidez― suplicó Etgar juntando sus dos palmas.

―Solo me iré con Miriar a otro lugar, le prometí que iba a estar con ella esta noche, y pienso cumplir mi promesa― sentenció Adlar.

―El señor Dresar se va a molestar― advirtió Etgar.

―Lo sé, pero, tampoco voy a hacer nada, solo me alejaré de aquí con una persona que conozco. Ya he hablado con mi madre sobre ello.

―Haz lo que quieras― renegó Etgar.

―¿Por qué me metes a mí también en tu plan?― indagó Ayar preocupado.

―Quiero que Miriar vea que su hermana estará bien sin ella― aclaró Adlar ―. Confío en que harás bien tu trabajo.

―¡¿Qué?!― se sobresaltó el grandote Ayar.

―Ayar, déjate de cuentos, sabemos a lo que vas. Ten fe en ti mismo, lánzate― trató de motivarlo Adlar por su propósito personal ―, este plan depende de ti también, ¿Tienes alguna estrategia?

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora