Capítulo 13

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Christian sacó todo lo necesario para preparar la comida.

—Bueno primero hay que poner a cocer los frijoles –sacó un tazón lleno de frijoles y otro vacío –Ven hay que limpiarlos.

Cada uno tomamos puños de frijol y sacamos las piedras y basuras hasta llenar el tazón vacío, Christian lo lavó y lo puso a cocer en una olla de presión.

—Bien ahora los "sopitos"; pon dos tazas de harina en ese tazón –dijo señalando una tazón vacío junto al fregadero.

—Listo –dije después de haberlas vaciado.

—Bien ahora el agua –dijo mientras la agregaba –Y un poco de royal.

Sacó un pequeño pomo de la alacena y puso una mini cucharadita en la mezcla.

—Ahora la parte divertida –se puso detrás de mí arrinconándome en la esquina del pretil.

— ¿La parte divertida?

—Sip, vamos a mezclarlo todo –tomó mis manos mientras se apoyaba en mí, metió nuestras manos en el tazón y comenzamos a hacer la masa.

Cuando por fin tuvimos una bola de masa lista se alejó de mí, me lavé las manos y me hice a un lado para que se las lavara.

—En la barra hay una toalla –tomé la toalla y me sequé las manos.

— ¿Y ahora qué sigue, chef? –él rio entre dientes y me quitó la toalla de las manos.

—Hay que dejarla reposar un tiempo –yo estaba recargada en la barra y él se acercó a mí mientras aventaba la toalla cerca de la estufa –y se me ocurre algo que podemos hacer mientras tanto.

— ¿Ah, sí? ¿Y qué es? –puse mis manos sobre su pecho y él puso las suyas en mi cadera.

—Esto –acercó su rostro al mío, mientras comenzaba a besarme me levantó y me sentó en la barra.

Mis piernas colgaban a cada lado de sus caderas, con mis manos lo sujeté y lo acerqué más a mí, él no opuso resistencia alguna, en cambio con su mano en mi espalda me acercó más a él.

Su lengua estaba dentro de mi boca creando sensaciones imposibles de describir, su mano en mi espalda comenzó a bajar hasta llegar a mi muslo, cuando de repente la olla de los frijoles comenzó a sonar y los dos pegamos un brinco del susto, Christian miró la olla y se acercó para poner la válvula mientras tanto yo me bajé de la barra.

—Me había olvidado de la olla –comenté.

—Yo igual, pero como no hacerlo cuando tengo a alguien tan linda como tú en mis brazos –yo me reí, me encantaba como se aprovechaba de cualquier momento para decirme lo linda que le parecía.

—Creo que ya reposó lo suficiente –dijo Christian y ambos reímos.

Cuando terminamos de preparar la comida nos sentamos a la mesa y comimos mientras platicábamos sobre nuestra infancia, todo lo que jugábamos, como cuando jugaba con mis Barbies o como a él no le gustaba jugar futbol.

Estábamos recogiendo la mesa cuando tocaron la puerta, miré a Christian.

—No esperaba a nadie –susurró –será mejor que te escondas arriba, puede ser que te reconozcan.

—Está bien.

Subí las escaleras y Christian esperó hasta que le di la vuelta en el pasillo para abrir la puerta.

—Hola, no te esperaba –le escuché decir a Christian.

— ¿No me esperabas? Hace un rato me cortaste la llamada –dijo la voz de un señor que supuse era el abogado que había llamado en la mañana.

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora