Capítulo 5

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¿Qué había pasado? ¿Por qué se había enojado? ¿Planeaba tenerme toda la vida aquí encerrada? Tal vez planeaba tenerme aquí hasta volverme loca o un día matarme y dejarme flotando en un río.

Tenía que encontrar otra forma de salir encontrar un momento más inoportuno, donde él no estuviera preparado para detenerme, pero ¿cuál? La puerta no se abría a menos de que me trajera la comida y esa era la única salida.

Aún me salían unas lágrimas del susto cuando entró Christian de nuevo, no habían pasado ni cinco minutos desde que se había ido así que no podría ser la comida lo que traía, se había puesto una playera azul marino y traía una caja en la mano derecha.

—Karissa lamento haberte asustado, yo no pretendía asustarte, solo que cuando preguntaste que iba a hacer contigo pensé que me estabas comparando con Tyler y yo no soy como ese inútil –no dije nada, me quedé muda, entonces él extendió su mano derecha para darme la caja –toma es un...regalo de disculpas.

Tomé la caja que era café y cubica, la observé, tenía miedo de lo podría encontrar dentro.

—Ábrela –levanté la tapa y me sorprendí, era la última cosa que me hubiera imaginado, era un cubo de Rubik pero, no era el clásico, de 3 por 3, no, era el de 2 por 2.

Yo siempre había querido uno pero eran muy caros como para comprarme uno.

—Es uno de los tantos que tengo, uno de mis favoritos por lo fácil que parece, cuando en realidad no es tan sencillo.

—Sí te gusta tanto ¿por qué me lo das? –pregunté pensando que contestaría algo como "de todos modos te tengo aquí" o "igual y no te vas a ir de aquí" o algo por el estilo.

—Ya te lo dije es un regalo de disculpas, aparte iba a comprar otro.

—Christian yo no pregunté porque pensara que eres como Tyler, sino porque no sé qué hago aquí, por qué me secuestraste justamente a mí y no a otra persona, por qué me traes comida y regalos, por qué gastas tu dinero en tenerme aquí, por qué arriesgas el que te encuentren y te metan a la cárcel. No lo entiendo.

—Y justamente por eso no te lo digo, porque no lo entenderías...ni me creerías –murmuró por lo bajo la última frase.

—Gracias.

— ¿Qué?

—Gracias por el cubo, el vestido y los zapatos.

—No tienes por qué agradecerme. Veamos qué tan lista eres, te doy hasta la hora de la comida para que lo armes.

— ¿En cuánto tiempo aprendiste tú?

—Un día, desde que me levanté hasta las nueve de la noche aproximadamente.

— ¿Y a mí solo me das medio día?

—Es que vamos a ver si eres más inteligente que yo.

En cuanto la puerta se cerró me puse manos a la obra, lo más que logre hacer, era que me faltaran dos cuadritos por acomodar, antes de que mis tripas comenzaran a sonar, había olvidado el desayuno.

Me tomé el jugo de zanahoria y me comí el cereal con leche que me había traído Christian, cuando terminé seguí intentando una y otra vez, de una forma y de otra.

A pesar de todos los intentos que hice, la puerta se abrió y aún no podía hacerlo.

—Se acabó tu tiempo –Christian entró con un plato de rico pozole, olía delicioso, en cuanto entró todo el cuarto se impregno del olor – ¿Qué tal te fue?

—No lo logre –Christian esbozó una gran sonrisa.

—Veamos hasta donde llegaste –le pasé el cubo, él dejó el plato cuidadosamente sobre el catre y después de tomar el cubo con tres rápidos movimientos quedo armado.

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora