Capítulo 18

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Al entrar me quedé paralizada, tenía razón cuando pensé que acababan de llegar con un delincuente porque justo al entrar lo primero que vi fue a Tyler con las manos esposadas y sujeto por dos policías.

- ¡Él fue, él fue! ¡Él es el secuestrador! -Gritó Tyler mientras se zarandeaba y casi se soltaba del agarre de los policías -Me engaño para que la llevarla con él.

Dos policías que se encontraban a la izquierda corrieron para aprender a Christian, por supuesto él no iba a intentar huir, venía a entregarse pero obviamente ellos no sabían eso. Vi como lo esposaban y se lo llevaban bruscamente dentro para interrogarlo, me dieron ganas de llorar ¿y sí ya no lo volvía a ver? ¿Sí creían que era peligroso? ¿Sí Tyler había inventado una buena historia para culparlo de más cosas? ¿Sí lo dejaban de por vida en la cárcel? O peor ¿sí le daban pena de muerte? No, no, eso no podía pasar, Alonso lo ayudaría, lo defendería; sentí como las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas y mis piernas empezaban a pesar mil kilos, se me doblaron las rodillas y quedé hincada en el piso viendo el pasillo por donde se habían llevado a Tyler y a Christian.

Una policía que se encontraba junto al escritorio se acercó a mí, se puso en cuclillas y me dijo:

-Eres Karissa ¿verdad? -Yo bajé la cabeza para mirar al suelo y asentí -tranquila, ya no te hará daño.

-Nunca lo hizo -susurré mientras levantaba la cabeza para mirar a la policía a la cara.

Era joven tendría treinta y cinco años, era morena, de pelo negro y ojos negros; cuando me miró vi como su rostro cambiaba de expresión.

-Te golpearon la cabeza -dijo medio en tono de pregunta, medio en tono de afirmación -tenemos que llevarte al hospital.

Me tendió la mano para ayudarme a levantarme aunque yo lo que quería era que me escuchara y me prestara atención no obstante sabía que no me harían caso hasta que me llevaran al hospital y vieran que en realidad estaba del todo bien.

Tomé la mano de la policía y me levanté, me guió hasta una patrulla que se encontraba afuera.

Ya sentada en el asiento trasero de la patrulla, no lloraba, ni siquiera tenía restos de las pocas lágrimas que se me salieron de los ojos cuando cuándo vi cómo se llevaban a Christian; la policía que se había acercado a mí anteriormente se sentó en el asiento del conductor y su compañera en el otro, partimos rumbo al hospital mientras yo miraba la ciudad sin decir nada.

- ¿Te sientes bien cariño? -dijo amablemente la policía del asiento del copiloto.

-Sí, en realidad no me golpearon, yo me caí y me golpeé la cabeza.

-No hace falta que nos expliques nada cariño, primero hay que encargarnos de tu salud, después nos explicarás todo.

-Pero no tengo nada.

-Está bien, solo es para cerciorarnos.

Como supuse, no me escucharían hasta que me llevaran al hospital así que mejor me callé y seguí mirando por la ventana.

Cuando llegamos al hospital las policías me dejaron sentada en una de las sillas mientras se acercaban a explicarle la situación a la recepcionista de la sala de urgencias. Después de ver como la recepcionista asentía con la cabeza amablemente una enfermera se acercó a mí para llevarme dentro. La enfermera me indicó que me sentara en una de las camillas y luego se acercó para colocarme el suero en el dorso de la mano, antes de irse observé como me miraba, con tristeza y lastima.

Pasaron aproximadamente treinta minutos cuando el doctor por fin se presentó ante mí, para encontrarme en la sala de urgencias había tardado bastante, más estuve de acuerdo con ello, en realidad no me encontraba mal, prefería que atendieran a los que si estaban graves.

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora