Capítulo 24 - La Moneda (Parte 4)

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Llegado el momento, una vez finalizado el día en el Campamento, Teomar se dirigió al bosque, buscando al mago en el lugar donde acordaron volver a verse, siendo el estanque donde se encontraron la vez en que Elenrir fue expulsado del grupo.

Al llegar al lugar, vio que el archimago descansaba bajo la sombra del árbol, durmiendo en el lugar, junto con el labrador, quien dormía plácidamente de lado. El halcón, al percatarse de la presencia del elfo, voló hasta posar sobre la cabeza del hechicero, a quien le golpeó con el pico para despertarlo, algo que no le agradó al hombre.

―Maldito pajarraco― masculló el archimago, sabiendo que aquella ave lo hizo con mala intención, pues el animal estaba al tanto de que podía despertarlo con chillidos.

El mago vio que Teomar se acercaba a su posición, y preparó su bastón para despertar a su compañero canino, dándole unos suaves golpecitos en la cabeza para ello. El perro rumbó ante lo que le hizo el mago.

―Te he despertado con un motivo, así que no te atrevas a aprovechar algún despiste para orinarte en mi ropa― le advirtió el hechicero a su can mientras se levantaba. Después de ello, se dirigió al joven elfo, quien le dedicó un tímido saludo ―. Me alegra verte muchacho. Bien, ¿qué tienes que decirme sobre el asunto ese?

―E-esto, pu-puede ser un p-poco c-co-complicado de comprender― comenzó a titubear el elfo ―. M-me dijo q-que sus padres n-no saben nada.

―¿Nada?― preguntó el mago sospechándose algo. Teomar confirmó su respuesta asintiendo con la cabeza ―¿Estás seguro de que no te oculta nada?

Teomar iba a contestar que afirmaba sospechar que su amigo ocultaba algo que no quería revelarle. Sin embargo, no quería alargar más de lo necesario aquella conversación, pues su único interés era que el archimago cumpliese con lo que le había prometido.

―De-desconozco si me ocu-cu-culta algo. N-no obstante, él d-di-dijo que no qu-quería saber más d-del tema.

―¿Está seguro de que no quiere saber más?― inquirió el mago, muy interesado en la conversación ―. Igual... solo necesita que alguien lo convenza de seguir indagando.

―T-temo que no. In-intente persuadirle, p-pero parecía estar conforme c-con su decisión.

―Vaya... Y, ¿no puedes sonsacárselo a alguno de sus más allegados?

―S-solo lo sabe su a-amigo más cercano― comentó Teomar ―. P-pero no creo q-que hable.

―Ah, ya veo― dijo molesto el mago ―. En fin, si no hay nada más, creo que nuestra conversación ha terminado. Que tengas un buen día.

Teomar se quedó descompuesto al escuchar aquello.

―P-pero, ¿y lo prometido?

―¿El qué?... Ah, sí perdón, lo olvidé― se rascó el mago la cabeza al decir aquello ―. Lo prometido es deuda. Ven conmigo al estanque.

El mago caminó con su bastón hasta estar a la orilla del estanque, seguido de Teomar, quien estuvo a nada de dar un salto de alegría al ver que al fin podía aprender magia.

Ambos se colocaron a la misma distancia del estanque.

―Veamos. Como ya sabrás, tu elemento es el agua, de modo que empezaremos por tu elemento natural― explicó el archimago, denotando en su expresión al hablar ni la mitad de emoción que estaba sintiendo el joven elfo en aquel momento ―. Pon las manos en la misma posición que hago yo.

La posición de manos que copió Teomar fue una en la que entrelazaba el índice, corazón y anular de cada mano con los de la otra; a la vez que las puntas de los dedos meñiques se tocaban, entrando en contacto entre ellos, al igual que las puntas de los dedos pulgares. En un principio, al joven elfo no le salía bien la posición en la que tenían que estar sus dedos, teniendo que ser corregido por el mago.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora