El general Russelv se plantó delante de la familia del General, al principio, dedicaba una seria mirada a los presentes, la cual pasó a ser una que mostraba una cálida sonrisa, como si se alegrara de ver a unos conocidos que no hubiese visitado en años.
Al momento de plantarse ahí, el general retiró su sombrero, dejándose ver su corto y escaso cabello de color rubio oscuro.
Acto seguido, el general realizó su saludo, el cual consistía en poner el puño sobre el pecho y luego alzarlo extendiendo el brazo hacia el frente. La comitiva del General devolvió el saludo realizando el suyo. Todos lo hicieron, a excepción de Adlar, quien miraba con incomodidad.
El Maestre, al percatarse de lo que estaba haciendo Adlar, tosió cerca de él como señal para que el muchacho despertara de su trance y dedicara el saludo también. Finalmente, lo hizo, aunque más con miedo que con orgullo.
―Irchar os saluda, general Russelv― pronunció el general Aklar.
―Y yo expreso mi más sincera gratitud por ello, General de Irchar― contestó el general Russelv con sin borrar su sonrisa, la cual suavizaba bastante los rasgos marcados del hombre, mientras pedía a uno de sus generales que sostuviese el sombrero.
El general bushari se aproximó hasta estar a la altura de su líder, sosteniendo el gorro entre sus manos. Con aquel acto, el general dedicó una grata sonrisa a su lugarteniente, agradeciéndoselo en su idioma materno, revelándose su nombre como "Makashi". Por las miradas que se dedicaron el uno al otro se denotaba haber mucha confianza entre ellos, como si fuesen compañeros que se guardaban un profundo respeto mutuo.
―Quince años. Quince años sin volver a pisar esta sala, desde la última vez que vine aquí― declaró el general Russelv, mientras se acercaba al general Aklar ―. Ha habido muchos cambios, por lo que veo.
Al decir aquello, dedicó su mirada en los hijos del General. Adlar miraba con cierta incomodidad al hombre que tenía a pocos metros de distancia, ahora dándole la mano a su padre, quien demostraba ser ligeramente más alto que el unrackiano.
―Todavía me acuerdo de cuando usted era un joven que no llegaba a los treinta. En ese entonces no tenía barba― soltó el general unrack mientras daba el apretón, haciendo referencia a la barba del General, quien en ese entonces se dejó solo el bigote y la perilla ―. Y yo recuerdo tener en aquel entonces algo más de pelo.
―No todo se puede ganar, en esta vida, general― bromeó el general Aklar ―. Yo recuerdo de la última vez que nos vimos cómo le costaba hablar mi idioma, esperaba mantener la conversación en su lengua.
―En quince años pueden cambiar muchas cosas. Y supuse que aquel día no iba a ser la última vez que nos veríamos― contó el general Russelv ―. He pasado varias horas a lo largo de estos años aprendiendo la lengua irchena. No ha sido tarea fácil, y aun me queda por dominar algo de pronunciación.
Ambos hombres rieron, posiblemente por el último comentario, o por recordar aquellos años que quedaron tan atrás.
Posteriormente, el general Russelv se acercó a la Gobernadora, quien le dedicó su mano para que este la besara.
―Irchar os saluda, general Russelv― saludó la gobernadora Leaniar.
El general, con la sonrisa aun reflejada en su rostro, le dedicó una leve reverencia con su cabeza, y beso cerca de los nudillos de la mujer.
―Los años no le pasan en balde, Gobernadora― elogió el general Russelv a la gobernadora Leaniar.
―Pese a ello, han pasado igualmente quince años― dijo la gobernadora Leaniar ―. Aun me acuerdo del día en que llegó aquí, una visita del todo inesperada para mí, la primera vez que vi a un general extranjero en mi vida.
ESTÁS LEYENDO
Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasyEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...