Él es un piloto que enciende pasiones dentro y fuera de la pista. Con una sonrisa cautivadora y una mirada que desarma, sabe el efecto que tiene en los demás... y lo disfruta. Pero cuando te conoce, algo cambia. Tú no eres como el resto; no caes en...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La jornada de clasificación había terminado, y el garaje de McLaren estaba inmerso en un silencio incómodo. Lando, tras haberse clasificado sexto, estaba al borde del colapso emocional. Desde Brasil, la presión y las críticas habían minado su confianza. Lo encontré en una esquina del garaje, con la mirada perdida, el casco aún en la mano, como si no pudiera soltar la carga del día.
—Lando —llamé suavemente.
Él levantó la vista, y en su expresión se reflejaba un agotamiento que iba más allá de lo físico.
—No ahora —murmuró, con una voz casi quebrada.
Me acerqué con cuidado y me senté a su lado, dejando un pequeño espacio entre nosotros.
—Justamente porque no es el mejor momento estoy acá —respondí.
Él suspiró profundamente, dejando caer el casco al suelo con un golpe seco.
—Estoy arruinando todo, ¿sabés? Brasil fue un desastre. Ahora esto... No puedo manejar bien, no puedo clasificar bien. Estoy haciendo todo mal.
Lo miré, tratando de encontrar las palabras correctas.
—Lando, es una posición complicada, pero no está todo perdido. Sexto no es el fin del mundo.
—Para alguien que pelea por el campeonato, sí lo es —respondió, con un tono amargo que no le había escuchado antes.
—Te estás castigando mucho. Todo piloto tiene días malos, incluso los campeones.
Lando giró la cabeza hacia mí, y por un instante vi cómo sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
—No entiendo cómo llegué a este punto... —dijo, su voz quebrándose—. Todo lo que he trabajado este año, todo lo que he dado... ¿para qué?
Las primeras lágrimas cayeron silenciosas, pero luego se convirtieron en un torrente que Lando ya no podía contener. Su cuerpo temblaba, y trató de ocultar su rostro entre las manos.
—Hey, hey, no pasa nada —susurré, colocando una mano sobre su espalda en un gesto de consuelo—. Es normal sentirte así. Tenés mucha presión encima, pero no estás solo en esto.
—No quiero fallarle al equipo, ni a los fans, ni a mí mismo —dijo entre sollozos—. Siento que no soy lo suficientemente bueno.
Me acerqué más y tomé sus manos para quitarlas de su rostro.
—Mírame, Lando. Vos sos uno de los mejores pilotos de esta parrilla. No llegaste hasta acá por casualidad. ¿Cuántos pilotos quisieran estar donde vos estás ahora?
Él negó con la cabeza, pero no respondió.
—Está bien llorar. Está bien sentirse así. Pero no podés dejar que estos pensamientos te controlen. Esto no define quién sos como piloto ni como persona.
Poco a poco, Lando comenzó a calmarse, aunque sus ojos seguían enrojecidos y su respiración era irregular.
—Vamos, salí de acá un rato —dije, levantándome y extendiéndole una mano.
Él me miró dudando, pero finalmente tomó mi mano y se puso de pie. Lo llevé al hospitality, donde preparé un té caliente para ambos. Se sentó en una mesa, con la mirada perdida, mientras yo intentaba mantener el ambiente lo más relajado posible.
—Ok, necesito distraerte —dije, colocando la taza frente a él—. Decime, ¿qué canción tenías en la cabeza durante la quali?
—¿Qué? —preguntó, claramente confundido por el cambio de tema.
—Siempre tenés una canción pegada. Vamos, contame.
Por un segundo, vi un destello de risa en sus ojos.
—"Flowers", de Miley Cyrus.
—¿En serio? —dije, intentando no reírme—. ¿Esa es la motivación secreta de Lando Norris?
—Es pegajosa, ¿ok? No me juzgues.
Ambos reímos, y por primera vez en horas, lo vi sonreír.
Después de terminar el té, salimos a caminar por el paddock, evitando las áreas más concurridas. Lando se detuvo cerca de una valla que daba al circuito vacío, mirando las luces reflejarse en el asfalto húmedo.
—A veces siento que no pertenezco aquí —admitió, con la voz baja.
—¿De qué estás hablando? —pregunté, incrédula.
—Mirá a los demás. Max, Lewis, incluso George... todos tienen algo que yo no. Algo que los hace campeones.
Tomé un momento para responder, queriendo asegurarme de que mis palabras fueran las correctas.
—Lo que hace a un campeón no es solo ganar carreras, Lando. Es aprender de los errores, levantarse después de caer, y seguir luchando incluso cuando parece imposible. Y vos hacés todo eso.
—¿Lo creés de verdad?
—No lo creería si no fuera verdad. Sos uno de los pilotos más talentosos que he visto. Y no digo eso porque trabajemos juntos, sino porque lo sé.
Lando no respondió de inmediato, pero pude ver que mis palabras lo afectaron. Finalmente, asintió, como si estuviera aceptando mis palabras poco a poco.
La noche estaba cayendo cuando volvimos al hospitality. Lando parecía más tranquilo, aunque sabía que las dudas y la presión seguirían ahí.
—Gracias por esto —dijo, mientras se ponía de pie para irse—. Por escucharme y estar aquí.
—Siempre. Ahora andá a descansar. Mañana es un nuevo día.
Él asintió y comenzó a caminar hacia su auto, pero se detuvo a mitad de camino.
—¿Vendrías conmigo mañana a la pista?
—Claro, Lando. Donde me necesites.
Con una pequeña sonrisa, se despidió y se fue. Mientras lo veía alejarse, no podía evitar sentirme orgullosa de haber podido ayudarlo, aunque fuera un poco. Sabía que el camino hacia el título era difícil, pero también sabía que Lando tenía lo necesario para seguir adelante. Todo lo que necesitaba era recordar que no estaba solo.