Capitulo 43

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Una semana después, Valentina se encontraba más agotada de lo que había imaginado. Durante el día, se mantenía activa, aunque su cuerpo le pedía descanso. Sus ojos, oscurecidos por el cansancio, delataban el agotamiento que intentaba ocultar. En su rostro se reflejaba una leve sonrisa forzada mientras compartía momentos con los chicos, pero por dentro, algo no estaba bien.

Cada noche, cuando las luces se apagaban y todos se acomodaban para descansar, Valentina se sumía en un mar de pensamientos oscuros. Las pesadillas la acosaban. Imágenes borrosas de lo que había vivido, las amenazas de Michael y su huida, todo se mezclaba con la sensación de estar atrapada en un ciclo sin fin. Se despertaba sudando, respirando entrecortado, intentando calmar su mente, pero los ecos de la ansiedad persistían.

Esa misma sensación la acompañaba por la mañana. Los ataques de ansiedad se volvían más frecuentes, pero Valentina se empeñaba en no hablar de ello con JJ. No quería preocuparlo. Sabía que él ya había pasado por tanto a su lado y no deseaba añadir más carga sobre él. Así que, a pesar de la fatiga que sentía, seguía adelante.

En su abdomen, el dolor seguía siendo un recordatorio constante de su vulnerabilidad. Aunque la herida sanaba, las cicatrices, tanto físicas como emocionales, no dejaban de doler. Cada movimiento, cada respiración profunda, le recordaba el sufrimiento que había atravesado. El estrés de no poder dormir y la carga emocional que llevaba sobre sus hombros le pasaban factura.

Esa mañana, cuando JJ se levantó temprano para ir a la cocina, Valentina permaneció en la cama, mirando al techo. Sus dedos recorrían su abdomen, donde los puntos de la herida aún dejaban su marca. Intentó relajarse, cerrar los ojos y descansar, pero las imágenes de esa noche, las pesadillas que la habían despertado, seguían nublando su mente. La sensación de estar atrapada era cada vez más fuerte.

Sentía que no podía más.

Pero no quería admitirlo. No quería que JJ viera lo frágil que se había vuelto. En su corazón, Valentina sabía que él la amaba profundamente, pero temía que su dolor y su debilidad pudieran distanciarla de él. Así que, mientras él seguía en la cocina, preparándose para el día, ella se quedaba allí, sumida en sus pensamientos, atrapada entre el miedo, el dolor y el cansancio que no podía compartir.

Valentina se quedó en la cama por unos minutos más, mirando al techo, sin poder evitar que su mente se desbordara de pensamientos. El dolor en su abdomen persistía, aunque ya no era tan agudo como antes, pero las cicatrices internas parecían ser más profundas que las externas. Las pesadillas de las últimas noches se mezclaban con sus recuerdos de esa tarde oscura en que todo cambió, y el miedo a que algo más sucediera no la dejaba en paz.

Cada vez que intentaba dormir, sentía su pecho oprimido, como si el aire le faltara, y su mente comenzaba a crear escenarios que no podía controlar. No quería que JJ lo notara. No quería ver la preocupación en sus ojos. Así que se mantenía callada, fingiendo estar bien.

Esa mañana, cuando finalmente se levantó, se puso de pie lentamente, intentando no hacer movimientos bruscos que pudieran agravar su herida. Se miró al espejo del baño, observando la marca en su abdomen. A veces, cuando lo miraba, se sentía como si aún estuviera atrapada en ese momento de dolor, de miedo, y no pudiese avanzar.

Se preparó en silencio, tratando de ocultar lo que sentía, aunque su reflejo no mentía. Había algo en sus ojos, una melancolía que no lograba disimular.

Cuando salió de la habitación, JJ la estaba esperando en la cocina, con una taza de café en las manos. Él la miró con una sonrisa cálida, pero en cuanto vio la expresión cansada en su rostro, la preocupación apareció de inmediato.

—¿Dormiste bien anoche? —le preguntó suavemente, alzando una ceja mientras la observaba con detenimiento.

Valentina sonrió levemente, tratando de ocultar el cansancio detrás de su gesto.

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