Astrar se encontraba en la habitación de Miriar, quien estaba rebuscando entre las cosas de su gran armario para encontrar un vestido de su madre, para la velada especial que se celebraría en la última noche de octubre, "el Baile Virgen". El nombre del Baile Virgen era una forma popular que tenían los jóvenes irchenos de llamar aquel evento ―una forma breve del nombre popularizado, "la Noche del Baile Virgen", aunque también se le conocía por su primer nombre, "la Danza de la Noche de Escorpio"―.
Astrar estaba sentada junto con Yudiliar sobre la amplia cama con dosel de Miriar, una que contaba con cortinas escarlatas, al igual que las sábanas, un color que, según la irchena de cabello cobrizo, le representaba. Aquel lecho contrastaba bastante su color potente con las paredes blancas, y los muebles de madera de pino y roble. También contaba con su chimenea personal, que estaba en estos momentos apagada por el calor que hacía, y junto a ella se encontraba la puerta que le llevaba al aseo que disponía.
―Bien, aquí está― decía Miriar con la cabeza metida en su amplio armario ―. Cierra los ojos.
Miriar se puso de espaldas al mueble, y se fijó en Astrar al tiempo que ocultaba algo detrás de ella. Astrar hizo caso a aquella orden que le parecía absurda, y cerró los ojos. Al momento en que Miriar le dijo que los abriera, lo primero que pudo ver delante de ella fue un vestido blanco de larga falda con bordados dorados en el amplio extremo de cada una de las largas mangas, y en el borde del agujero de la cabeza; además contaba por la cintura con un cinturón de tela del mismo color que los bordados.
―Este fue uno de los últimos vestidos que se puso mi madre, ya no sale a bailar para disfrutar de la velada con mi padre― explicaba Miriar mientras veía los oscuros ojos café de Astrar hipnotizados por lo bello que le resultaba el vestido ―. Dice que eso es para los jóvenes. Espero haber atinado con la talla, igual será un poco más grande.
―Es... precioso― pudo decir Astrar mientras acariciaba la suave tela.
―Sí, y me imaginé que lo querrías de este color― comentó Miriar ―. Ya sabes, solo para disfrutar de la noche con todos nosotros, sin mostrar interés en querer estar con alguien. Por eso no te he dado uno de los primeros vestidos rojos de mi madre... ese lo he reservado para mí y otro para Yudiliar.
―¿Estás interesada por alguien Yudicita?― preguntó Astrar con una sonrisa picaresca dibujada en su rostro.
Yudiliar iba a responderle con cierta seguridad, pero entonces Miriar se interpuso.
―No te diremos nada, hasta que nos digas qué es lo que te ronda por esa cabecita tan brillante― decía Miriar mientras dejaba con cuidado el vestido blanco en manos de Yudiliar ―. ¿Es sobre el baile? ¿Sospechas de alguien?― La interrogaba entrecerrando los ojos y señalándola con el dedo índice derecho ―¿Puede ser... Etgar Cedrid?
―¡¿Qué?!― Se sobresaltó Astrar por tal acusación― ¡No! No es nada de eso, y en cuanto a Etgar... es solo como otro hermano para mí.
Astrar se sonrojó al decir aquello, porque en parte si notaba que Etgar la miraba de forma diferente a como cuando eran niños, y temía que fuera por lo que ella creía.
―Bueno, pues ya lo estás largando, Astraniar Romsen― dijo Miriar mientras se apoyaba de espaldas sobre la puerta con los brazos cruzados ―. Por qué de aquí no vas a salir hasta que nos cuentes tu secreto, y yo, por cotilleo sería capaz hasta de atarte a la cama y sacarte la información.
―Tranquila, lo diré― Astrar rotó los ojos al decir aquello y se sentó sobre la cama―, pero no quiero que esto salga de entre nosotras tres.
―Adelante, empieza a cantar― pidió Miriar.
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Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasíaEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...