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Era un sábado tranquilo

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Era un sábado tranquilo. El cielo estaba cubierto de nubes grises y una ligera llovizna mojaba las calles de Seattle. Madison tenía su día libre después de una semana llena de entrenamientos y clases. Yo había terminado el partido de béisbol temprano, así que había decidido pasar el día con ella. Me encontraba conduciendo hacia su casa, el suave golpeteo de la lluvia contra las ventanas del coche me relajaba. Había estado pensando mucho últimamente, sobre todo después de nuestra conversación en la montaña, cuando hablamos de lo que haríamos después de graduarnos.

Madison aún no sabía cómo decirme lo de Yale. Yo lo intuía, aunque no estaba seguro. Ella siempre ha sido mucho más ambiciosa que yo en cuanto a los estudios, y aunque decía que lo estaba pensando, había algo en su actitud que me hacía pensar que ya lo tenía decidido.

Al llegar, estacioné el coche frente a su casa y caminé hacia la puerta. Llevaba una sudadera de los Mariners, con capucha, y la subí para evitar mojarme demasiado. Toqué la puerta un par de veces antes de que se abriera.

—¡Vinnie! —dijo James, abriendo la puerta de golpe y sonriendo de oreja a oreja. Siempre me recibía con el mismo entusiasmo.

—Hey, pequeño. ¿Cómo estás? —le despeiné el cabello antes de entrar.

—Estoy bien, pero Maddie está arriba. Está de un humor raro, ¿sabes? —me dijo mientras cerraba la puerta detrás de mí.

Le agradecí el dato a James y subí las escaleras hasta la habitación de Maddie. Al abrir la puerta, la vi sentada en su escritorio, mirando por la ventana, con una expresión pensativa.

—Ey, Maddie. —dije suavemente mientras entraba, intentando no asustarla.

Giró la cabeza y me dio una sonrisa pequeña, pero sincera. Esa sonrisa que siempre me derrite, aunque hoy parecía más apagada de lo normal.

—Hola, Vin. No te escuché llegar. —Se levantó del escritorio y vino hacia mí. Nos dimos un beso rápido antes de que me llevara hacia la cama para sentarnos.

—¿Todo bien? James dice que andas un poco rara hoy —le dije mientras me recostaba en la cama y la jalaba para que se acomodara entre mis brazos.

Ella suspiró, apoyando la cabeza en mi pecho. Sentí su respiración tranquila, pero también el peso de algo que estaba guardando.

—He estado pensando en muchas cosas... —comenzó, su voz era un susurro.

—¿Sobre qué? —le pregunté, tratando de sonar despreocupado, aunque ya sabía por dónde iba la conversación.

—Sobre lo que dijiste la última vez, sobre quedarte en Seattle y seguir en el equipo de béisbol. —Hizo una pausa y me miró a los ojos. Sabía que lo que venía no iba a ser fácil de escuchar. —Vin... Me aceptaron en Yale.

Sentí cómo el aire se me escapaba por un segundo. Lo sabía. Lo había sospechado, pero escucharla decirlo en voz alta hizo que todo se volviera real.

Cardigan || Vinnie Hacker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora