Christian volvió con el vaso y la servilleta cuando yo comenzaba a comer mis alitas.
-Toma es refresco de naranja -dijo y me dio el vaso.
-Gracias, siéntate y ayúdame con una de estas me trajiste demasiadas -dije señalando las alitas.
-No, no, son todas tuyas, las mías están haya abajo, pero si te acompañare -dijo mientras se sentaba en el catre.
-Vamos toma una yo no me las voy a terminar.
-Está bien, pero solo tomare una.
- ¿Tú las adobaste? -dije chupándome los dedos.
-Sí, solo revolví un montón de cosas que encontré en la cocina.
-Pues deberías enseñarme a revolver las cosas porque cada que yo he tratado de hacer eso, no me sale así de bien -Christian soltó una carcajada.
-Algún día, algún día te enseñare.
-El chef Christian revelando sus secretos.
- ¡Ay! Sí claro, no es para tanto.
-Oye no es malo soñar.
-Excepto cuando son pesadillas, gritas y despiertas a la gente.
-Oye, no fue mi culpa.
-No, ya lo sé, no te preocupes, en realidad esa noche me asusté, pensé que te había pasado algo.
-Sí, no fue lindo.
-A ver, pásame tu libreta -se la pasé y la abrió en una hoja limpia.
- ¿Qué vas a hacer?
-Pásame el lápiz -se lo di y comenzó a dibujar algo.
- ¿Qué haces?
-Espera, espera -pasó un momento y yo observaba confundida lo que hacía -listo mira.
En la libreta había un dibujo de un lindo pollito a punto de ser rostizado, me reí un poco de su dibujo.
-Oye no dibujas tan mal.
-Pero no lo hago tan bien como tú -me miró a los ojos y parecía querer decir algo más pero cuando estaba a punto de decirlo, su celular sonó, hizo una mueca y lo sacó de su bolsillo.
-Lo siento, tengo que atender -dijo después de haber mirado la pantalla.
Cuando terminé de comer me puse a dibujar un elefante, tardaba en dibujarlo pero me quedaba muy bonito y así tendría algo que hacer toda la tarde.
Cuando lo terminé parecía no ser hora de la cena así que me puse a jugar con mis cubos, armaba uno y luego el otro, llego un momento en el que los dejé a un lado.
Entonces recordé algo que hacía en el baño cuando era niña, tomé un poco de jabón líquido y me puse un poco de agua, luego comencé a frotar mis manos hasta hacer espuma, con mi dedo índice y el pulgar formé un circulo y entonces soplé; cuando estaba a punto de salir una burbuja, se reventó.
Me reí recordando cuanto tiempo había gastado haciendo burbujas de jabón en mi baño, cuando era niña.
Volví a intentar una y otra vez pero todas se reventaban, con cada burbuja que se reventaba era como volver a ser una pequeña niña jugando en el baño sin querer salir.
Irónico, lo sé, cuando era niña lloraba porque mi mamá me sacaba del baño y me decía que no desperdiciara el agua y el jabón, en cambio ahora lo que deseaba era salir cuanto antes de este baño.
Intente hacer una burbuja poniendo palma con palma y luego soplando no obstante fue inútil ya que tuve el mismo resultado, que la burbuja se reventara. Intenté una y otra vez hacer que la burbuja se saliera de mis manos y aunque sabía que era inútil, ya que era muy difícil conseguirlo, yo seguía persistente, siempre lo fui y además esto era muy divertido; la verdad es que a veces cuando creces olvidas que algunas de las cosas en las que más puedes divertirte, son las cosas más simples y fáciles de obtener. Mírenme a mí en el baño de un entre comillas desconocido jugando con agua y jabón a hacer burbujas, sí una semana atrás alguien me dijera que iba a estar haciendo esto seguro lo habría juzgado de loco.
Continuaba riendo con cada burbuja que se reventaba, me sentía como una pequeña niña de seis años.
-Sí que te diviertes -volteé hacía el lugar de donde provenía la voz y encontré a Christian recargado sobre el marco de la puerta con un plato de frijoles guisados con queso y longaniza.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? -pregunté confusa, en realidad no me había percatado de su presencia, él sonrió.
-Lo suficiente como para saber dos cosas sobre ti, que te ves muy linda cuando juegas como una niña de seis años y que no sabes hacer burbujas con las manos.
-Qué, ahora resulta que eres un experto en hacer burbujas de jabón -Christian negó con la cabeza y dejó el plato sobre el catre.
-Dame espacio te enseñare como se hacen -Christian tomó jabón y formó espuma en sus manos, juntó palma con palma, como había hecho yo antes y comenzó a soplar. Su burbuja no estuvo ni dos centímetros alejada de sus manos cuando se reventó pero efectivamente lo había logrado.
-No se vale, hiciste trampa.
- ¿Trampa? Acaso eso se puede.
-No lo sé -dije riéndome junto con él.
-Vamos lávate las manos se te va a enfriar tu cena -me las enjuague y ambos nos sentamos en el catre.
- ¿Y acostumbras hacer burbujas en el baño? -me preguntó.
-Solo cuando estoy encerrada.
-Vale, vale, lo entiendo.
-No, en realidad, cuando era niña me la podía pasar todo el día en el baño haciendo burbujas, hasta que mi mamá llegaba y me regañaba.
-Dicen que tienes que tener cuidado con lo que deseas porque puede cumplirse.
-Ni me lo digas.
-Este es el momento en el que me arrepiento de haber querido jugar todo el día con mis soldaditos a la guerra.
- ¡Oye no! me es suficiente con estar aquí encerrada, no hace falta una guerra.
Los dos nos reímos en una sonora carcajada.
-Sí creo que yo tampoco tengo ganas de que haya una guerra.
-Y tú, experto en hacer burbujas ¿Cómo aprendiste?
-Nah, en realidad fue cuestión de suerte nada más, pero cuando era niño mi papá y yo jugábamos a hacer burbujas, tal como tú lo hacías, por eso me pareciste tan linda, me recordaste mi infancia.
-Sí creo que yo también estaba haciendo eso, hasta que apareciste.
- ¿Me estás culpando por frustrar tus intentos de revivir tus recuerdos?
-Sip, fue tu culpa.
-Oye no, eso no es cierto.
-Sí, no me dejas recordar mi infancia.
- ¿Ah sí? Pues que irónico porque tú me haces recordar la mía.
- ¿Te recuerdo tu infancia? ¿Por qué?
- No lo sé hay algo en ti que me hace sentir de nuevo que soy un niño -dijo, parecía estar confundido, como si no supiera lo que le pasaba, yo me reí.
Había terminado mi cena y la verdad no sabía que responderle, así que solo me quedé mirándolo.
-Bueno creo que ya me voy, al menos ya te acompañe en tu cena; sigo corrigiendo pequeños errores del juego.
-Suerte, espero sea un éxito.
-Gracias, yo igual, que descanses.
-Igualmente -contesté y entonces se fue.
Mis labios estaban partidos nuevamente así que me puse más brillo, estaba a punto de guardarlo en la bolsa cuando se me cayó y rodó hasta la entrada.
Iba camino a juntarlo cuando mi pie se atoró con algo en el suelo, entonces tropecé y perdí el equilibrio.
De todos los lugares donde podía caer, caí en el peor, caí junto al baño y en el camino me golpeé la cabeza, no tuve tiempo de gritar o pedir ayuda, el golpe fue tan fuerte que nunca me sentí caer al suelo. Lo último que vi fue mi cabeza estrellándose contra la dura porcelana del baño.
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Mi secuestro
Novela Juvenil¿Qué pasaría si te secuestran? ¿Si la persona a la que más amas y creías que te amaba te traiciona por dinero? ¿Si estás alejada de tu familia sin saber por qué? sin poder salir, sin embargo no te hacen daño, al contrario, te alimentan, te ayudan, ¿...