2. Capítulo 1: Desde que ella se fue.

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Juan Pablo Isaza.

Amanecía un día soleado en Bogotá, seguramente se iría a las horas, pero... al menos hubo sol.

Me pare de mi cómoda cama para irme a pegar una ducha, hoy iría con los muchachos a practicar y componer nuevas canciones.

Vestía un jersey negro y un jean azul con zapatillas del mismo color de la parte superior, tomé un café y salí en bala.

Caminé hasta la casa de los Vargas, normalmente las reuniones siempre eran en mi casa, pero hoy había casa sola aquí y necesitábamos tranquilidad (a pesar de que nosotros la acabaríamos con la guitarra eléctrica).

—¿Cómo van? —pregunté entrando a la casa— ya traje la nueva guitarra —sonreí—.

—Acá, todo bacano. ¿Alguna idea para componer? —dijo Villamil parándose y recibiéndome—.

—De una, la tengo acá vea —le señalé la cabeza—.

—Lo escucho —.

Saqué la guitarra rápidamente, tomé la púa y miré mi cuaderno.

—Si la ves... Te dejo algunas instrucciones por si tú la ves... Recuerda que yo prometí nunca volverle a hablar, y fue por nuestro bien... —canté lento intentando aguantar mis lágrimas—.

—Sé que no debo entrometerme hoy en su vida, pero sé... Que no me basta suponer, yo necesito confirmar, que, aunque me duela ya no hay rastro de la herida que dejé...
—casi terminaba y una lágrima silenciosa rodó por mi mejilla—.

—Yo solo quiero que esté bien, aunque esté bien con alguien más —.

Hubo un silencio mutuo.

Subí mi vista y veo un Villa con los ojos cristalizados.

Sabía lo que le pasaba.

—Mi hermana todavía le afecta, ¿verdad? —.

—Como no tiene idea, Isa —suspiró pesadamente intentando no romperse— ¿recibió la carta? —.

—Se la di... Pero, no creo que la haya leído, Villaco —.

—Lo que más anhelo es que me perdone —dijo con resignación — ¿tú crees que lo haga? —.

—Por más que duela papo, pero... La conozco y eso no se le va a pasar tan fácil, incluso puede seguir los pasos de la canción, estar con alguien más —confesé— como Juli... —.

—Estamos entusados, parce —trató de bromear—.

Por si lo preguntan. Sí, terminé con Julia.

Pensamos que ya era algo monótono, que la chispa se había esfumado. Lo que no sabía, era que dolería más terminar en vez de afrontarlo.

—Pero, teníamos 15. ¿Que íbamos a hacer a esa edad? —dije, pensando en voz alta—.

Villa quedó mudo.

—A los quince yo andaba en otras perro —habló intentando disimular la indirecta— hablamos como si tuviéramos ya bastante edad, han pasado casi 2 años —.

Ubicándome en el tiempo, era verdad.

11 de enero de 2011

—En dos meses volvemos al colegio —puse una mano en mi frente exagerando dramatización—.

—Y han pasado 600 días desde que ella se fue —seguía depresivo el niño—.

—¿De verdad ha contado los días, papo? —.

—Se fue un 20 de mayo y no volvió más —aclaró mientras caía una lágrima silenciosa por su rostro—.

Yo solo lo vi con lástima y con la mirada cabizbaja.

Eres Tú ~ Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora