Epílogo

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Era 19 de junio, si, ya había pasado un año exactamente desde que Tyler me llevó a ese parque dispuesto a secuestrarme, toda mi vida había dado un giro enorme desde ese día, para empezar había dado a parar al baño de un completo desconocido, un lindo, adorable, tierno y amoroso desconocido que se había apoderado de mi corazón. Desde que mamá nos había dejado ir solos a esa fiesta a Christian y a mí, todo se había vuelto más normal, de ahí en adelante mamá nos había dejado salir como a los chicos normales y él se había encargado de amarme y cuidarme tanto como le había prometido a mi mamá que lo haría.

Mi papá... la verdad no sé qué pasó con él, nunca quiso responder nuestras preguntas y un día dejamos de ir a visitarlo; en cambio con Sara las cosas si mejoraron a diario me decía que no confiaba en Christian pero tarde o temprano terminó por aceptarlo, volvió a hablarme con normalidad y creo que ya ni recuerda cómo es que en realidad conocí a Chris, él y yo dimos con decirle a la gente que nos habíamos conocido en el juicio de nuestros padres para evitar tener que dar explicaciones a la gente, con respecto a las extrañas pesadillas aún tenía una de vez en cuando a veces Chris venía en mitad de la noche hasta mi casa porque ni mamá podía calmarme aunque cada vez eran menos frecuentes, además nunca aparecieron a diario.

La verdad es que Christian se pasaba la mayor parte del tiempo conmigo, (excepto cundo estaba trabajando) o con Evan y Miguel, los tres se habían vuelto muy buenos amigos y se la llevaban muy bien.

Ahora me encontraba con Christian en su auto íbamos camino hacia algún lugar porque me había preparado una sorpresa por nuestro primer año juntos, técnicamente no había pasado exactamente un año pero habíamos decidido celebrarlo hoy porque ese día nos habíamos conocido entre comillas.

— ¿En qué piensas Kari?

—En a dónde me llevas, la última vez que alguien me dijo que me tenía una sorpresa terminé encerrada en un baño –él se rió.

—Tranquila esta sorpresa te va a gustar mucho –dijo Christian y estacionó el auto en el estacionamiento de la reserva natural que estaba a las afueras de la ciudad.

— ¿Cómo estás tan seguro? –le pregunté cuando caminabamos hacia un sendero.

—Porque te conozco, es más te daré una pista de lo que vas a encontrar.

— ¿Cuál?

—Hay chilaquiles.

— ¿Hechos por ti?

— Sip.

—Mmmmm... ya me está fascinando.

El bosque de la reserva estaba mayormente conformado por sauces, la reserva había cambiado mucho desde la última vez que la había visitado cundo tenía cinco años.

Llegamos al lago que había al centro de la reserva y Christian me sacó del sendero para caminar hacia un sauce cuyas ramas tupidas llegaban hasta el suelo y el agua del lago.

— ¿Preparaste un picnic?

—Seh, algo así, cierra los ojos y dame las manos –hice lo que me decía y sentí que cruzábamos las hojas del sauce, de inmediato me llegó el olor a los chilaquiles, respire hondo al percibir el delicioso y conocido olor.

— ¿Ya puedo abrirlos? –dije cuando se detuvo y soltó mis manos.

—Si ya puedes abrirlos –susurró suavemente en mi oído.

Al abrir los ojos me quedé asombrada, había una mesa con un mantel verde lima, acomodada como en un restaurante cinco estrellas, había un Globo de helio en forma de corazón que decía nuestros nombres y en el centro de la mesa había una foto de nosotros.

Chris me tomó de la mano, me llevó hasta la mesa y me senté en la silla que él alejó de la mesa para que me sentara, él se sentó en la otra y me dijo:

—Sé que estás impaciente por comer tus chilaquiles pero primero quiero darte esto –sacó un rectángulo verde que tenía mi nombre y me lo dio –desdóblalo.

Desdoble lo que era una enorme cartulina que ya no me dejó ver a Christian y comencé a leer:


Karissa por favor secuéstrame para toda la vida y...


—Cásate conmigo –al escucharlo decir esas palabras solté la cartulina y lo vi frente a mi de rodillas con una cajita de terciopelo.

— ¡Si! –le grité aunque en realidad no había sido una pregunta, y me abalancé sobre él.

Christian me abrazó y me puso el anillo, era dorado y tenía un diamante en forma de cubo.

—A diferencia de tu collar este si tiene un diamante de verdad – me reí y lo bese dulce y tiernamente.

No tengo ni idea de cuánto tiempo pasamos tirados en el suelo besándonos pero no nos detuvimos hasta que nuestros labios estuvieron hinchados y nuestros estómagos rugiendo de hambre.

—Te amo –le dije.

—Yo también te amo Kari –me respondió antes de levantarnos para comenzar a comer.

Fin.

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora