2. Capítulo 3: Bloqueo musical

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Juan Pablo Villamil

Toque la puerta de la casa de los Isaza, sentía como si hubiera sido una eternidad desde la semana pasada que no volvía.

Me abrieron y en la sala vi a mi amigo junto a la pequeña Ángela.

—¿Y esta bebé hermosa? —pregunté mientras jugaba con la manito de la pequeña Isaza—.

—Mis papás tuvieron que salir de urgencia, María no está y Bruno fue a... —abrió un poco más los ojos, se quedó en silencio y volteó su vista a su hermana—.

—¿Y dónde fue Bruno? —interrogue con curiosidad—.

—Nada, el caso es que estoy de niñero —.

—Te sienta bien —aseguré—.

—¿Qué me sienta bien? ¿Ser niñero? —río con ironía—.

—No, ser papá —sonreí mientras él fruncia el ceño, confundido y divertido— o sea, ahora no lo eres pero, cargar a una niña y tener que cuidarla, se te ve bien si en todo caso lo seas —.

—Pues eso será en muuuuuuuchooos años, por no decir nunca —.

—No hable así, que puede pasar —acerqué mi mano al rostro de Ange, ya tenia un añito pero la vi desde que nació, era como una hermanita menor—.

—¿Y qué más? Tiene una vibra diferente —cambió de tema—.

—¿Yo? No, que va —sonreí inocente—.

—¿Me ha hecho caso? —.

—¿En cuánto a qué? —.

—Conociste a alguien, ¿verdad? —quedé estático—.

—¿Qué le puedo decir? —dije nervioso, ni entendía el porqué, estaba acostumbrado a hablar de estas cosas con mi mejor amigo— sí, conocí a alguien, pero... No sentí nada —.

—¿Nada de nada? No sea mentiroso —me golpeó con su codo después de dejar a Ange en su cochecito—.

—Tampoco tan así, pero... No, todavía necesito tiempo —.

—Entiendo, pero piense que probablemente sea ella la indicada —me animó Isaza, si eso se podría llamar ánimo—.

Simplemente, no sentí casi nada. Una sensación extraña y pasajera.

No sé qué seguía esperando. Quizá Isaza tenía razón.

Quizá sí era una nueva oportunidad. Para poder seguir.

Para poderla soltar.

Sonreí pesadamente, como si me pesara la boca. Él me ofreció de tomar, dejó a Angela en su cuarto y tomó un aparatito para poder escuchar si se despertaba.

¿No ven? Podría ser buen papá.

Seguido de eso, tocamos guitarra acústica a ver si salía algo, y nada.

Hoy no era día de componer. En definitiva.

—¿Ha hablado con ella de nuevo? —susurré para intentar sacar tema de conversación, aunque no era el mejor tema—.

—Eh... Sí, de hecho... —.

Nos interrumpió el sonido de la puerta abrirse. Bruno había regresado, con una sonrisa radiante, no levantó la cabeza —ni se dio cuenta de mi presencia— cuando empezó a hablar.

—¡Juan, no sabes! ¡Abi está enorme y hermosa! Hace mucho no la vei... —.

Casi terminaba su maravillosa descripción sobre Abril cuando me vio y se silenció por completo.

¿Enorme? No creo, ella no crece. ¿Hermosa? Siempre lo fue.

Entonces supuse que:

1. Isaza ya sabía dónde había ido Bruno

2. Abril no se ha ido del país.

Eso, en parte, me daba un alivio.

¿Debería de dármelo?

—Buenas tardes, joven Juan Pablo —me saludó cambiando su semblante—.

—Buenas... —devolví el saludo, pero salió más como un balbuceo—.

Bruno serio daba miedo.

—Luego hablamos, hijo —le dijo a Isaza mientras subía—.

—¿Le caigo mal? —murmuré—.

—¿Usted que cree? Es broma, pero se enteró de todo y no eres su persona favorita —.

No necesitaba escucharlo, lo sabía. Ignoré el tema lo más que pude y seguí golpeandome el cerebro para que al menos salga un verso.

Y... Nada.

—Váyase a su casa, papo. No es necesario andar componiendo todo el día —recordó mi amigo, viendo mi cara de frustración—.

¿Qué me pasaba?

—Tiene razón, mejor me voy. Me saludas a Su, y a usted —hablé en tono aniñado para la pequeña en los brazos de Isaza— la quiero muuchooo —le acaricié la pancita y Ange empezó a reír—.

—Nos vemos, Villa —me dio una palmadas en el hombro y yo le di una media sonrisa, para darme la vuelta y salir—.

Mientras caminaba a mi casa, no quería pensar que estaba entrando a un bloqueo musical, o así le decía yo.

Tenía tantas ideas juntas y mi verdadera frustración era que ninguna iba acorde a otra para crear una canción.

Mi garganta quemaba por componer algo, y me quedé en blanco. Llegué a casa y de nuevo estaba solo.

Genial, casa sola.

Bajé mi guitarra acústica a la sala y me senté en mi alfombra frente a la chimenea. Sabia que era masoquista, aunque tal vez, solo tal vez, llegué al límite.

—Cuando te miré sentí algo extraño por dentro —frunci el ceño, ¿así era la letra? cerré los ojos— una... Ah, mezcla de sueñ-... puta vida —.

Olvidarme la canción y confundir la letra, ESA letra, era como un crimen.

—Una mezcla de sueños y locura —bueno, al menos cambié letra y no sonó mal— y tu mirada... —murmuré que casi ni se oía— me juró que si te pierdo...

Y la perdí.

Pero, no tenía que mentirme, el problema siempre fui yo.

Eres Tú ~ Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora