HISTORIA - 27 de abril de 2991
Adlar se encontraba en el lecho, durmiendo y disfrutando de sus últimos minutos de su sueño reparador, antes de que empezara la jornada de castigo. En aquellos minutos pudo percatarse de que algo raro sucedía en el ambiente, podía notar a través de los párpados como aparecía y se desvanecía una suave luz. Por un segundo pensó que era una idea extraña que se le había ocurrido a Etgar para despertarlo, probablemente con una lámpara de aceite, pues parecía una manera muy sutil y tranquila, cualidades que no encajaban en la forma que tenía el Jefe de la Guardia de levantarlo —aunque esa idea tampoco le parecía lógica, Etgar no era precisamente alguien madrugador, y no se atrevería a despertar a su amigo, a quien no le agradaba despertarse, menos aún si sabía que seguía molesto por lo del castigo—.
—Etgar, deja lo que estés haciendo, y déjame dormir— gruñía Adlar, mientras se ponía de lado, en la dirección opuesta de donde procedía la luz —. Esta semana de entrenamiento en el campamento ha sido dura, y ahora empieza la siguiente jornada de tortura.
No obstante, sin saber el motivo, la luz era bastante potente, y podía notar los reflejos por toda la habitación. Adlar renegó, queriendo pensar que era su amigo, agarró su almohada y la arrojó con fuerza, esperando darle a su compañero de cuarto, mientras repetía la primera frase, remarcando cada una de las palabras.
Al lanzar la almohada, vio que no tenía a nadie detrás, y la luz venía del exterior, a través de su ventana. Sin apartar la vista de lo que sucedía, se levantó de la cama para acercarse al ventanal, y se asomó apoyándose sobre la base para contemplar la escena. Y entonces, pudo ver que los rayos de luz se trataban del Sol, que realizaba su recorrido en cuestión de segundos, a un ritmo que parecía estar andando por el cielo, y después de ponerse por el oeste, salía por el este.
—Etgar... creo que algo no va bien— fue lo que pudo decir Adlar, quedándose atónito por lo que estaba sucediendo.
Al momento de voltearse, descubrió que Etgar no se encontraba por ningún lado, solo se podía ver que su cama estaba vacía. En ella había un retrato de un chico joven, enmarcado, y apoyado sobre la almohada —aunque era bastante preciso para ser un dibujo, era como si ese joven hubiese sido introducido en aquel panfleto de color amarillento, y se hubiese transformado en el dibujo—. Antes de que se pudiera asimilar nada, alguien golpeaba la puerta de su cuarto, con percusiones fuertes y rápidas, como si de una persona alterada se tratara, desesperada por querer entrar.
—¡Adlar! ¡No tenemos tiempo!— comenzó a escucharse una voz femenina, parecía ser la voz de Astrar, pero con un tono más maduro —¡La flota se acerca!
—¿Astrar?— fue lo que pudo preguntar Adlar, después de un leve balbuceo, debido a que no estaba comprendiendo lo que pasaba. —¿"Flota"? ¿Qué flota?
En aquel momento, un retumbar emergió del lado opuesto al que miraba Adlar, dónde antes había una ventana, y terminó convirtiéndose en un gran boquete que se abrió paso por la superficie de la pared, seguido de una serie de explosiones. Adlar reaccionó tirándose hacia un lado de la cama de Etgar, protegiéndose de los escombros que salían despedidos de allí, logrando salir ileso de aquel ataque sorpresa.
El joven ircheno dedujo que se podía tratar de la flota, aunque era prácticamente imposible, desde el lado por donde atacaron, había alrededor de más de una decena de kilómetros desde la costa hasta la ventana de su habitación, siempre y cuando atacaran de lado. Pero el impacto parecía haber venido de frente, algo imposible hasta de imaginar, ya que la costa se encontraba por ese lado a cien kilómetros de su ventana, ningún cañón que conociera podía llegar a tales distancias, los cañones podían ser efectivos hasta un kilómetro de distancia, y llegar hasta los cuatro kilómetros sin causar daños severos.
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Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)
FantasiEn un mundo devastado por incesantes guerras, un joven guerrero emprende un arduo camino repleto de desafíos y batallas. Sin saberlo, está a punto de iniciar una historia de la que no podrá escapar. No está permitido hacer una publicación de mi hist...