Capitulo 46

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Las semanas siguientes fueron un torbellino de emociones, dudas y silencios que hablaban más fuerte que las palabras. Después de aquella noche en la que König se quitó la máscara y me besó en la frente, algo en mí cambió.

Por un lado, no podía olvidar el peso de ese gesto. Había sido una muestra de confianza que me llenó de ternura y una extraña calma. Por otro lado, el recuerdo de nuestras discusiones y los comentarios hirientes de Anya seguían rondando mi mente, como un eco constante que me recordaba que no todo estaba resuelto.

En los entrenamientos, las cosas no eran mucho mejores. Anya no perdió la oportunidad de lanzarme miradas cargadas de desdén y comentarios velados que me hacían hervir la sangre. Pero yo me obligaba a mantener la cabeza en alto, fingiendo que no me afectaba. Sin embargo, el peso de todo comenzaba a acumularse.

Con König, las cosas no eran tan fáciles como había imaginado después de aquella noche. Aunque intentábamos mantener una comunicación cordial y profesional, había momentos en los que el pasado reciente nos atrapaba. Él parecía estar más reservado, tal vez por miedo a equivocarse, y yo, aunque intentaba actuar como si todo estuviera bien, no podía evitar sentirme vulnerable.

A veces, lo veía de lejos en el campo de entrenamiento, su figura inconfundible observando los ejercicios, y me preguntaba si pensaba en mí tanto como yo en él. Pero ni siquiera me atrevía a acercarme. Había algo en nuestra relación que parecía suspendido en el aire, como si ambos estuviéramos esperando a que el otro diera el siguiente paso.

Ana y Marcos intentaban animarme. Salíamos a caminar, charlábamos en las noches y buscaban distraerme con historias y bromas. Aunque lo agradecía, no podían llenar el vacío que sentía al no poder hablar con König como antes.

Una tarde, mientras revisaba unos documentos en mi habitación, un mensaje de él apareció en mi teléfono. Decía simplemente: "¿Podemos hablar? Te espero en el banco del campo de entrenamiento."

Mi corazón latió con fuerza. Dudé unos segundos, pero terminé cerrando el documento y salí. Caminé hacia el banco con la mente llena de preguntas, sin saber qué esperar. ¿Era el inicio de una solución, o simplemente otro intento fallido de arreglar algo que parecía romperse con cada paso?

Lo único que sabía era que no podía seguir así. Algo tenía que cambiar. Y esperaba que esa noche fuera el comienzo de algo nuevo.

Llegué al banco con una mezcla de ansiedad y esperanza, mis pasos resonando suavemente en el silencio del campo de entrenamiento. La figura alta e imponente de König estaba sentada allí, con la cabeza ligeramente agachada y los hombros tensos, como si estuviera cargando un peso invisible.

"¿Qué pasa?" pregunté, tratando de sonar calmada, aunque mi corazón latía con fuerza.

Él alzó la vista lentamente al escuchar mi voz. Sus ojos claros se encontraron con los míos, y en ellos vi algo que no esperaba: vulnerabilidad. No me respondió de inmediato, simplemente me hizo un gesto para que me sentara a su lado. Dudé unos segundos antes de aceptar.

"Gracias por venir", dijo finalmente, su voz baja y vacilante.

"¿Qué querías hablar?" pregunté, mi tono más suave de lo que esperaba.

König suspiró profundamente, llevando una mano a su nuca como si buscara las palabras correctas. "No puedo más con esto, contigo y yo ignorándonos. Me mata por dentro", confesó, su voz cargada de emociones.

Bajé la mirada, sintiendo cómo una mezcla de tristeza y culpa se acumulaba en mi pecho. "Yo tampoco estoy bien... pero no sé cómo arreglarlo", respondí sinceramente.

Hubo un silencio tenso entre ambos, interrumpido solo por el sonido del viento que pasaba por los árboles cercanos.

"¿Sabes lo que más me duele?" continuó él, su voz quebrándose un poco. "Que siento que te fallé... Que no hice lo suficiente para protegerte, para apoyarte cuando más lo necesitabas."

Negué con la cabeza rápidamente. "No, König. No es solo culpa tuya. Todo esto... lo que pasó con Anya, lo que dije enojada... Todo se nos fue de las manos."

Él volvió a mirarme, y esta vez vi en sus ojos algo más que dolor: determinación. "No quiero que sigamos así. Si hay algo que pueda hacer para recuperar lo que teníamos, dímelo. Lo haré."

Mi corazón se apretó al escuchar sus palabras. Quería creerle, quería volver a sentirme como antes a su lado, pero aún había dudas en mi mente. "Es difícil, König. Todo esto me ha afectado más de lo que quiero admitir. Y Anya..."

Él apretó los puños al escuchar su nombre, pero mantuvo la calma. "Anya no tiene poder sobre lo que siento por ti. Lo único que importa eres tú."

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Finalmente, me atreví a hablar. "Si vamos a arreglar esto, necesitamos ser honestos. No más secretos, no más suposiciones."

König asintió lentamente, sus ojos fijos en los míos. "Honestidad. Lo prometo."

Sin saber cómo, su mano terminó cubriendo la mía, su tacto cálido y reconfortante. "No quiero perderte", murmuró.

Sentí mis ojos llenarse de lágrimas, pero esta vez no eran de tristeza, sino de algo más cercano a la esperanza. "Tampoco quiero perderte", respondí.

Nos quedamos así, sentados juntos en el banco bajo la luz de la luna, como si el tiempo se hubiera detenido para darnos una segunda oportunidad. Aún quedaba mucho por resolver, pero por primera vez en semanas, sentí que estábamos en el camino correcto.

El silencio que compartíamos en el banco no era incómodo. De hecho, se sentía como un refugio, un momento de calma en medio del caos. La brisa fresca acariciaba mi rostro, y el leve crujir de las hojas llenaba el espacio entre nosotros. A pesar de todo lo que había pasado, estar junto a König me daba una extraña sensación de paz.

Sin embargo, esa tranquilidad no era suficiente para ahogar todo lo que llevaba dentro. Había un nudo en mi pecho que, poco a poco, comenzaba a apretarse más fuerte.

"¿Sabes...?" empecé, rompiendo el silencio con una voz casi inaudible. "A veces siento que todo esto fue un error."

König giró la cabeza hacia mí, sus ojos claros observándome con atención. No dijo nada, esperando a que continuara.

"Las burlas, los comentarios... No solo de Anya, sino de mis propios compañeros. Es como si cada día tuviera que demostrar algo, como si estuviera constantemente bajo un microscopio. Y lo peor es que siento que nunca es suficiente. Nunca soy suficiente."

Mi voz se quebró al final, y antes de darme cuenta, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Traté de detenerlas, pero era inútil. Todo el peso de las semanas anteriores, de las miradas, las palabras hirientes, las dudas y los miedos, finalmente me alcanzó.

"Y luego, cuando me caí en el circuito... Fue como la confirmación de todo lo que dicen. Que no pertenezco aquí, que no soy lo suficientemente buena."

König se movió, girando hacia mí. Su mano grande y cálida cubrió la mía con suavidad. "No digas eso", murmuró, su voz grave cargada de emoción.

Negué con la cabeza, mis hombros temblando. "No lo entiendes, König. Ellos tienen razón. No soy como tú, como ellos. Soy una carga. Y cada vez que intentan hacerme sentir pequeña... funciona."

En ese momento, me desmoroné por completo. Las lágrimas cayeron sin control mientras cubría mi rostro con las manos, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.

König no dijo nada al principio, pero sentí cómo se movía. En un gesto cuidadoso, envolvió sus brazos alrededor de mí, acercándome a su pecho. Era un abrazo firme pero reconfortante, como si tratara de protegerme de todo lo que me dolía.

"No eres una carga", dijo finalmente, su voz un susurro cerca de mi oído. "Eres más fuerte de lo que crees. Y no importa lo que digan los demás... Tú perteneces aquí. Lo sé porque lo he visto. He visto tu esfuerzo, tu determinación. Eres increíble."

Sus palabras, aunque reconfortantes, solo hicieron que llorara más fuerte. Pero esta vez, no eran lágrimas de desesperación. Eran de alivio. Alivio por finalmente soltar todo lo que llevaba dentro, y por tener a alguien que me entendiera y me apoyara.

Nos quedamos así, bajo la luz de la luna, sin decir nada más por un rato. El mundo alrededor parecía desvanecerse, dejando solo ese momento entre nosotros. Aunque mi corazón seguía cargado de emociones, por primera vez en mucho tiempo sentí que no estaba sola.

En el Fuego de la Batalla [König x T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora