Capítulo 29

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—Reanudamos el juicio de Christian Aller acusado del secuestro de Karissa Ruano la noche del 19 de junio del presente año. Abogado tiene la palabra –dijo el juez mirando al abogado al lado de los detectives.

—Quisiera volver a llamar a la señorita Karissa Ruano –me puse de pie y me posicioné en la silla al lado del juez.

—Karissa usted recibió un paquete la mañana después de regresar a casa ¿verdad? –mmmm con que iba a ir directo al grano, pues yo también, ya no había nada que ocultar, como había dicho Christian, iba a decir la verdad.

—Sí, de parte de Christian.

— ¿Y que había dentro del paquete?

—Un peluche y una carta.

—Señoría si me permite, tengo aquí... -el abogado sacó la carta de entre todos los papeles de la mesa –...la carta enviada por el acusado a Karissa, quisiera leérselas.

Alonso estuvo a punto de protestar sin embargo Christian lo detuvo y le dijo algo.

—Prosiga –dijo el juez.

—La carta dice así:

«Kari, te extraño, espero estés bien, quisiera estar ahí contigo pero sé que pronto nos volveremos a ver, Alonso es un buen abogado, ya lo veras pronto estaré contigo, te amo. Atentamente Christian.»

—Dime Karissa ¿qué sentiste al leer esta carta?

—Me conmovió –miré a Christian que parecía mucho más calmado que Alonso ya que tenía una sonrisa enorme en el rostro –ningún chico había hecho un detalle así de lindo por mí, me pareció muy lindo.

—Como verá su señoría esto es un claro caso del síndrome de Estocolmo. No más preguntas, gracias.

—Su turno –dijo el juez mirando a Alonso.

—Karissa ¿Christian te manipulo de algún modo o trató de herirte? (como para que desarrollaras el síndrome como defensa) –preguntó Alonso.

—No.

— ¿Él te convenció de que lo ayudaras a huir de la ley?

—No él dijo que se había arrepentido y por esa razón se entregó, no solo me soltó y huyó.

—Exacto, si Karissa hubiese desarrollado el síndrome de Estocolmo, hubiera ayudado a Christian a huir, no lo hubiese acompañado a entregarse a la policía. No más preguntas señoría.

Me levanté y tomé mi lugar al lado de Evan.

—Quisiera llamar nuevamente al acusado.

Christian se sentó en el lugar que yo había ocupado antes, solo que esta vez me miraba directamente a los ojos.

—Señor Aller ¿por qué mandó esa carta a la señorita Karissa? –le preguntó el abogado.

— ¿Por qué? ¡¿Pero qué pregunta es esa?! ¡Si lo acabas de leer! Porque la extraño, la quiero, quiero estar con ella, tenerla cerca.

— ¿Para qué la quieres tener cerca?

—Para abrazarla, llevarla pasear, jugar, para hacerla feliz –mientras dijo esto me miraba solamente a mí y Evan lo notó.

— ¿Te das cuenta de que no para de mirarte? –me susurró Evan.

—Si –dije avergonzada de que lo haya notado.

—Tenemos que advertir que la víctima sufrió un golpe en la cabeza, esto pudo llegar a alterar su forma de ver las cosas.

— ¡Yo no estoy loca! –grité al mismo tiempo que Alonso decía:

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora