Capítulo 37

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Le faltaba solo servir la lasaña cuando mamá apreció de nuevo en la cocina.

- ¿Qué tal van chicos? -nos preguntó.

-Solo falta servirla -dijo Christian tomando el tazón con la lasaña para llevarlo a la mesa.

-Yo llevo los platos -me levanté del banco y tomé tres platos de la alacena.

Mamá se sentó en la cabecera de la mesa y Christian se sentó a mi lado.

-Me dijeron que ya terminaste la universidad -dijo mamá para iniciar conversación, esto iba a ser un tanto raro, Christian asintió - ¿en qué trabajas?

-Diseño videojuegos.

- Oh ¿y cuantos has diseñado?

-Yo "solo", dos, bueno tres con el que acabo de terminar.

- ¿Y han sido populares?

-Bueno, sobre todo uno, se llama "Dark green"

- ¡¿Tú diseñaste Dark green?! -lo miré sorprendida.

Dark green había salido a principios del año, rápidamente se había vuelto famoso, ganó fama gracias a sus buenos gráficos y lo impredecible de su historia; principalmente la historia se desarrolla en un entorno policial donde tú eres un detective en busca de un asesino serial que siempre deja una mancha de tinta verde oscuro en sus crímenes. Al principio todos parecían despreciar el juego pero una vez que salió a la venta aumentó su fama y aceptación por parte de los jugadores.

-Si.

- ¡Desde que salió quiero jugarlo y me dices que tú lo hiciste!

-Tengo una copia puedo traerla ¿tienes Xbox? ¿...Play?

-Xbox.

-Tienes suerte la tengo para Xbox.

- ¡Wiiiii! -dije abrazándolo.

-Yo intenté jugarlo pero resulta aburrido jugar tus propios juegos.

Me reí y lo solté para que pudiéramos seguir comiendo.

- ¿Por qué?

-Pues es que sabes los atajos, las sorpresas, trucos, el juego pierde el sentido.

-Es una lástima, jamás podrás jugar tu videojuego.

-Lo sé, no sé vale -dijo fingiendo una cara triste, yo solo me reí y vi como mamá nos observaba.

Terminamos de comer y nos sentamos en el sillón de la sala.

- ¿En cuánto tiempo armas el cubo? -le pregunté a Christian.

-Mmm... no lo sé, tengo mucho que no me mido el tiempo.

-Quiero ver cuánto haces, voy por mi cubo -corrí a mi cuarto, tomé el cubo y bajé nuevamente a la sala.

- ¡Vaya! Más veloz que flash -dijo tomando el cubo.

-No quiero perder tiempo valioso.

-Vamos, pon el cronometro Kari -saqué mi celular.

- ¿Listo? -él asintió - ¡ya!

Comenzó a armarlo mientras que el reloj avanzaba, cuando terminó el reloj marcaba un minuto diez.

- ¡Qué rápido!

-No más que tú corriendo por las escaleras, cocodrilito -me reí y le di un pequeño empujón -es tu turno.

Tomé el cubo y él me indicó cuando empezar, lo armé lo más rápido que pude y cuando terminé grité:

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora