Capítulo 26

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Y así de uno en uno los testigos fueron hundiendo a mi padre en su propio hoyo, aunque claro tenía que darle puntos a al abogado de mi padre por hacer parecer que todo había sido un accidente.

Según su historia al padre de Christian se le había descompuesto el coche y mi padre le ayudó a ponerlo en marcha, al día siguiente se dio cuenta de lo ocurrido y se percató de que había hecho mal las cosas así que sobornó al detective para encubrir todo. Claro Alonso encontró un fallo en su plan, el hecho de que iban a ascender de puesto al papá de Christian y no al mío, no podía ser una coincidencia que al siguiente día ocurriera el "accidente" y las huellas de mi padre aparecieran en el coche, además de que muchos atestiguaron ver que el padre de Christian se marchaba sin problemas en su coche.

Para cuando llegamos a la mitad del juicio mamá había parado de insultar a los testigos, creo que en el fondo se daba cuenta de lo que pasaba.

Alonso era muy buen abogado, tenía un testigo para desmentir lo que se inventaba el abogado de mi papá, al final estaba más claro que el agua que mi padre había manipulado el auto de Ryan (el padre de Christian), se había asegurado de que terminara muerto y que había sobornado a mucha gente para que pareciera un accidente.

— ¿Tiene algún testigo más? –preguntó el juez a Alonso.

—No señoría... –Christian se inclinó y le dijo algo a Alonso –si señoría, quisiera llamar a la señora Ruano, la esposa del acusado.

Mamá abrió los ojos como platos y sus manos empezaron a temblar sin embargo aun así caminó hacia el frente para atestiguar.

— ¿Usted alguna vez se enteró de que su esposo no recibiría el ascenso?

—No, el solo llegó con la noticia del ascenso.

— ¿Estaba enterada que su esposo no gastaba todo su dinero en él y su familia? –mamá miró a papá sin pensar.

—Sí, hubo dinero que jamás supe a donde iba.

—Entonces usted jamás se percató de que el dinero faltante iba destinado a sobornos.

—No, yo no sabía nada.

—Gracias, eso es todo –entendí lo que Christian le pidió a Alonso, que le mostrara a mi mamá lo que había hecho papá o más que nada, que se diera cuenta que era cierto. Así al menos sí llegábamos a salir de esta mi mamá sabría que no había sido una injusticia lo de mi padre.

—Acusado, su turno –dijo el juez.

—Nada que agregar –dijo el abogado.

—Algún otro testigo.

—No señoría –contestaron ambos abogados.

—Bien, quince minutos de descanso.

Mamá no tardó en correr hacía mi padre, los policías acudieron a detenerla pero ella aprovecho para preguntarles algo, después de hablar con ellos mi mamá se acercó a mí.

—Karissa te dejara ir con tu padre –dijo alegre.

Quería acercarme y reclamarle, cómo podía haber hecho eso y vivido doce años como sí no haya pasado nada; llegué al final del pasillo y vi a Christian a un par de metros de mí que me miraba como si no trajera nada de ropa encima, ese día me había puesto unos puesto unos jeans entubados y una blusa amarilla que tenía un holán en la parte de abajo, esperaba que nadie lo haya notado.

Llegué junto a mi padre e inmediatamente me abrazó.

—Pequeña ¿estás bien? ¿Cómo escapaste? –hacía más de doce años que no me decía pequeña, de repente había dejado de llamarme así.

Mi secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora